La crisis del Madrid vuelve a tomar forma en Moscú
Los blancos nunca dieron la sensación de poder solventar el envite ante el Khimki (84-70), muy superior en el debut continental.
16 octubre, 2015 21:05Noticias relacionadas
El Real Madrid sigue buscando un clavo al que agarrarse para subir la empinada cuesta en que se ha convertido este inicio de temporada. El fondo, de armario y físico, no está acompañando a los blancos en las primeras fechas del curso, con el repóquer tornado en losa más que en acicate. El pasado, brillante a ambos lados de la cancha, está pesando en demasía a los pupilos de Laso a la hora de afrontar los nuevos retos en el horizonte. La vulnerabilidad es patente, sobre todo en defensa, y los síntomas tampoco dieron lugar al positivismo en la particular Supercopa de Europa disputada ante el Khimki (84-70).
Los rusos confirmaron los galones presupuestos esta temporada nada más comenzar el encuentro. Los triples les llevaron a liderar el marcador en un santiamén, con Rudy Fernández y Gustavo Ayón como únicas respuestas sólidas por parte del Madrid. Los hombres de Pablo Laso eran incapaces de hacerse con el control de los rebotes, que caían una y otra vez en manos rusas. Predominaron las capturas ofensivas, lo que significó cuantiosas segundas opciones para los jugadores locales. James Augustine y Marko Todorovic se pusieron las botas en la zona y, aunque Sergio Rodríguez dio otro aire al ataque blanco, nada funcionaba atrás. El 21-14 con el que concluyó el primer cuarto ya era premonitorio de la dinámica que marcaría el juego.
Una autocanasta poco después de iniciarse el segundo periodo, obra de Trey Thompkins, mantuvo viva la caraja del vigente campeón de la Euroliga. El interior estadounidense era el mejor reflejo de lo que le sucedía al Madrid en tierras rusas: un rendimiento pasable en lo ofensivo, pero demasiado pobre en lo defensivo. Al menos, la conexión entre el Chacho y Willy Hernangómez cambió un poco el rostro de los jugadores blancos. El partido mutó en un correcalles continuo a partir del ritmo infundido por el base canario. Y, sin embargo, el Khimki continuaba sintiéndose más cómodo en la pista. Shved desquiciaba continuamente a los defensores visitantes con sus penetraciones, Augustine disfrutaba de su condición de ‘Carpanta’ bajo tableros y Koponen no se arrugaba desde el perímetro. Al descanso, el Madrid seguía sin dar con la tecla a la hora de evitar que su baloncesto dejase de estar maniatado por el del adversario ruso (43-32).
El paso por vestuarios pareció sentar bien al Madrid, que logró cinco puntos consecutivos de la mano de Maciulis para reducir distancias, apoyado también en una leve mejoría defensiva (43-37). Sin embargo, el arreón madridista fue demasiado efímero como para contrarrestar el mayor punch del libreto de Kurtinaitis. Tyrese Rice decidió que era un buen momento para aparecer en el partido y su anotación siguió manteniendo a buen recaudo la ventaja del Khimki. Unido al homenaje triplista de Koponen a su entrenador, otro especialista en la materia, los rusos no tuvieron nada que temer para estabilizar su renta cerca de los 20 puntos. Su circulación de balón, tan vertiginosa como efectiva, se complementó con un buen trabajo defensivo interior, comandado por el ex ACB Paul Davis y por Todorovic. La ofensiva del Madrid apenas intimidaba y los 12 puntos de desventaja al comenzar el último cuarto (61-49) parecían un regalo dadas las sensaciones transmitidas.
A pesar de que Llull intentó activar el modo indomable en ciertas fases de los últimos minutos, era demasiado tarde para que el Real Madrid doblegase la inconsistencia mostrada a lo largo del encuentro. Una antideportiva a Nocioni acabó por certificar la bandera blanca de la rendición. A diferencia de su rival, el Khimki no cejó en su empeño de mantener impolutas la intensidad y concentración mostradas durante los 40 minutos. Se repitieron los triples, los rebotes ofensivos, la muralla atrás y, en conclusión, la historia interminable desde el primer acto. Sirva como mejor resumen de lo sucedido en Moscú que el Madrid apenas pudo correr el contraataque. Escasearon las fuerzas y, por ende, la determinación.