“Soy muy afortunado de haber jugado en la NBA más de la mitad de mi vida”. El discurso de Kobe Bryant antes de disputar su último All-Star Game fue corto, pero intenso. Bote a bote, canasta a canasta, título a título, el '24' de Los Angeles Lakers ha ido forjando su leyenda en la mejor liga de baloncesto del mundo. Una epopeya aplaudida por unanimidad en el deporte de la canasta, con el sentimentalismo a flor de piel en éste su último curso. La parada en la estación del partido de las estrellas era uno de los mayores (y más esperados) baños de masas para 'La Mamba Negra'. No defraudó, al menos en lo icónico, con el equipo de la Conferencia Oeste rindiéndole el mejor homenaje posible en forma de victoria ante el Este (196-173).

En cuanto a lo baloncestístico, se repitió la misma historia de siempre: un pasacalles al servicio del disfrute y de la relajación extrema a mitad de campaña. Llovieron los triples indiscriminados, los mates con continuos ademanes de 'saltimbanqui' y la nula actitud defensiva. Es la tónica del evento central del All-Star desde hace unos cuantos años, y nada ni nadie parece decidido a cambiarla. Aquellos tiempos en los que realmente significaba algo que el Oeste se impusiese al Este y viceversa ya pasaron a mejor vida.

Los jugadores deambularon por la pista (a veces incluso se atrevieron a cometer la osadía de corretear por ella), atendieron entrevistas durante el propio encuentro y, en definitiva, participaron del divertimento general. Y eso que algunos se lo tomaron más en serio que otros, como Paul George (41 puntos) y Russell Westbrook (31 y MVP del partido). El único reto 'serio' de esta suerte de amistoso plagado de estrellas fue, como viene siendo habitual, anotar la máxima cantidad de puntos posibles en combinación con el equipo rival.

Objetivo conseguido, puesto que la primera parte supuso un récord de anotación colectiva en la historia del evento (182 puntos, 369 al final del encuentro). ¿Alguien se creyó realmente las declaraciones de Bryant al descanso afirmando que habría más intensidad y concentración atrás en la segunda parte? Seguro que Pau Gasol (9 puntos y 7 rebotes en 14 minutos de juego) no lo hizo. El resto de caras visibles de la liga tampoco pareció tomarle demasiado en serio, por mucha actitud policíaca que adoptase el 15 veces All-Star.

Al final, lo más interesante de la noche estuvo en lo anecdótico. Y, cómo no, casi todo lo potable tuvo a Kobe como protagonista. Se vistió de padre para apremiar a una de sus hijas a salir de la pista tras hacerle de recogepelotas en el calentamiento inicial. También de mentor, al bromear continuamente con LeBron James, uno de sus herederos, tanto dentro como fuera del parqué. Con él protagonizó un salto inicial que bien puede servir para ejemplificar el relevo generacional de una liga que a buen seguro continuará gozando de buena salud tras su marcha.

De esto sabe bastante 'Magic' Johnson, que tampoco perdió la ocasión de despedir de primera mano a Bryant en Toronto. Otro que no gastó demasiada saliva en su alocución, pero ya dijo suficiente tras mencionar una retahíla de categorías (votos, puntos, tiros de campo, robos…) en las que uno de sus sucesores en los Lakers es líder histórico del All-Star: “Nunca habrá otro Kobe Bryant”. Fue poco original, pues la frase también se la dedicó en su día, cambiando nombre y apellidos, a Larry Bird, pero consiguió el mismo efecto placebo que entonces.

Por si el protagonista de la jornada no tenía suficiente adulación, también apareció en escena Michael Jordan. Trece años después de su despedida en el fin de semana de las estrellas de Atlanta, ejerció como embajador de la próxima cita estelar, a disputarse en la Charlotte de sus Hornets en 2017. Caprichos del destino, el mismo equipo que eligió en primera instancia a Kobe Bryant en el Draft de la NBA hace casi 19 años.

El jugador de Philadelphia no tuvo a Mariah Carey como maestra de ceremonias musical, pero sí a Sting. El cantante británico amenizó la velada al descanso con algunas canciones muy apropiadas para despedir al '24'. Porque el mensaje en la botella de Kobe está a buen recaudo con los James, Curry, Leonard, Durant y compañía. También porque cada aliento, cada movimiento, cada palabra y cada paso suyos continuarán siendo vigilados muy de cerca por el mundo del baloncesto.

Y no hará falta que la mejor liga del mundo, aun vanagloriándole para siempre, pida un SOS para sobrevivir sin Bryant. La mejor despedida antes de partir no son los 10 puntos, 6 rebotes y 7 asistencias conseguidos este domingo, sino algo mucho mayor: todo un legado.

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