No pudo dar todo lo que tenía dentro en el segundo partido de la eliminatoria y, claro, necesitaba desquitarse. Desde el minuto uno del tercer encuentro, Gustavo Ayón se redimió de su descalificante en Murcia (por un codazo a Rojas). Su actuación (18 puntos y 8 rebotes para 33 de valoración) y su furia desatada, de titán, fueron capitales para que el Real Madrid empezase y terminase el duelo decisivo ante el UCAM como un tiro (93-72). Los pimentoneros acusaron en demasía los 10 puntos que anotaron en los diez primeros minutos. El Madrid tuvo las semifinales presentes en cada momento y, por fin con la defensa de vuelta, mostró su cara más seria de toda la eliminatoria.
Poco importó que Facundo Campazzo, cuyo baloncesto a veces amaga con no ser de este mundo (como las pipas), diese otro recital desde el puesto de base. Sus 22 puntos simplemente ayudaron a su equipo a capear el temporal con mayor optimismo, aunque el factor Ayón impidió cualquier atisbo de remontada. Cada vez que el pívot mexicano entraba en cancha, los visitantes se amedrentaban y los locales se gustaban más aún. Hasta la tensión, que la hubo, desaparecía. Y es que resulta que a Sadiel Rojas todavía le duraba el mosqueo del domingo.
Por este motivo, Willy Hernangómez y Luka Doncic, como jóvenes que son, tuvieron algún que otro problema para moverse sin sobresaltos en un ambiente algo enrarecido (los pitos abundaron). Para que no fuesen ellos quienes picasen el anzuelo de las provocaciones, apareció en escena todo un experto en la guerra de trincheras: Andrés Nocioni. El argentino, todo carácter, todo temple, también calmó los ánimos visitantes durante su estancia en cancha. Y, cómo no, Felipe Reyes tiró de capitanía para, a su vez, serenar a los suyos.
Quien asumió esa responsabilidad en el siempre difícil de manejar tercer cuarto fue Jonas Maciulis. Sus puntos nada más arrancar la segunda mitad, cuando las dudas siempre amenazan con hacer acto de presencia, allanaron el camino. Sin duda, también lo hizo la extraordinaria defensa interior de Ayón y Thompkins. Totalmente sincronizados, borraron del mapa por completo a Faverani, otrora protagonista de la eliminatoria y desaparecido este martes. Antelo, Moreira y Radovic tampoco tuvieron su día.
Sufriendo para anotar en los cuartos que abrieron cada mitad del partido, las opciones de victoria del UCAM acabaron por desvanecerse. A ello también ayudó Llull. Pilar fundamental del Madrid en los dos partidos anteriores, su papel en el tercero también fue clave. Por lo menos, a la hora de meter esas canastas imposibles capaces de desmoralizar al rival cuando empieza a encontrar la confianza. Aunque Ayón, con sus puntos y su intimidación en la zona, también minó la moral pimentonera lo suyo.
Ahora que los hombres de Laso ya han aterrizado definitivamente en los playoffs, tocará medirse a un Valencia Basket algo más fresco (espera rival desde el domingo, mientras que Barça y Baskonia protagonizarán el otro duelo previo a la final). La reedición de las semifinales del curso pasado, teniendo en cuenta los dos precedentes de esta temporada (la victoria taronja en el Palacio, el “churro” de Llull en Valencia), rezuma dureza. Aunque, atendiendo al tercer partido contra el UCAM, el Madrid ya parece preparado para la batalla.