Hay jugadores que llevan bordado en el corazón el escudo de su club. Pasarán los años y ahí seguirá el mito, intacto, con los mejores recuerdos y experiencias de toda una vida en las canchas acumulándose en el pecho. En algunos casos, a ese escudo imaginario le acompaña un brazalete simbólico e invisible en la muñeca. Uno que representa la capitanía llevada con orgullo durante bastantes temporadas en ese equipo que le dio todo al jugador y por el que él lo dio todo.
Nacho Azofra (Madrid, 1969) nunca dejará de llevar a Estudiantes en su corazón y en su muñeca. 15 campañas como mito colegial se graban a fuego en la piel de forma irremediable. Los ecos del “Na-cho-cho” que le cantaba la Demencia todavía resuenan allí donde pisa. El Magariños, santuario del club de su vida, es el lugar donde EL ESPAÑOL se sienta con la leyenda de un equipo de patio de colegio que llegó más lejos que nunca en 1992: el año de la Expo de Sevilla, de los Juegos Olímpicos de Barcelona y del “que nos vamos a Estambul, chimpún”.
25 años ya de la mejor temporada histórica de Estudiantes. ¿Le parece que fue ayer?
Tampoco es ayer, pero no parece que hayan pasado 25 años. Esto quiere decir que nos vamos haciendo viejos y que el tiempo va pasando, pero sí estoy sorprendido. El año 92 siempre parece más cerca de lo que está, pero está lejos. Es un cuarto de siglo (risas).
Todo empezó ganando la Copa en Granada. ¿Cómo recuerda ese torneo?
Veníamos de jugar regular, tirando a mal, contra el Barcelona, que nos había metido una buena paliza en su casa. Como habíamos perdido la Copa del Rey del año anterior, en una final en Zaragoza precisamente contra el Barça, quizá eso nos sirvió para sentirnos competitivos. Capaces de disputar y ganar esa Copa. Íbamos con la lección aprendida. Eso fue muy importante para salvar todos los finales apretados que tuvimos y llevarnos el título.
Usted rompió aquella final copera.
Fue algo muy puntual, porque no jugué hasta los minutos finales. La gente se puede acordar un poco de eso. Estaba manco, casi no podía ni botar. El trabajo lo habían hecho mis compañeros en los anteriores partidos. Yo no había hecho nada (risas).
Y luego, una gran campaña europea que tuvo su culmen en esa serie contra el Maccabi.
Fue todo en una misma semana. Nos fuimos a casa, descansamos lo que pudimos y cogimos inmediatamente un avión para Tel-Aviv. Allí perdimos en la prórroga, pero eso también hizo que afrontásemos los dos partidos en casa con la confianza de saber que nos los podíamos llevar. En el segundo partido en Madrid hubo muchos nervios, se decidió al final.
¿Es uno de los momentos más intensos que le ha tocado vivir en una cancha?
Sí, sin ninguna duda. El premio era muy gordo y goloso, más para un equipo como el nuestro, que nunca había llegado a una Final Four ni había estado hasta el final en la máxima competición europea. Para nosotros era una oportunidad de las que no se vuelven a presentar, como les ocurre a otros equipos. La sensación era que nos podíamos llevar el premio. No podías dejarlo pasar.
¿El famoso resbalón de Jamchi fue tan clave como se dice?
No, eso fue un detalle más, pero ayudó (risas).
¿Qué le faltó a aquel Estu para ganar la Copa de Europa?
Ser más conscientes de que esos partidos ya eran a cara de perro. Nos faltó experiencia para jugar este tipo de competiciones. Salir más a morder, ser más inteligentes con el arbitraje y con todo. Si hubiésemos ido a tres Final Four, hubiésemos competido mejor. Pero en la primera, contra equipos muy fuertes, es complicado.
¿Hubiese sido más duro caer en la final, con ese triple decisivo de Djordjevic?
No me hubiese importado perder la final con un triple en el último segundo del equipo contrario. Lo hubiese preferido a hacer el papel que hicimos.
Parece que el Joventut de Badalona les tenía tomada la medida ese año: derrota en semifinales europeas y también de liga.
Nos ganaron en un quinto partido en su casa. Ahí sí pudo pasar de todo. Estábamos a la par. En el caso de la Final Four, ellos quizá habían estado más tiempo que nosotros en las competiciones europeas.
Ese equipo estudiantil del 92 es recordado por todos: usted, Pinone, Winslow, Herreros, Orenga, Pablo Martínez-Arroyo… ¿Cuál fue la clave del éxito de esa plantilla?
Nos juntamos unos jugadores jóvenes que teníamos calidad con otros veteranos y la pareja John Pinone-Ricky Winslow, muy buenos americanos. Eran muy ganadores y competidores. Eso es lo que mamamos nosotros de ellos. Elevamos el listón y salió bien.
¿Hoy en día es impensable conseguir éxitos con una plantilla tan joven como aquella?
Ahora mismo, no es una cuestión de juventud, sino de calidad. Nada más (risas). Ponme cuatro como los del Madrid, como Doncic. La veteranía está bien y claro que ayuda en cosas. Y la juventud es descarada, pero eso son tópicos. Hay que tener calidad.
Usted también estuvo presente en otros éxitos del Estudiantes: el subcampeonato de la Copa Korac del 99, la Copa del 2000, el subcampeonato liguero de 2004…
Esto de los subcampeonatos quizá es la cosa que más se ha destacado. Nosotros hemos jugado semifinales en muchas ocasiones y nos hemos quedado sin acceder a la final en el quinto partido también muchas veces. Para mí, esos también son años muy buenos y competidos. De hecho, la única final que jugamos la perdimos en un quinto partido contra el Barcelona. Estudiantes ha estado durante muchos años seguidos compitiendo al mejor nivel.
A Pinone le querían mucho, pero con usted no se quedaban atrás.
Este es un club que tiene mucha comunión con su afición. John jugaba en el Magariños, que se llenaba. El equipo competía muy bien aquí. Luego fuimos al Palacio de los Deportes. Pasamos de un lugar con 2.500 espectadores a otro con ocho mil y pico-9.000. Y lo llenábamos también. Fue un cambio importantísimo. Me siento muy querido. Queremos mucho a nuestra afición.
Una afición que sigue en plena forma. En su época había una gran afluencia al pabellón y ahora también.
En eso, Estudiantes no baja. En las épocas malas, el público también ha empujado más. En eso nos parecemos al Atlético de Madrid. Pues estupendo.
Curiosamente, la Final Four de la Euroliga de este año es en Estambul, como la del 92. ¿Cree que Real Madrid y Baskonia tienen opciones de clasificarse?
Sí, claro. Baskonia es un equipo que en Europa se lo cree mucho y el Madrid está muy potente. La Euroliga es una competición que ambos asumen como propia, por decirlo de alguna forma. Van a lucharlo muy bien y tienen equipos que han conseguido jugar muy bien en el último mes.