A Jenaro Díaz (Oviedo, Asturias, 1971) le encanta cocinar. Tanto que los integrantes de la selección española de baloncesto bromean con él diciéndole que su cocina es como la de Bertín Osborne. “En Rusia, por la mañana, hacíamos trabajo individual y luego invitaba a comer a casa a los jugadores. Por allí pasaron Alexey Shved, Tyrese Rice, Petteri Koponen, Víctor Claver…”. Entre fogones, quizá con “un bacalao a baja temperatura” de por medio, el entonces asistente del Khimki podía advertir la “humanidad” de sus jugadores.
Esa cualidad, y no otra, es la que ha movido al entrenador asturiano a emprender su nueva aventura. Después de más de 150 partidos en el banquillo de España, de pasar por el Real Madrid y de estar seis temporadas en Moscú, Díaz vuelve a encabezar un proyecto en la banda. Casi una década después de dirigir a Santa Pola y Gijón, llega a Logroño, al Clavijo de LEB Oro, y su decisión viene motivada por lo más importante en cualquier ámbito de la vida: las personas.
“La Rioja es un sitio al que tengo muchísimo cariño. Es la tierra de mi mujer y siempre me han tratado de maravilla. El presidente y los demás me parecen gente muy natural y normal. La verdad es que he tenido una empatía diferente. Espero que esto se traduzca en buenos resultados y buena química”, cuenta a EL ESPAÑOL en el Triángulo de Oro, el polideportivo madrileño donde se concentra la absoluta hasta este 6 de agosto.
El reto no le asusta siempre y cuando “los jugadores que yo tenga, y en el club, sean buena gente, de corazón, que nos ayudemos”. Tiene muy claro lo que quiere conseguir en Logroño. Y, de nuevo, lo humano es fundamental. “Entiendo que ganando se engancha mucho mejor a la gente, pero también hay otras cosas: hacer buen baloncesto, amar la ciudad, contar con la gente de allí… Que todos vayamos en el mismo camino”, asevera.
Trabajará con “jugadores a los que podamos desarrollar y que puedan mejorar, a la vez con buen corazón y conocimiento del juego”. Respetuoso desde el minuto uno con su nueva casa y lo que ya funciona en ella, le gustaría tener “dos jugadores de Logroño mínimo” en el futuro. Incluso pide perdón a la afición “porque durante el Eurobasket (del 31 de agosto al 17 de septiembre) no voy a estar dedicado por entero al Clavijo”. Eso sí, “que crean que después voy a estar al 120% para que eso funcione”.
El espejo en el que mirarse es el Oviedo de su tierra natal, contra el que debutará el 29 de septiembre. “Tiene una afición brutal y se habla de baloncesto en la calle. Ojalá lo consiguiésemos en Logroño. Y hay otra cosa que me maravilla: el speaker. Creo que tienen, claramente, el mejor de la liga”, reconoce entre risas. Porque la LEB Oro tiene que ser revitalizada por “las ciudades, los espectadores, los jugadores”. Volviendo a la cocina, “la virtud de un entrenador no son tanto los ingredientes, sino el condimento: poder ver qué añadimos”.
¿Y qué quiere añadir a su nuevo club? “La humildad para escuchar a todo el que venga a decir las cosas con buen corazón. También para ser capaz de cambiar las ideas que tengo porque creo que van mejor otras”. Sus anteriores experiencias como primer entrenador, allá por las temporadas 2007-2008 y 2008-2009 en LEB Plata, le serán de ayuda.
“A Santa Pola llegué con todo funcionando. Fue increíble, me acogieron y trataron de maravilla. El crecimiento fue brutal, pero no pudimos salvarnos. Guardo muchos amigos de esa etapa, la ciudad ayudó y se volcaba en aquel momento. Luego, el equipo desapareció porque la crisis lo absorbió. De Gijón guardo que superamos muchas dificultades, porque estuvimos ocho meses sin cobrar. El equipo siguió jugando y trabajando. Los americanos entendieron que eran parte de un todo. Quizá ese Jenaro no sea el de ahora. Es bastante diferente”, recuerda.
De Buda a Raúl López, pasando por Bielsa
Estamos ante la versión “4.6” de Díaz también por un último año, ya de vuelta del Khimki y sin equipo, “maravilloso”. “Me ha servido para mantener unas bases de budismo que yo tenía y hacerlas más fuertes: meditaciones, respiraciones, ir a yoga… He leído muchos libros, he visto mucho baloncesto y he escrito. Ha sido un año de lo mejor que he vivido. Y, lo más importante, he pasado tiempo con mis tres hijos. Tenía un déficit muy grande ahí”, resume.
Antes, tuvo a unos cuantos maestros de los que aprender, y mucho: Mario Pesquera, Pepu Hernández, Joan Plaza, Aíto García Reneses, Dusko Ivanovic, Rimas Kurtinaitis… Aunque todos ellos le han reafirmado que “el corazón es importante”, Sergio Scariolo sobresale. “Tenemos una relación humana fantástica. Creo que tiene un libro de baloncesto que ha juntado con un libro humano brutal. Es un entrenador súper equilibrado y que maneja esas dos cosas a la perfección”, opina sobre el italiano.
En cuanto a las estrellas que ha tenido a sus órdenes, Díaz también tiene claras sus preferencias. “Pau Gasol es alguien distinto, lo que le da brillantez. También Marc. Y Sergio Llull, al que tengo un cariño especial por los años en el Madrid, la selección…”. Eso sí, Raúl López, “una de las personas con más talento” a las que ha entrenado a la par que “diferente a todos”, le marcó más que nadie. “Cuando yo necesitaba que alguien me dijese algo que no podía ver desde dentro, él me ayudaba desde fuera”, argumenta.
Porque, para Jenaro, “un abrazo de un jugador” no es comparable “en emoción y energía” a un título. “Después de ganar, me queda una sensación de vacío”, se sincera. Con ejemplo incluido: “La primera vez que gané la Eurocup con el Madrid estaba súper feliz. 'Igual no gano más', y gané dos más. Lo mismo con la selección. Las victorias son cuestión de grupo. He tenido muy buena suerte de ganar con gente muy diferente. Eso me invita a pensar que no lo puedo hacer mal del todo”. Para él, no cabe duda de que importa más con quién ganas que el qué.
Díaz fue uno de los impulsores del scouting y las nuevas tecnologías aplicadas al baloncesto en España. Quizá por eso se le asociaba con el lado más frío de este deporte. “Ahora, tengo un perfil más humano y de corazón, de acompañar en el proceso, de ayudar a crecer. No decir lo que tienen que hacer los jugadores, sino estar al lado para empujarles, en su misma línea”, considera. No es el único que tiene esa visión.
“Hace siete años, les pregunté a los entrenadores que iban al Curso Superior si eran más de jugadores o de jugadas. La mayoría indicó que de jugadas, sistemas. Este año he preguntado y cerca del 90 y pico por ciento ha contestado que son de jugadores. Creo que nos va a ir mucho mejor si estamos cerca de ellos, les exigimos y acompañamos a crecer. Como decía Marcelo Bielsa, hay que querer a la gente antes de que consiga cosas, no después”, sentencia. Al final, el éxito no es tanto mantener la categoría primero, clasificarse para los playoffs después y, por último, ascender a la ACB. Lo es “querer a los jugadores”, el plato de mejor gusto posible para Jenaro Díaz en las cocinas de la canasta.
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