El Real Madrid y su trilogía ganadora en 2018: Atenas, Belgrado y Vitoria
- El equipo de Pablo Laso conquistó su décima Euroliga y su 34ª Liga a partir de un desempeño excelso en los momentos cumbre de la temporada. Ante situaciones críticas, y a domicilio, los blancos respondieron a lo grande.
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Hay ciertas cosas en la vida que sólo se entienden de tres en tres. El cine nos ha dejado ejemplos a patadas de esta realidad: El Señor de los Anillos, Regreso al Futuro, El Padrino… Pregúntenles a Peter Jackson, Robert Zemeckis o Francis Ford Coppola qué sería de sus trayectorias como directores sin estas tres sagas. O a Ken Follet, en la literatura, si habría sido uno de los grandes maestros de los bestsellers sin escribir los tres tomos que componen Los pilares de la Tierra y The Century. O a muchos padres y madres, en la vida cotidiana, si su existencia sería igual de plena sin uno de los tres hijos que les contemplan. O al Real Madrid, por aterrizar ya en el baloncesto, si su temporada habría sido tan exitosa sin conformar una trilogía ganadora como la de este 2018.
El triple que se han marcado los blancos a la hora de construir su gran temporada no atañe sólo a los títulos. Que han sido dos, y vaya par (ACB y Euroliga). Va mucho más allá de eso. Si el equipo de Pablo Laso no hubiese reinado en los tres escenarios más hostiles que se ha encontrado en los últimos meses, nada tendría sentido. Es decir, toda (o casi toda) la gloria que ha llegado se resume en un tridente de conquistas a domicilio que pasará a la historia de este grupo de leyenda.
La introducción esperanzadora de Atenas, el nudo clave de Belgrado y el desenlace no menos triunfante de Vitoria resumen el éxito de este Madrid a la perfección. Pasen y lean para entenderlo.
Atenas
Ni un día sin lesiones. Parecía una máxima de la que la plantilla blanca no conseguía desprenderse tampoco en abril, ya bien entrada la temporada. Desde que Sergio Llull se rompió en verano, la enfermería del Madrid estuvo abierta prácticamente 24/7: Kuzmic (adiós hasta el curso que viene), Randolph, Ayón, Campazzo poco antes de los playoffs de la Euroliga… Y a todo esto hay que sumar los problemas físicos puntuales del resto del equipo. Casi nada.
Sin embargo, la adversidad no frenó al equipo. No había motivos para hacerlo. Un subcampeonato de Copa del Rey que bien pudo convertirse en título, un rendimiento más que sólido en la ACB y un periplo europeo también convincente eran el bagaje justo antes de medirse al Panathinaikos. No disponer del factor cancha ante los griegos (se concluyó la liga regular continental en quinta plaza, con un 19-11 de balance) sería, en el futuro, un mal menor.
Quién lo hubiera dicho tras una derrota tan contundente como la del primer encuentro en Atenas. Tras un 95-67 (incluido un 20-0 de parcial inicial), muchos desconfiaron del Madrid. Pero aquel tropiezo tocó el orgullo de todos los integrantes del equipo. Y hasta el de un tendero griego que tuvo unas palabras con Laso, a quien recriminó que sus chicos no podían jugar como “gallinas”. El entrenador tómo buena nota: lo que siguió en los días posteriores fueron tres victorias consecutivas con sabor a Final Four.
Primero, Felipe Reyes y Jaycee Carroll lideraron el asalto a Grecia del segundo partido (82-89). Después, Llull tuvo la reaparición soñada ya en Madrid (81-74). Para rematar, y de nuevo en la capital española, Doncic brilló más que nunca en la serie (89-82). Nick Calathes y Mike James, desquiciados. El mejor Panathinaikos de los últimos años, desahuciado. Próxima estación: Serbia.
Belgrado
El Madrid viajó a una de las cunas baloncestísticas europeas de tapado. La presión incordiaba más al CSKA de Moscú, que sucedió precisamente a los blancos al frente de la liga regular continental. También al Fenerbahçe, vigente campeón de la Euroliga. Ambos equipos caerían ante el conjunto más laureado de la historia de la competición durante el mismo fin de semana de mayo.
Primero se superó a los rusos. Ni Sergio Rodríguez ni Nando de Colo pudieron contra el ímpetu de los blancos en semifinales. Un segundo cuarto arrollador del Madrid señaló el camino, con un Llull excelso. Pero muy bien acompañado por Carroll, Causeur y Thompkins: los secundarios han tenido mucho que decir en los éxitos de esta campaña. 83-92 final y duelo por el título de campeón de Europa a la vuelta de la esquina.
¿Miedo? Ninguno. Obradovic y los turcos también iban a sucumbir. Aunque se agarraron al partido hasta las últimas consecuencias y con un Melli superlativo, a los campeones de 2017 no les quedó otra que rendirse en la final (85-80). El mayor empuje colectivo del Madrid fue insuperable. Más allá de Doncic y Llull, el equipo, mayúsculo, sobresalió. Y Tavares, mejor fichaje del Madrid en años, dictó su ley también bajo los aros del Viejo Continente. Ya lo predijo Laso: después de tanto mal trago, sólo podían llegar cosas buenas. Y se levantó la décima Copa de Europa, claro.
Vitoria
El Madrid dominó la Liga Endesa de forma nunca vista en los últimos años durante su fase regular (30-4 de balance, a cinco victorias del segundo clasificado). Y trasladó esa superioridad a unos playoffs por el título en los que no perdió ni un encuentro de camino a la final. Sólo faltaba por superar un escollo, el más peligroso de todos: el Baskonia de Pedro Martínez.
Con su victoria en Madrid nada más inaugurarse la eliminatoria decisiva (90-94), los fantasmas de la derrota del año pasado, también ante el entrenador catalán (entonces en Valencia Basket), salieron a la palestra. Había quedado claro que enfrente había un señor equipo, y quizá el peor adversario posible. Porque la fortaleza como colectivo de los vitorianos no tiene nada que envidiar a la de este Madrid. Tocaba intentar, por tercera vez en busca de la gloria, el más difícil todavía: reinar en territorio ajeno. Y se logró, porque la derrota inicial sería la única del Madrid en toda la final.
La ACB empezó a ganarse con el empate en casa del segundo partido. El único en el que la igualdad imperante durante el resto de la serie crucial desapareció por momentos (98-91). Aunque ese duelo no fue ni la mitad de decisivo que el tercero, en un Buesa Arena repleto y con un aforo de récord (15.512 espectadores). Resistir entonces las embestidas del Baskonia tanto en el primer como en el tercer cuarto, su hambre voraz, dio medio título doméstico (78-83).
Una vez más, el Madrid respondió cuando otros podrían haber tirado la toalla y darse por vencidos. Los blancos competirían hasta el último bocinazo del curso y, como en 2005, ganarían la ACB en Vitoria. No habría que volver al Palacio de los Deportes para asegurar la conquista de la Liga Endesa (85-96). Y poner así el punto final más contundente para una trilogía ganadora memorable. Por la forma y por el fondo a partes iguales.