Las razones no son fáciles de escrutar, porque las que ofrece la Euroliga concurren con los problemas que ha superado el fútbol. La ocasión pintaba única para el baloncesto, porque, ante la ausencia de los Juegos Olímpicos y de muchas competiciones de otras especialidades, el deporte que se ofrece en la televisión está batiendo récords de audiencia: la liga alemana de fútbol.
Así pues, comencemos a descartar. Entre las causas definitivas que ofrece la Euroliga no tomo en cuenta la protección de la salud de los jugadores, y fíjense ustedes quién se lo dice, uno que estuvo al frente de los sindicatos español y europeo muchos años. A diferencia de los citados que fueron creados por jugadores, la llamada Asociación de Jugadores de la Euroliga fue creada por el propio CEO de la competición, Jordi Bertomeu. Por lo tanto, mientras no se gane su credibilidad no habrá que tomarla en cuenta, pues de momento que su opinión está al servicio de su creador.
Entiendo que algunos jugadores podrían albergar algún temor como también lo tenía algún futbolista. Pero ya es un temor superado, en general, en el fútbol y en el resto de las sociedades europeas. El virus no se irá, según dicen los virólogos, así que con las debidas precauciones otros deportistas están ya compitiendo y los trabajadores que lo tienen, en el tajo.
Por otro lado, me resulta difícil de comprender que la Euroliga no imite a la Champions o que no busque una solución como la que buscó la ACB. Y otra cortina de humo en la búsqueda de las causas de la suspensión supone, que, de nuevo, el CEO Bertomeu cargue contra las ligas nacionales sin ningún sentido en estos momentos. Salvo que cargues para ocultar alguna debilidad, como la configuración de las plantillas, una de las obsesiones del citado directivo desde sus inicios: muchos jugadores extranjeros y contratos cortos.
De forma que, en la actualidad, la mayoría de las plantillas están configuradas por jugadores foráneos a los que los clubes, en estas circunstancias, son incapaces de hacerlos retornar. La dispersión es enorme y tras la rueda de prensa de Bertomeu muchos baloncestistas -entre ellos el barcelonista Delaney que se fue hace unas semanas a Estados Unidos para no volver- se felicitaron por la solución de la Euroliga, algo difícil de entender en un profesional tras un confinamiento tan largo.
No sólo existe temor por el virus, porque también están los que temen al futuro profesional. Jugadores que terminan su contrato y sin ofertas de ningún equipo. Temen lesionarse y perder cualquier opción de seguir siendo profesional, y más viendo lo que está ocurriendo en el fútbol donde las lesiones se multiplican, incluso con algún esguince de rodilla como el de Joao Félix.
Por último, no deja de ser llamativo que no se votara la propuesta del CEO, con lo bien que queda contar al mundo que ha sido aceptada por unanimidad. Así que, y ya que a estas reuniones se llega ya con todo el pescado vendido, no sería de extrañar que hubiera habido cierta división entre los clubes, pues unos equipos iban como un tiro, entre ellos el Barcelona y el Real Madrid, y otros estaban lejos de sus aspiraciones. Tratándose de Jordi Bertomeu nunca hay que buscar entre lo que enseña, pues la verdad está en lo que oculta.