Cuando la pasión supera a la calidad los títulos quedan para el recuerdo. Más en este caso, cuando el favorito absoluto era el Barcelona y el Baskonia estuvo desahuciado en diciembre. Hasta que llegó Ivanovic, que con la edad ha encontrado la lucidez. Un entrenador renovado para un equipo que se ha sobrepuesto a sus carencias hasta encontrar la victoria con la brújula de su confianza inquebrantable.
Lejos de cumplir lo que prometía una plantilla esplendorosa y lo que dejó patente hasta que se suspendieron las competiciones, el Barcelona ha naufragado en la final. En especial sus fichajes: Mirotic deslavazado y fallón, y Davies, al que a cualquiera le costaría encontrar una buena acción suya en el encuentro.
Por lo demás, el Barça se ha limitado a interpretar el libreto de Pesic, el de siempre. Defensa presionante y anotadores dotados con el ángel del acierto: Heurtel, Mirotic, Kuric y Higgins, los más notables. Pero con un problema añadido que no han sabido resolver en los momentos clave de la temporada: estos jugadores son los que peor defienden.
Por su parte, el Baskonia tenía muy claro lo que quería: frenar la calidad rival con emociones. Hay equipos que saben llevar los partidos al terreno de la pasión desmedida, y en este sentido, el partido de los aspirantes fue memorable. Luchando cada línea de pase, tirándose al suelo a por el balón, con tapones imposibles y con ayudas constantes los azulgranas de Vitoria -ayer de blanco, ¿para intimidar? – compensaron sus limitaciones técnicas al galope, corriendo en cada ocasión.
Aunque hubo compañeros más acertados, quizás Shengelia fuera la muestra perfecta de la búsqueda desesperada de la victoria. Comenzó perdiendo su lucha vibrante contra Mirotic y acabó condenando a la estrella del Barcelona al banquillo por cinco faltas y tras un pobre partido, desquiciado por la intensidad de su oponente.
Las diferencias escasas, como los empates, se sucedieron de forma constante, cada equipo agarrándose a sus fortalezas y sufriendo sus limitaciones. Sin nada decidido, se entró en la fase decisiva del encuentro donde quizás se podía esperar que surgiera la mayor experiencia de los culés.
Nada más lejos de la realidad. Con Mirotic en el banquillo aún se atascó más la ofensiva de Pesic. Agarrados a Heurtel y Higgins como únicas opciones fiables, el Barça navegaba a la deriva, mientras que Vildoza se agigantaba y el italiano Polonara acertaba un triple a falta de dos minutos que acrecentó el desconcierto.
Sin un base director en ninguno de los dos exhaustos equipos, el final se convirtió en una lotería que cayó en manos del que más la deseaba. Ivanovic completó su magistral tarea tapando el pase del último cartucho de Pesic. Un final sorprendente para la Liga más corta de la Historia. Tan corta que ni el Barcelona y mucho menos el Madrid tuvieron tiempo de lograr su mejor forma.