He aprovechado este foro en otras ocasiones para hacer peticiones públicas. Primero, con Luka, para que se quedara un añito más antes de marcharse a triunfar allende los mares. Lo veía joven, con toda una vida por delante y quería dejarlo un poco más en el nido antes de echarlo a volar. Fui egoísta y él, afortunadamente, inteligente. Y se marchó. Y a su barco le llamó Rookie del Año.
También lo hice con Jaycee que, al contrario que el esloveno, se iba a su rancho a montar a caballo, ordeñar vacas y beber zarzaparrilla. Una jubilación familiar, sana y merecida, pero que bien podría demorarse un añito. Como así ha sido. La pandemia jugó a nuestro favor y él sabe que no puede irse sin el calor de la afición, la ovación de un público que volverá a las gradas y las lágrimas sobre el parqué del mejor americano que jamás jugó de blanco.
Mi padre me resume siempre con una frase la salida de Alfredo Di Stéfano del Real Madrid allá por 1964: "si el Madrid siguió siendo el Madrid después de irse Di Stéfano seguirá siendo el Madrid se vaya quien se vaya". O algo así. Viene a concretar el hecho irrefutable de que el club está por encima de los jugadores. Como ha de ser.
En las últimas décadas se han marchado del club de la Castellana los mejores jugadores que hayamos podido imaginar. Y otros han venido después. Y estos también se irán. Y otros, quizá mejores aún, vendrán después. Y el Madrid siempre ha sido y siempre será el Madrid.
Así que tranquilo, Facu, que no te pido que te quedes, porque sé que serías capaz de hacerlo. Nadie en su sano juicio podrá reprocharte jamás que no diste y que no sigues dando más allá del cien por cien mínimo e indispensable. Te has ganado a pulso tu destino y nuestro respeto. Siéntete libre de crecer. Pelea por hacerte un sitio en la mejor liga del mundo.
Porque, en baloncesto, el Real Madrid, por mucho que sea un sueño recurrente, no parece tener hueco en la NBA, y es de recibo aceptar que los mejores quieran estar allí. Y Campazzo lo es. Y el año que viene, si todo sigue el curso que parece haber cogido y que nadie viene a desmentir fuertemente, tendremos otra excusa más para que nos acusen de que solo seguimos la NBA porque hay madridistas allí.
El Real Madrid de Pablo Laso es un ejemplo de reconstrucción constante al que no han parado de marchársele emvipís año tras año: desde Mirotic a Sergio Rodríguez, pasando por la lesión de Llull o el universal Luka Doncic. Y año tras año vuelve el entrenador vitoriano a inventarse nuevos jugadores y a sacar partido de una plantilla que siempre mantiene un bloque, como un árbol que pierde las flores en otoño para recuperar la frondosidad en primavera, la estación donde se ganan los títulos.
Por debajo de la puerta asoman ya la patita Garuba o Alocén, mientras otros, como Abalde, parece que han entrado directamente de una patada que ha desencajado las bisagras.
Bienvenidos a la temporada 2020/2021, donde muchas cosas pueden cambiar para seguir siendo como siempre. O no. Pero disfrutemos del proceso.