Como un trueno, la vuelta de Gasol al F.C. Barcelona con los Juegos Olímpicos de fondo, resonó en la tarde de ayer en los medios clásicos y recientes. Poco después, el jugador se encargó de desmentirlo en sus propias redes sociales. El noble cimiento, el guía respetuoso y respetable sobre el que se ha levantado una época del baloncesto tan exitosa que no sabemos cuándo volverá a repetirse, deshoja la margarita de su retorno, consciente de la incalculable dificultad de su reto.
Este humilde cronista tuvo ayer la oportunidad de conversar con un buen puñado de grandes jugadores que pasaron el trance de la retirada hace tiempo. Todos movían la cabeza o sus cuerdas vocales con aire dubitativo, como si hasta para el más grande también fuera una tarea titánica. Por su parte, Pau, un hombre racional y meditabundo, no desea en absoluto que palpemos el ocaso de un ídolo que no acepta su decadencia.
Quizás, buen lector como es, haya leído el Sidi de Arturo Pérez-Reverte en el que el Campeador razona que "Los mitos sólo sobreviven vistos desde lejos". Bien es verdad que, aunque Pau se hubiera acercado a nuestras canchas; aunque hubiera sido en un equipo rival; nunca hubiéramos puesto su legado en entredicho - tanto nos ha dado, tanto hemos aprendido. Su concepto de la propia honra le impide retirarse con una decepción, como un convidado de piedra.
Su pretensión es ser útil a España en los Juegos de Tokio, no sólo acoplarse a la selección como el jugador número doce. Esto me contaba anoche, en una charleta de viejos colegas, mi excompañero y rival, otro legendario, Juan Antonio San Epifanio, Epi. El orgullo deportivo y el palmarés de Pau no le permiten acudir como comparsa, sino que le impulsan a formar parte activa en el rendimiento del equipo. Y no será tarea fácil.
Pau acumula dos años sin jugar, y con el cuerpo en fase de adaptación, las incógnitas dominan los vaticinios. Una idea hizo pública en sus redes sociales: no le veremos en el parqué hasta que su forma no esté encauzada. Se puede jugar al baloncesto con su edad. Este humilde escribidor se retiró cerca de los cuarenta y mantuvo un elevado esfuerzo en el entrenamiento hasta años después. Como demostró Chichi Creus, es posible dar un gran rendimiento con edad avanzada, siempre que el cuerpo esté correctamente entrenado y el espíritu en orden.
No me cabe duda de que Pau se encontrará en forma en lo segundo, pero no sabemos cómo está de lo primero. Los hombres altos soportan más peso en las articulaciones y, con frecuencia, les pasa factura en su salud, pero tienen la ventaja de que el baloncesto es un juego para gigantes. Máxime, cuando se conocen los fundamentos técnicos y tácticos, los que Pau domina con soltura, al igual que el también longevo Kareem Abdul-Jabbar, uno de sus predecesores en los Lakers. La dificultad, aún mayor para Gasol en caso de que se decidiera, radica en que el Barça tiene ahora mismo un bloque compacto, que juega con velocidad y rotaciones en defensa. Los grandes tienen que salir a cubrir a los bajitos hasta la línea de tres puntos: es decir, tienen que estar muy rápidos.
Los giros de las historias penden de un hilo, y la de Pau Gasol puede entrar en uno que, de concluir como todos deseamos, redondearía una carrera impecable y fecunda en el país que le vio nacer. Si, por desgracia, asume el reto, pero no puede acudir a los Juegos, habremos de reconocer la valentía de haberlo intentado incluso a riesgo de comprometer su físico y su reputación. Si sale bien, agrandará su inmenso legado olímpico y el baloncesto español deberá agradecerle su esfuerzo imperecedero por participar - una vez más - con la selección española y cerrar su leyenda vestido de rojo.
¡Mucha suerte en tu decisión, Pau!