Pau Gasol se va de las canchas. Un adiós meditado, largo, templado. A la medida de su personalidad y su trayectoria. Una carrera modélica, con infinitos detalles memorables, sin errores conocidos más allá de los que comete un deportista en la práctica de su especialidad. Su legado es tan inmenso como su talla física, tan nítido como sus palabras.
No por esperada, la noticia deja de remover nuestra memoria, a despertar nuestras emociones más cercanas. Esa imagen de los últimos JJOO tras la derrota frente a Estados Unidos: la mirada extraviada, un rostro asaltado por las sensaciones, también por el vacío de la pérdida; el mismo que vimos en otro deportista único, Reanud Lavillenie. O en su rival de tantas batallas, Luis Scola.
En seguida, la memoria rebobina hasta el principio, hasta el Mundial júnior de Lisboa en el verano de 1999. Entonces comenzó la edad de oro del deporte español, y nuestros equipos nacionales y representantes comenzaron a ganar títulos y medallas a mansalva.
Los recuerdos se alborotan: los Grizzlies, las medallas con la selección, jugadas imposibles, los anillos con los Lakers… Un torbellino de colores, jugadas, podios y alegría desmedida. La felicidad compartida entre un ídolo extraordinario, sus compañeros y nosotros, aficionados entregados con pasión y sin condiciones a los brazos más largos de España.
Su estela es casi infinita, asombrosa, tan inesperada que nadie fue capaz de prever por imposible para un deportista español. intachable en el parqué, admirable fuera de él.
Pau Gasol se va como ha querido, con la gallardía de quien intentó por encima de lo exigible retirarse jugando al baloncesto. Representando a España en los Juegos Olímpicos, tras volver al club que lo vio crecer, el FC Barcelona. Uno de los mayores retos de su carrera cumplido, una etapa que recordará para siempre.
Resultaba difícil no ir a favor del Barça cuando Pau estaba en cancha. El héroe más humano que nunca; también más admirable y digno, cumpliendo un deseo que pocos deportistas logran. Una retirada deseada, querida, venciendo al traicionero destino.
Mientras Pau habla, sereno, con la emoción contenida, a quien esto escribe se le hace un nudo en la garganta. Ya no hay vuelta atrás, ya no lo veremos más. Y a uno, que ha pasado por el trance de abandonar el deporte que le apasiona, la voz conmovida de Gasol le contagia cuando desgrana sus acompañantes para agradecerles sus enseñanzas. Desde que empezó hasta el malogrado Kobe Bryant, cuando ya no puede contener sus sentimientos.
El jugador termina, la persona cargada de responsabilidad y previsión continúa. Fiel a sus principios, seguiremos viendo a Pau en su Fundación, con sus proyectos. Ya no para que soñemos con la victoria, sino para ayudarnos a transitar por el camino de la vida.