Bol Bol (Sudán, 1999) no tiene un apellido fácil de defender. Su padre, Manute Bol, se convirtió en una referencia del baloncesto mundial gracias a su trabajo sobre la pista y a todo el entorno sociopolítico que le rodeó (y complicó) la carrera deportiva. Nada más saltar a la NBA, el interior se hizo con miles de titulares por toda su intrahistoria. Pero la realidad es que, después de dos temporadas y media, ha tenido que ser traspasado en la que espera sea su gran oportunidad para hacerse un hueco en la élite.
Bol Bol, con sus 2,18 metros de altura, los 2,34 de envergadura y los apenas 100 kilos de peso, jugará a partir de ahora con Detroit Pistons. Un traspaso acordado con Denver Nuggets en el que se intercambia su ficha con la de Rodney McGruder y una segunda del draft y por el que se prevé que se multipliquen sus oportunidades sobre la cancha. De esta manera, el 'gigante' tendrá una nueva opción para asentarse en la mejor liga del mundo y no pasar desapercibido como ha hecho estos años.
En lo que va de temporada NBA, Bol Bol ha disputado 14 partidos con una media de 5,8 minutos por encuentro. Una presencia inferior a la que tuvo en la primera temporada, que a priori debería ser la de menos protagonismo y que ha resultado ser la que más presencia ha dado al interior en el parqué. A esos menos de seis minutos por encuentro hay que sumarle los escasos tres puntos y menos de 1,5 rebotes capturados por cita.
La imagen de Bol Bol ha quedado relegada a un segundo plano. Un jugador de última fila en la rotación que ha ido de menos a más. De los 12,4 minutos por partido en los siete duelos disputados en la primera temporada, a un descenso a cinco minutos de media en 32 citas de su segunda campaña NBA. También ha ido anotando menos (pasó de 5,7 puntos a 2,4 en la actualidad) y perdiendo relevancia en el rebote (de 2,7 a 1,4 en esta temporada).
A su favor cuenta la historia, pues un apellido como el suyo y unas condiciones como las que ha lucido en su corta carrera en el baloncesto estadounidense dan razones para soñar. Además, Bol Bol apenas tiene 22 años y cuenta con tiempo suficiente para poder desarrollarse. Las imágenes de su actuación en la pista, en una NBA cada vez más física, confirman que es un perfil único en el mundo.
Una llegada tras lesión
Bol Bol, como Manute, también tuvo que huir de Sudán. Las condiciones, la guerra, la pobreza, acabaron marcando la juventud de un pequeño talento al que le corría el baloncesto por las venas. Rápidamente, ya en Estados Unidos, empezó a llamar la atención de algunas de las universidades. Y no fue hasta 2019 cuando se confirmó que iba a tener una oportunidad en la NBA.
El interior sudanés llegó con un gran historial de jugadas y logros al Draft. Él se había convertido en el primer estudiante de primer año de la universidad en firmar dobles-dobles consecutivos en su estreno. Y, en su última temporada en la NCAA, firmó 21 puntos por encuentro. En diciembre de ese año 2018 llegó una lesión que le frenó en seco y que pudo complicar su salto a la lotería de la NBA. Sin embargo, únicamente le perjucidó en el número de elección y cayó hasta el puesto 44.
Ahí fue elegido por Miami Heat, aunque inmediatamente después fue traspasado a unos Denver Nuggets que ahora se han deshecho de su posesión. Dos años y medio después, y pese a los 22 años que aún defiende el jugador, Bol Bol tiene que luchar contra las expectativas y la imagen de estrella que no fue.
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