¿Qué jornada mejor que la de este 20 de noviembre, Día Universal del Niño, para reivindicar el cariz más puramente divertido del baloncesto? Por unas horas, los protagonistas del Gran Canaria y del Real Madrid recordaron esos partidillos callejeros o en el colegio, en los que el disfrute era el objetivo más importante y el único. ¡Menudo encuentro nos brindaron en las islas! Un correcalles de los que crean afición: alternancias en el marcador, espectáculo, triples, mates, rebotes… La pena es que tuviera que haber un único vencedor, porque ambos equipos se ganaron la mayor de las loas. Aun así, el premio del triunfo final fue para el Real Madrid, que sale más que vivo y coleando de una semana de altos vuelos: tres partidos, tres victorias (Narración y estadísticas: 68-76).
Todos volvieron a la más tierna infancia, porque jugaron sin ningún tipo de complejo. Había que seguir el ejemplo de dos perlas tan ilusionantes como Doncic y Pasecniks. ¡Qué carácter el del primero! ¡Qué poderío en la zona mostró el segundo! Y eso que los que más disfrutaron, y definieron, fueron los mayores: Sergio Llull y Gustavo Ayón por un lado, Kyle Kuric y Eulis Báez por el otro. Ambos hombres altos fueron los grandes culpables de que buena parte del duelo se decidiese en la pintura.
No los únicos. Lo suyo se fajaron en la zona también los ya mencionados Pasecniks y Doncic (cómo le gusta reincidir al mirlo esloveno), Felipe Reyes, Richard Hendrix, Andrés Nocioni y Pablo Aguilar. No hay duda: el rebote es un arte no lo suficientemente ponderado en el baloncesto moderno. Hubo más tela que cortar por dentro que por fuera, aunque algún tiro exterior cayó. Como para no con gente como Llull, Kuric y Salin en liza.
Y Taylor, uno de los encargados de abrir hueco favorable al Madrid desde el triple en los últimos minutos. Porque fue entonces, y sólo entonces, cuando se pudo romper el duelo. Antes, no lo permitió un Gran Canaria de rotación excelsa. La de Laso es buena, pero ojito con la de Casimiro. Como Kuric coja la racha en el tiro, cuidado. Como McCalebb tenga varios minutos de inspiración, alerta. Como Rabaseda y Aguilar salgan a morder, peligro. Y nunca hay que fiarse de un veterano tan cargado de lozanía como Albert Oliver.
Cómo nos hicieron disfrutar todos ellos, aunque el póster en forma de mate lo protagonizó O'Neale. Y el premio a la regularidad, el Madrid. Incluso con su segunda anotación más baja de lo que va de curso, este equipo no para de dar con la tecla día tras día. Llull y Nocioni siguen de dulce. En la anotación y en otras facetas: el menorquín en el pase; el argentino en el rebote. Polivalencia, esa cualidad que Rudy Fernández y Jaycee Carroll también ejemplifican a la perfección.
En la teoría acaba yendo todo al ganador, pero en la práctica el envite se mereció un 50-50. Por los minutos de trance en el perímetro, por la guerra sin cuartel debajo del aro, por la amplitud de ambas plantillas y porque fue un compromiso de tú a tú. Entre un Granca ya recuperado del bajón después de la victoria en la Supercopa y un Madrid que sigue imparable. Al que ni siquiera le frena anotar menos de 80 puntos.