Dicen que no hay mal que por bien no venga, y así se aplicó el cuento el Real Madrid este domingo. No, los chicos de Pablo Laso no son supersticiosos. Y eso que los tobillos de Felipe Reyes y sobre todo Patrik Auda dieron pie a mucho mal fario nada más abrirse el partido. Con dos lesionados tan tempranos, tres faltas rapidísimas de Luksa Andric y una doble técnica exprés a Nocioni (expulsado, claro), la mañana pintaba rara. Al menos, hasta que Sergio Llull destapó su tarro de las esencias y se olvidó de cualquier tipo de sentimentalismo ante su exequipo. Entonces, la lógica imperó y un hasta entonces muy guerrero Manresa claudicó ante un Madrid que dejó de mirar por el retrovisor ya en el tercer cuarto (Narración y estadísticas: 96-70).
Llull sabe lo mucho que le debe al conjunto catalán, donde los focos empezaron a centrarse en él para terminar en la capital e ir ganando ascendencia poco a poco. Pero la procesión va por dentro. Como bien dice su compañero Othello Hunter, en la pista odias a todo el mundo. No hay amigos enfrente, tan sólo enemigos. El menorquín sólo entiende de canastas, triples y asistencias cuando salta a la pista. Y más si juega delante del Palacio, ante los suyos.
Era difícil que el colista diese la sorpresa en Madrid, y más con uno de sus mejores jugadores, Cvetkovic, fuera de combate. El líder siempre dio la sensación de estar un pasito por delante, pero eso no quiere decir que no sudase. Lo hizo en la primera parte, en especial durante un segundo cuarto en el que el rebote ofensivo mantuvo en pie al Manresa. En ataque no había tanta claridad en ideas, pero sí en defensa, provocando que el Madrid oliese la pintura menos de lo que acostumbra. Mucho tuvieron que ver en ello Cakarun y Belemene. Tampoco desentonó Trapani, y Suggs dejó algún destello interesante desde el perímetro.
El esfuerzo sirvió para dejar un marcador igualado al descanso y basta. A la segunda fue la vencida para el Madrid, que no pudo romper el partido en el primer período y sí en el tercero. Ayón empezó a pisar más la zona, Carroll celebró ser el extranjero que más ha vestido de blanco con varios minutos de acierto y Doncic volvió a hacer afición con su talentoso descaro. Hunter también se puso el mono de trabajo, como Maciulis. Hasta dos de los jugadores menos habituales, como Taylor y Álex Suárez, tuvieron su momento de gloria gracias al triple.
Sí, el ritmo del Madrid, casi siempre endiablado y extremadamente alto, es muy difícil de seguir. En un abrir y cerrar de ojos, mete a su adversario en un callejón sin salida. No sólo en ataque, con una rotación extensa y completa, sino también en defensa. Porque atrás las cosas también pasan muy rápido: de los cinco puntos de ventaja al descanso a una renta superior a la veintena en el bocinazo final. Demasiada velocidad para muchos. No para Llull, capaz de lograr 24 puntos y 37 de valoración en el visto y no visto de 16 minutos. Cada vez sorprende menos, pero los hombres de Laso, muchas veces, se asemejan a las pilas Duracell: duran, duran y duran. Y a ver quién es el guapo que gasta su energía.