Mereció la pena, y mucho, que todo el papel estuviese vendido en San Pablo este martes. A buen seguro que los espectadores que siguieron in situ el Betis-Real Madrid abandonaron el pabellón con la satisfacción de no haber pagado entrada en vano. Al equipo de Laso hay que jugarle de frente, sin miedo, con ganas de divertirse y mucha rebeldía. Eso precisamente hicieron los locales, imitando el altísimo ritmo de juego blanco con tanta eficacia como para acabar tumbando al líder de la ACB. El esfuerzo bético fue tan encomiable que acabó teniendo la mejor recompensa posible en el día en que el club logró la recaudación más cuantiosa de su historia. ¿Cómo no va a merecer la pena ser Grinch y agriarle la Navidad al ricachón de turno? (Narración y estadísticas: 86-85).
Los jugadores de Zan Tabak se estuvieron pellizcando una y otra vez durante muchos minutos, pero el sueño se hizo realidad: cortaron los amagos rupturistas del Madrid, y hubo varios, para acabar triunfando. El piloto automático que llegaron a exhibir los blancos en ataque quedó en mera anécdota. No hubo ni rastro de él en defensa, otra vez el mayor punto de fuga de los de Laso. Llull sacó músculo en unos 20 minutos iniciales de ensueño (18 puntos, 20 al final), pero Lockett no rehusó el duelo anotador con el menorquín. No estuvo solo, porque Nachbar demostró que quien tuvo retuvo a sus 36 años y Stojanovski ajustó el punto de mira desde el triple cuando ya empezaba a barruntarse el bocinazo.
Además, Radicevic se dio a la anotación cuando lo estimó oportuno (y no pudieron ser minutos más comprometidos) y Mahalbasic puso buenas dosis de sangre fría en la zona. A Milosevic tampoco le tembló el brazo, lo que demuestra lo completo que fue el partido de los sevillanos. Al otro lado de la pista, defender resultó una quimera mayor a medida que las advertencias béticas empezaron a ir cada vez más en serio. En la ofensiva había menos problemas: balones a Reyes, Ayón y Randolph y, con la pelota quemando, también a Rudy.
Sí, al Madrid le hacían falta un padre o varios para sobrevivir sin la anotación de Llull y apagar el descaro del Betis. Mucho más amagó el conjunto andaluz con el sorpasso en el marcador que los blancos con romper el partido, y de tanto ir el cántaro a la fuente... La fiesta era colectiva, sin duda, y a ella también se quisieron unir Alfonso Sánchez y Juanjo Triguero (decisivo desde el tiro libre). El marcador no tenía ni un momento de resuello: más cinco, más cuatro, más tres, más dos, más uno visitante... y, a la hora de la verdad, ventaja local. El tembleque foráneo era patente. Esto ya no era el tercer cuarto y el color que suelen vestir los jugadores madridistas fue precisamente el que pobló sus rostros al final del partido.
Ni Jaycee Carroll ni Othello Hunter ni Llull, tampoco Felipe Reyes con un palmeo con sabor ganador, desterraron esa palidez. Al Betis siempre le acompañó la fe del pequeño, la que acabó haciendo saltar su trampa de Grinch ante todo un Papá Noel. Dicen que en San Pablo hace frío, mucho frío. Tanto como para que el Real Madrid acabase resfriándose en su visita a Sevilla. Habrá que ver si esto es cosa de simples estornudos o si se trata de algo peor: una gripe.