El Barça, este viernes, jugaba contra su mismísimo pasado. Ahí estaba Marcelinho Huertas: caracoleando, jugando y anotando como antaño… pero en las filas del Baskonia. Sito Alonso debió sentirse extraño al verse dirigiendo al conjunto local… y no al visitante, ahora en las manos de Pablo Prigioni. Y qué decir de Adam Hanga. Salió fulgurante como un rayo… pero vestía de azulgrana, y no de blanco. Le dio igual: cuando hubo que rematar la faena a beneficio de su nuevo equipo, lo hizo. Con una bandeja, a 10 segundos del final, el hoy, y no el ayer, prevaleció [Narración y estadísticas: 87-82].
El primer partido de la temporada en la ACB no pudo ser más satisfactorio para ambas partes. En lo que al Barça respecta, en el Palau Blaugrana pueden respirar tranquilos: este año va a ser muy distinto al anterior, o eso parece. Al menos, hay sangre, carácter, y eso se palpa en el ambiente. Entre los nuevos, destacó un Thomas Heurtel eléctrico durante todo el encuentro. Él, que también pasó por Vitoria, no se cortó ni un pelo a la hora de lucirse ante quienes fueron los suyos. Sin duda, a Rice no se le va a echar de menos en la Ciudad Condal si el francés se desmelena así de forma regular. A él, el 13 no le da mala suerte. Todo lo contrario.
Kevin Seraphin y Adrien Moerman también protagonizaron momentos muy esperanzadores para la parroquia azulgrana: los fichajes prometían y, de momento, cumplen. Tampoco estuvieron nada mal los viejos conocidos, con Alexander Vezenkov amenazando con apropiarse, por fin y sin ataduras, del liderazgo de este Barça. Aunque, no nos engañemos, el refuerzo estrella puede ser Pau Ribas.
11 meses después de la lesión que le dejó sin apenas temporada 2016-2017, también ante un exequipo suyo, ha vuelto como se fue: arrebatador. ¿Qué hubiera sido del conjunto azulgrana sin los ocho puntos del badalonés en pleno último cuarto, poco después de estar 11 puntos por debajo en el marcador? Pero ojo, que Ribas también reboteó y asistió. Su regreso, fulgurante, tuvo buena parte de culpa del 17-2 de parcial que llegó a manejar el Barcelona en los 10 últimos minutos. Ahí quedaron 31 puntos, en común, decisivos para la victoria.
Por otro lado, el cortocircuito del Baskonia fue doloroso, y además sufrido por partida doble. Tanto en el primer como en el tercer cuarto, hubo atisbos de triunfo a domicilio. Motivos para creer: una combinación explosiva de Marcelinho y Jayson Granger en la dirección de juego, los recursos de un excelso Janis Timma, la desconocida habilidad triplista de Ilimane Diop, el debut que no pareció tal del joven Rinalds Malmanis…
¿Qué falló en las filas vascas? Lo mismo que estuvo a punto de costarle el partido al Barça: la defensa. Demasiados puntos encajados a la contra. Y, también, demasiada inactividad ofensiva a la hora de la verdad. Por mucho que la bestia que habita en el fuero interno de todos y cada uno de los jugadores del Baskonia despertase a última hora.
¡Vaya final de traca el de unos y otros! A nadie le temblaba el pulso: Marcelinho, Ribas, Moerman, Johannes Voigtmann, Matt Janning… Al final, el puñal definitivo lo clavó Hanga. El partido fue tan bonito, tan intenso, que Prigioni, muerto de dolor, huyó de cualquier entrevista tras el bocinazo. Era su carácter contra el del, y no leen mal, Barça. El que, después de un curso pasado tan decepcionante en ese sentido, volvió a imponerse.