“Son 14 chicos y todos pueden dar un paso adelante”. Así presumía de plantilla Pablo Laso en los micrófonos de la Euroliga justo después de que el Real Madrid asaltase Kazán, contando ya ocho triunfos continentales consecutivos. En la entrevista inmediatamente anterior, Anthony Randolph sudaba a borbotones. Porque sudor, y mucho, fue lo que hizo falta para que el liderato europeo siguiese perteneciendo a los blancos, cada vez más cerca de los cuartos de final. Las acometidas del Unics fueron duras y continuas, pero hay pocos equipos que ganen en mentalidad y dureza a este Madrid [Narración y estadísticas: 77-81].
Otros conjuntos quizá hubiesen flaqueado y perdido el rumbo sin remedio ante los hachazos de los rusos, con varios parciales contundentes a lo largo del encuentro. El máximo anotador de Europa, Keith Langford, se puso sus mejores galas ante la visita del Madrid. Y no estuvo nada mal acompañado. Parakhouski, Quino Colom, Marko Banic, Latavious Williams y Coty Clarke también hicieron un gran partido. Incluso el joven Andusic y Antipov tuvieron sus momentos de gloria. Aunque, a la hora de la verdad, el Madrid sacó más músculo.
Nunca mejor dicho, pues el juego interior de Laso volvió a dar mucho miedo. Ayón avisó de que el balón tenía que pasar mucho por la zona en unos primeros minutos de escándalo. Después, Randolph le cogió el testigo a lo grande, demostrando por qué salió tan bien parado de Rusia el curso pasado: puntos, rebotes, tapones y mates. Hunter tampoco se quedó atrás, sin perdonar ni una opción clara de canasta bajo los aros. ¿Y quién posibilitó esta exhibición en la pintura? Luka Doncic.
El niño no anotó mucho, pero se ganó el sobresaliente con creces en la dirección del juego, surtiendo de balones a sus compañeros interiores (11 asistencias). No contento con dominar el pase, también fue el máximo reboteador del Madrid: 7 capturas. Con apariciones estelares en el segundo y en el último cuarto, el triunfo blanco este jueves no se entendería, ni mucho menos, sin Doncic.
Otro día más, no hizo falta que Llull (2 puntos) acudiese al rescate de los suyos. La perla eslovena se bastaba y sobraba para ejercer las labores de liderazgo. Causalidad de la buena que los mejores minutos de los madrileños en Kazán, unos para intentar romper el partido y otros para acabar de conseguirlo, llegasen de la mano del benjamín. Para reseñar también, eso sí, los minutos de Carroll, Draper, Reyes, Taylor y Maciulis. El triunfo no fue cosa de uno, dos o tres jugadores: este Madrid sabe muy bien cómo reivindicar el valor colectivo del baloncesto.
En su concepto de este deporte, el más joven no mete 92 puntos, sino que mira antes por el resto que por sí mismo. Hay estrellas de las que brillan y otras de las que hacen del trabajo sucio un arte, pero los privilegios se comparten. Todos atacan y, sobre todo, todos defienden. Así que, con esta primacía del equipo sobre los individuos, es muy difícil no estar de acuerdo con lo que decía Laso al principio de esta crónica: todos, los 14, mueren por este Madrid.