El comentario es vox populi en los últimos días: el Real Madrid vive demasiado apegado a las remontadas. Esto es aplicable tanto al equipo de fútbol como al de baloncesto. Porque, sí, se confirma que los chicos de Laso todavía se están recuperando del triunfo en la última Copa del Rey. Allí ya se abonaron a la épica postrera y no se han bajado de ese carro desde que regresaron de Vitoria. Conclusión: dos derrotas consecutivas. Más hiriente la que nos ocupa de Euroliga, sobre todo por el cómo: después de remontar 18 puntos favorables al Galatasaray y de llegar a mandar por cuatro en el último cuarto, la victoria cayó del lado turco. Se vio venir, pero la caída fue más dura precisamente por ese arrebato de casta a última hora [Narración y estadísticas: 87-84].
Los mejores minutos del Madrid en Estambul llevaron el sello de Luka Doncic. El esloveno no pudo estrenar mejor su mayoría de edad. Cambió el partido especialmente en dos momentos: el segundo periodo y el último. Primero, puso a los suyos a correr y a jugar como mejor saben: a un ritmo vertiginoso. Era tiempo de alley-oops, de mates con estruendo, de circulaciones de balón de escándalo, de triples sin ton ni son. Highlight va highlight viene, el niño del Madrid le cambiaba la cara a los suyos. Normal que ese segundo cuarto fuese el mejor de todo el partido (aunque sin ningún tipo de defensa).
Después, con el reloj cada vez favoreciendo más al Galatasaray, Doncic volvió a hacer saltar la banca. Con hechuras de triple-doble, hizo posible lo imposible: que el Madrid remontase 18 puntos en tan sólo cinco minutos, con Randolph otra vez decisivo al final y Carroll secundándole. Que el roto que había hecho Pleiss por dentro (cuánto dolieron sus rebotes ofensivos) y la pareja Daye-Diebler por fuera quedase paliado. Como si de una carrera de Fórmula Uno de las de antaño se tratase, el encuentro mutó a golpe de parpadeo. Aunque el arrebato acabó resultando anecdótico.
La parálisis que se había apropiado del conjunto local en los minutos de éxtasis blanca entre el final del tercer cuarto y la primera mitad del último acabó siendo traspasada. Y, por tanto, los visitantes fueron quienes cargaron con el lastre de la precipitación a última hora. La aportación de Micov, Koksal, Guler y Tyus (fundamental para resolver el duelo en los últimos segundos) acabó pesando más que la de Llull, Ayón, Rudy o Hunter. Sin nada que perder y mucho que ganar, el antepenúltimo clasificado de la Euroliga cortó de raíz los nueve triunfos consecutivos que arrastraba el Madrid en la competición.
La relajación y las prisas acabaron siendo más importantes que el talento para los blancos en última instancia. A este Madrid le cuesta muy poco reengancharse a los encuentros que parecen estar muy cuesta arriba. Es indudable, a la par que una cualidad que poseen muy pocos equipos. Sin embargo, correr el riesgo de fiarlo todo a la hora de los valientes no siempre funciona. Las estrellas también son humanas. Y, como tal, las pérdidas de balón claves, la defensa que tanto tardó en aparecer, el juego racheado y las desconexiones provocaron que el líder continental, muy a su pesar, saliese escaldado de Turquía.