¿Por qué la NBA quiere recuperar a Anthony Randolph? Por partidos como el de este viernes. Hace tiempo que la campaña del jugador estadounidense se merece el sobresaliente. Volver a despertar la admiración de la mejor liga del mundo era inevitable con actuaciones como la que protagonizó ante el Olympiacos. Excepcional a ambos lados de la cancha, demostró que el liderazgo del Real Madrid no se acaba en Sergio Llull. El menorquín fue otro gran protagonista de la victoria de los suyos en Grecia, con Othello Hunter cerrando un tridente de lujo [Narración y estadísticas: 73-79].
Como todo buen encuentro que se precie en tierras helenas, el triunfo se vendió muy caro. Y más al reactivarse Vassilis Spanoulis en esos momentos que tanto le gustan: los del todo o nada. Aquellos en los que el Madrid, tras un duelo de tantas alternancias como las esperadas, acabó imponiéndose. Su máxima, nueve puntos, llegó a algo más de tres minutos del bocinazo. Y, aun con sufrimiento posterior, esa renta empezó a lanzar señales positivas para los de Laso. El signo del encuentro lo marcó, ya lo dijimos, Randolph: entraba en la pista y todo iba a mejor.
El '3' del Madrid no es sólo puro músculo. Sí, hay pocos jugadores tan dotados como él para el tapón, con una fibra tan bien aprovechada y que resulten una oda andante al atleticismo día tras día. Pero sería muy injusto no añadir que, en plenitud de facultades, la capacidad anotadora de Randolph hace sombra al poderío de su físico. Ya son varios sus momentos estelares en ataque en lo que va de curso. No es nada descabellado afirmar que, ahora mismo, es la segunda estrella en discordia de su equipo.
Por delante, el de siempre: Sergio Llull. Cuando más desaparecido parece, más dolorosa es su exhibición de talento para el rival. Y si su show puede llegar al filo de la conclusión, mucho mejor. Qué dominio de la hora de los valientes el suyo, capaz de igualar el listón que tan alto había dejado Randolph por su incidencia cuando más apretadas estaban las cosas. Ya quedan pocos que se resistan a profesar la fe del “Balones a Llull” cuando estos queman más. Tanto aficionados del Madrid como ajenos al equipo blanco: esos trances suyos hacen demasiado por este deporte como para no aplaudirlos sin colores que valgan.
Y, para seguir agarrándose al liderato europeo, nada mejor que un buen factor X como Hunter. Tampoco se podría explicar el asalto a El Pireo 12 años después sin su decisiva brega interior. Quién mejor para hacer sangre que un hombre que, un año atrás, aún vestía la camiseta del Olympiacos. Le añoran mucho en Grecia, y por algo será. Demoledor debajo del aro, su pasado no le cegó. Ya lo dijo hace meses: “En la pista odias a todo el mundo”.
Sin sentimentalismos que valgan, poco importó que el Olympiacos diese guerra tantos minutos. Que Milutinov jugase a muy buen nivel en la zona o que Papanikolaou tuviese la muñeca caliente (quizá en un intento de vengar a su ex Barça) se quedará en el terreno de lo anecdótico. Al igual que el hecho de que Spanoulis entrase en calor en el momento más inoportuno para los visitantes o el de la efectividad de Agravanis desde el tiro libre. Ni siquiera sirvió haber controlado mejor el rebote (con saña en el ofensivo) o perder menos balones. Cuando el Madrid se empeñó en ganar, con tres pilares, aguante defensivo y carácter por bandera, se hizo fácil lo difícil: romper el tópico de la tragedia griega.