España cumplió con su obligación este viernes en Gijón y venció a Israel (3-1), tercera clasificada del grupo, en un partido claro y serio que terminó en una demostración insultante de posesión frente a una selección pulcra pero algo roma, cuyo portero, al regalar el 2-0 al filo del descanso, abortó cualquier intento de remontada visitante. (Narración y estadísticas).
Los partidos de la selección se parecen mucho entre sí, y el de Gijón fue dominado de principio a fin por un equipo consciente de que sólo podía sufrir si perdía la posesión del esférico en los pies de una selección no muy potente, pero hábil. Un trallazo de Thiago en posición de ‘10’ que Marciano logró desviar al larguero en el minuto 5 fue el aviso de que el toque español sería acompañado, como pretende Lopetegui desde un principio, de mordiente. Los laterales se convertían enseguida en extremos y los cambios de orientación de la medular superaban a los interiores israelíes, generando situaciones permanentes de dos contra uno en las bandas contra el lateral. Vitolo, en punta con Costa, convertía el presunto 4-3-3 en 4-4-2, aunque se dejara caer por la banda izquierda permanentemente. No fue el mejor encuentro del canario, pero su gol en el minuto 44 resultaría decisivo para aplacar el ánimo israelí.
Oportunidades israelíes
Aunque terminarían acorralados por España en su campo, Israel no regaló el partido ni mucho menos. Inquietó incluso a De Gea en los primeros minutos con dos escapadas de Zahavi, su mejor jugador de la noche junto a Rafaelov. El control del juego era como siempre local (con un buen inicio de partido de Thiago, tan perdido en Wembley en noviembre), pero el cuerpo técnico de la selección incidirá seguro en las oportunidades que concedió España en el primer tiempo.
La 'Roja' abrió pronto la caja del gol esta vez, para tranquilidad del grupo y alegría de la afición gijonesa (que no llenó El Molinón): Jordi Alba metió un pase interior por la izquierda que Silva cruzó con la zurda al lateral contrario de la portería. Minuto 13: España mandaba y ganaba. Justificaba su presunta superioridad y esquivaba el precipicio en un partido mucho más importante de lo que había parecido en los días previos frente al tercer clasificado del grupo.
La presión arriba, con destacable generosidad colectiva, lograba desactivar la aseada salida de balón israelí. El césped estaba rápido por la lluvia, que también cayó durante fases del partido, y España -después de robar- aprovechaba su superioridad técnica para plantarse en tres cuartos de cancha sin esfuerzo, moviendo el balón rápidamente entre Thiago, Iniesta, Silva y Vitolo. Busquets de tapón y Costa de ‘killer’. Alba un interior más en ataque. Una España renovada que respeta su herencia genética habiendo mantenido la columna vertebral (Ramos, Piqué, Busquets, Iniesta, Silva, además de Alba) y refrescado la propuesta con futbolistas jóvenes pero consolidados, llamados a acaudillar algún día el equipo.
No fue, afortunadamente, la España de Wembley, sino la de Italia o Albania. Diego Costa no logró traducir el dominio en goles y encarrilar definitivamente el partido en la primera parte, pero la selección sofocó al rival y no volvió a sufrir hasta un descanso en el que la holgura local podía ser engañosa por la cortedad del guarismo. O eso parecía: en el minuto 43 De Gea hizo un paradón a un cabezazo franco y en solitario, picado al suelo y cruzado, de Rafaelov que recordó a la selección la fragilidad de su victoria.
El fallo de Marciano
España había sido superior en todo, pero había concedido tres ocasiones. Lopetegui rumiaba su arenga del descanso en la banda. Y justamente en ese momento, instantes antes del descanso, el portero Marciano regaló un gol a Vitolo, el símbolo de la selección de Lopetegui, destrozó la ilusión de sus compañeros y regaló tranquilidad a la afición asturiana.
La reanudación mostró un panorama similar. En la segunda jugada de España, Costa fallaba un gol cantado a centro de Carvajal. Israel trataba de ser más vertical, pero el susto al filo del descanso había espabilado de nuevo a los españoles. En el minuto 50 Costa precisó mejor el cabezazo picado tras otra falsa salida de Marciano y sentenció el encuentro. 3-0, labor cumplida.
El resto del partido fue un monólogo balompédico entre gritos de “¡Espana, España!”, interrumpido momentáneamente por el tanto visitante, con un recital de centros de Carvajal desde la derecha en posición de extremo. Silva mandó un balón al larguero, Israel estuvo a punto de desmoronarse, pero no llegó a entregar la cuchara. Koke, suplente por primera vez con Lopetegui, reemplazó a Thiago, de buen rendimiento. Isco dio descanso a Iniesta.
Los cambios no mejoraron al equipo, pero España mantuvo su tensión competitiva. En el minuto 75, sin embargo, un golazo de Rafaelov en una doble ocasión con poste anterior compensó las ocasiones fallidas de Israel y rebajó la nota de España en defensa, su línea menos espléndida. El Molinón no castigó al equipo por ello y terminó la noche con un ambiente mucho mejor de lo que se había anticipado por cuestiones políticas. La selección perdonó el cuarto más de una vez, pero no perdió intensidad.
Poco antes del final Isco sacó partido de los minutos de la basura y anotó el cuarto con facilidad. Resultado justo, superioridad manifiesta (con algún ‘pero’ a las concesiones defensivas). España sigue siendo líder del grupo G (empatada con Italia) y apunta a un magnífico partido el martes en París. Sin hacer un partido perfecto, mostró identidad y compromiso con la reforma de Lopetegui.