Seguro que Sergio Llull hubiese cambiado este MVP de la Euroliga por el título europeo con el Real Madrid. O, al menos, por estar en la gran final de este domingo. Pero su camino ha ido por otros derroteros y tiene que conformarse únicamente con la máxima distinción individual de la competición. Pero menuda: después de promediar 16,8 puntos, 5,9 asistencias, 1,9 rebotes y 17,3 de valoración y, sobre todo, de dejar unas sensaciones más arrebatadoras que las de cualquier otro jugón, hubiese sido toda una sorpresa no ver al menorquín reinando sobre el resto de estrellas del baloncesto del Viejo Continente.
Los acompañantes de Llull en la gala con la que se anunció su premio este sábado no eran mera comparsa. Ni mucho menos: Nando De Colo, Bogdan Bogdanovic, Georgios Printezis y Ekpe Udoh. ¡Quién pudiera contar con ese quinteto inicial en su equipo! Que Llull se impusiese sobre todos ellos fue lo lógico. Así se lo ganó desde el primer hasta el último partido de esta campaña europea. No se guardó ni un ápice de talento, no dejó de esforzarse en cada minuto, hasta el final del duelo ante el Fenerbahçe. Sólo así se explica que sus 32 créditos de valoración el viernes sean su mejor registro de la temporada (aunque también los consiguió ante el Barça en marzo).
Todos confiaban en que el buen hacer del menorquín, empeñado una y otra vez en ratificar que está en el mejor momento de su carrera, acabaría dando sus frutos. Y así ha sido, convirtiéndose en el tercer jugador español que resulta designado el mejor de la Euroliga tras Juan Carlos Navarro (2009) y Sergio Rodríguez (2014). La pregunta no era si Llull iba a ganar el premio. La pregunta era si había un año más evidente o propicio para hacerlo que este.
Ahora mismo, hay pocos jugadores como él, capaces de cambiar el signo de un encuentro prácticamente por su mera presencia. Este Madrid no se entendería sin Llull ni él entendería el baloncesto de la forma en que lo hace, con esa pasión desatada en los últimos segundos, sin este Madrid. Y, aun así, como él mismo intenta recalcar siempre, es un líder generoso. Tanto como para comprender mejor que nadie la frustración de sus compañeros por la derrota en semifinales y recoger en nombre de Anthony Randolph el premio a la jugada más espectacular del año.
En la ceremonia sí le acompañó Luka Doncic, designado mejor joven de esta edición de la Euroliga. El martes, su amigo y gran referente en el Madrid puede llevarse otro MVP: el de la ACB. Ocurra lo que ocurra, sabemos de sobra (porque en este caso todavía puede conseguirlo) qué querrá Llull a cambio si se lleva el galardón: un título liguero que constituya el doblete de la reivindicación.
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