Cuando vas a un campus de verano del mismísimo Michael Jordan, le taponas un tiro y éste te responde que va a patearte el culo (con venganza aniquiladora de las suyas incluida), tu futuro promete. Si te eligen en la tercera posición del Draft de la NBA sin pasar por la universidad, sigues apuntando alto. Hacer películas con Ryan Reynolds y Scarlett Johansson y firmar un contrato con la marca de ropa deportiva de, otra vez, Jordan, son suplementos que también rezuman gloria. Incluso compartir equipo con LeBron James y llegar a convertirte en su amigo es un buenísimo augurio. Pues, al fin y al cabo, de eso se alimentó la carrera de Darius Miles: de promesas de un potencial que nunca alcanzó su culmen. El mal camino le dio tal batacazo a las aspiraciones de estrellato del alero que su vida ha ido de tumbo en tumbo hasta llegar a uno de los peores desenlaces posibles: la bancarrota.
Cuánto cuesta ganar entre 60 y 66 millones de dólares durante toda una carrera como baloncestista profesional. Y qué poco perderlo todo. Ahora, Miles debe 1,57 millones y sus bienes sólo tienen un valor de 460.385 dólares, estando su casa y su coche entre ellos junto a otras 12 propiedades. Está arruinado, principalmente, por inversiones de negocio que no salieron bien. El Servicio de Impuestos Interno estadounidense le pide 282.041 dólares; 20.000 le son exigidos por la manutención de su propia hija. En el banco, 49.000 dólares, y 84.900 destinados a la futura universidad de la niña.
Por eso, no le ha quedado otra que sacar a subasta algunas de sus posesiones más preciadas: aproximadamente 1.000 CDs y DVDs, televisiones de pantallas de considerable tamaño, armas (por aquello del mal camino) y, como joyas de la corona, un bate firmado por el exjugador de béisbol Mark McGwire y, sobre todo, una camiseta dedicada por LeBron. Sí, un 60% de los exjugadores NBA se declaran en números rojos en los cinco años que siguen a su retirada. Donde antes hubo alegrías para Darius Miles con el número 60, ahora hay pesar. Y mucho.
Un brillo apagado muy pronto
Sin una figura paterna a la que agarrarse, Darius (9 de octubre de 1981, 35 años) fue criado por su madre y sus abuelos en Belleville, Illinois. El trabajo como conductora de un autobús escolar de Ethel, la cabeza de familia, servía para sobrevivir. Era difícil vivir cerca de una casa de droga, con los adictos al crack y los disparos a la orden del día, pero Miles no se dejó embaucar (aún) por las sombras. Gracias a su concurso durante tres años en el instituto East St. Louis, fue proclamado mejor jugador de su estado en el año 2000. Darius había apostado 25 pavos con su madre a que ganaba el premio… y se los llevó.
Lo tenía todo: tiraba, reboteaba, taponaba y machacaba. Por eso, hizo historia al ser elegido en tercera posición del Draft de la NBA por Los Angeles Clippers, la más alta de su tiempo para un jugador salido directamente del instituto. A Miles le sentó bien juntarse con Quentin Richardson, Lamar Odom, Elton Brand, Corey Maggette y Keyon Dooling, entre otros. Ese equipo tan joven, fresco y dinámico causó sensación en la liga a principios de siglo. El gran Andrés Montes les apodaba “Al salir de clase”: pasaron de ganar sólo 15 partidos en el curso 99-00 a triunfar en 31 durante la temporada 00-01 y en 39 en la 01-02, rozando los playoffs en esta última campaña.
Miles no desentonó en sus dos primeros cursos como profesional (9,4 puntos, 5,9 rebotes y 1,2 asistencias como novato, siendo elegido en el mejor equipo rookie; 9,5-5,5-2,2 en su segundo año). Sin embargo, aquello no terminaba de arrancar en lo colectivo y acabó traspasado a los Cleveland Cavaliers en verano de 2002. Los Clippers se quedaron con alguien un poco más veterano, como querían (Andre Miller), y Miles llegó a otro proyecto joven en el que podía encajar bien.
Allí se encontró de bruces con la irregularidad que le acompañaría el resto de su carrera. Con sus números estancados, los Cavs sólo ganaron 17 partidos en su primera campaña con ellos. Al año siguiente llegó LeBron, pero Darius apenas disfrutó de su compañía. En enero de 2004, billete con nuevo destino, el tercero en cuatro años: los Portland Trail Blazers. Lugar inmejorable… para un chico malo, claro.
Porque pocos, por no decir ninguno, confiaban ya en el joven Darius. Y menos en un ambiente tan viciado como el de aquellos Blazers carcelarios, envueltos en escándalos de todo tipo (drogas, abusos contra animales, peleas…) día sí y día también. Pero, por un momento, Miles les dio una buena lección a todos. Jugó muy bien el resto del curso 2003-2004 (12,6 puntos de media) y firmó un contrato por seis años y 48 millones de dólares con su nuevo equipo. Todo un espejismo. Aunque los números le acompañaron las dos siguientes campañas (12,8 puntos en una y 14, su tope, en otra), no ocurrió lo mismo con su cabeza.
Infierno hasta la ruina
“No te importa que perdamos los 20 próximos partidos, te van a despedir de todas formas”, le soltó Miles a su entrenador, Maurice Cheeks, en mitad de una discusión. Venciendo los insultos racistas de Darius, el técnico le pidió que abandonase la sala y el jugador respondió con un “Oblígame”. Cuando Cheeks se marchó en busca del general manager de los Blazers, Miles corrió detrás de él gritando “Eso es, corre a contárselo a tu papaíto”. Desde esos dos partidos de suspensión con Portland, su carrera empezó a ir cuesta abajo. Por mucho que jugase el mejor partido de su carrera un 19 de abril de 2005, con 47 puntos y 12 rebotes ante los Denver Nuggets, la derrota (también entonces) ya le acompañaría sine díe.
Al lesionarse la rodilla derecha de gravedad, Miles no pudo disputar ni la temporada 2006-2007 ni la 2007-2008. Los Blazers le cortaron en abril de 2008 después de que un médico independiente determinase que la dolencia podía terminar con su carrera. No lo hizo y, antes de encontrar nuevo equipo, recibió una suspensión de 10 partidos por violar la política antidrogas de la NBA. Cambió el chip y se mostró animoso, a la par que recuperado, en el training camp en el que intentó ganarse un puesto en los Boston Celtics ese verano. Aun así, fue cortado antes de arrancar la nueva temporada.
Tennessee y los Memphis Grizzlies, ya de forma residual, fueron su último destino más o menos serio. Caos antes de despedirse, como no podía ser de otra forma con Darius: alta el 13 de diciembre de 2008, debut el 4 de enero de 2009, baja el día 7 y nueva alta, por 10 días de duración, 48 horas después. Debido a esta última medida, los Blazers tuvieron que asumir los 18 millones que faltaban por liquidar de su contrato con ellos. Algo que se habrían ahorrado si la lesión de rodilla de Miles le hubiese impedido volver a las canchas. Al final, los Grizzlies prolongaron la vinculación con el jugador hasta la conclusión de la temporada el 30 de enero para dejarle libre en julio.
Después de esquivar una condena por posesión de marihuana, el alero probó con los Charlotte Bobcats, que le cortaron en 2010. Paradójico que Michael Jordan volviera a patearle el culo a Darius (ahora en los despachos), que entonces también fue demandado por no atender a su hija. Las polémicas no terminaron ahí, ya que en agosto de 2011 fue detenido en el aeropuerto de San Luis por llevar consigo un arma cargada.
Así se gestó la caída hasta la bancarrota, en cuesta y sin frenos, de Darius Miles. Lejos queda ya ese 2001 en el que, con motivo de un día en su honor, apareció en el instituto que le hizo grande cargado de joyas (“Son para recompensarme a mí mismo”). O esas películas en las que apareció en 2002 y 2004. Una, Van Wilder, trataba de un estudiante universitario que no quería graduarse. Otra, La puntuación perfecta, de cómo unos alumnos de instituto intentaban copiar buscando la excelencia en el examen de acceso a la universidad. ¿Premonitorias, como el hecho de que sólo tres jugadores de los 58 de la promoción del Draft de Miles hayan sido All-Star? Juzguen ustedes mismos.
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