En 1999 tuvo lugar la primera edición del Tour Down Under, la “Vuelta de las Antípodas”, una prueba por etapas disputada en torno a la ciudad de Adelaida y auspiciada por el gobierno de la región de South Australia. Inicialmente fue considerada un exotismo periférico a las citas europeas. En una temporada en la que no importaba ninguna carrera hasta las clásicas de primavera, disputadas en marzo y abril, debutar a mediados de enero constituía una excentricidad. Más aún si eso suponía viajar a otro hemisferio y cambiar el invierno por el verano.
El ciclismo era entonces un deporte eminentemente eurocéntrico. Para muestra, un botón: la mayor carrera ciclista del mundo, el Tour de Francia, no registró un ganador nacido fuera del Viejo Continente hasta Greg Lemond en 1986. Hay que avanzar hasta Cadel Evans en 2011 para encontrar uno originario del hemisferio sur.
No obstante, el Tour Down Under nació en el momento perfecto y el lugar correcto. Era la época en que el ciclismo decidió apostar decididamente por globalizarse y estirar su calendario. South Australia resultó ser el enclave ideal para la bicicleta por la afición que ya existía, por su excelente clima en un mes en que media Europa mira llover por la ventana… y por la apuesta decidida de su gobierno por convertirse en una región turística.
“De hecho, nosotros no vendimos el Tour Down Under como un evento deportivo, sino turístico”, cuenta en distintos medios el director de la carrera, Mike Turtur. “Por eso la celebramos en plenas vacaciones de verano”. El resultado no se hizo esperar: la prueba ganó relevancia deportiva a pasos agigantados hasta convertirse en el pistoletazo de salida del UCI World Tour, primera división del ciclismo mundial, en 2008.
Actualmente, la ronda ‘aussie’ puede enorgullecerse de haber presenciado hitos como la primera victoria de Alberto Contador tras su cavernoma (2005) o el regreso a la competición de Lance Armstrong (2009), que según se rumorea costó a los organizadores un millón de euros. Las autoridades regionales, felices con el resultado de su apuesta, no se cortan en definirla como “un éxito” y airear cifras como los 30 millones de euros de impacto económico que tiene en la región. Y sin embargo, el público ‘aussie’ no está contento y mira al jardín del vecino creyéndolo más verde.
La competencia argentina
En 2007 nació en Argentina un rival que está restando brillo al Tour Down Under. Se trata de la Vuelta a San Luis, disputada en una árida provincia interior del país de la plata y que ha crecido en estos diez años merced, una vez más, al dinero público de una zona que ha visto en el ciclismo de carretera el medio ideal para promocionarse.
Las instituciones de San Luis gastan cada año en torno a dos millones de euros en celebrar su carrera, que lleva varias ediciones logrando atraer más estrellas que el Tour Down Under pese a estar calificada dos categorías por debajo y disponer hasta el año pasado de unas retransmisiones televisivas sonrojantes. ¿Por qué? “Porque es una carrera menos competitiva y se ahorran una derrota”, explica desde el punto de vista deportivo Matthew White, director del equipo australiano Orica-GreenEdge, a Sydney Morning Herald.
Pero pesa más el componente económico. Ser parte del UCI World Tour obliga a los organizadores del Tour Down Under a invitar y costear a todos los equipos de primera división: aviones, vehículos, alojamiento y dietas para unas 200 personas. Mientras, San Luis puede centrar sus esfuerzos en invitar a unos pocos equipos de primer nivel y rellena el pelotón con conjuntos de la zona. En otras palabras: invierten su dinero en contratar a los ases. “Tienen un poco más de libertad de acción y eso les permite llegar a ciertos acuerdos”, explica Turtur. “Todo lo que podemos hacer nosotros es organizar una carrera de calidad y ofrecer las mejores condiciones posibles”.
El resultado es que esta semana compiten en Argentina el campeón del mundo, Peter Sagan (Tinkoff); el ganador de las tres grandes vueltas, Vincenzo Nibali (Astana); y la gran estrella latinoamericana, podio en los dos últimos Tour de Francia, Nairo Quintana (Movistar). Mientras, en Australia sólo habrá un ciclista con una ronda de tres semanas en el palmarés, Ryder Hesjedal (Trek), y otro que en su día se impuso en dos de las mayores clásica de primavera, el local y gran favorito a la victoria Simon Gerrans (Orica-GreenEdge).
En términos de calidad, el superior nivel medio del pelotón propicia que el Tour Down Under sea más espectacular y divertido. Mientras, la Vuelta a San Luis tiende a deparar escenarios más previsibles si dejamos al margen las sorpresas ofrecidas por los ciclistas sudamericanos que compiten en escuadras modestas y tienen en esta prueba su mejor oportunidad para destacar y conseguir un contrato en Europa. No obstante, la anomalía de que la carrera de menos nivel sea la que atraiga a los mejores del pelotón es palpable e incluso preocupante.