Dicen que el batir de alas de una mariposa en el Amazonas puede provocar un tornado en Filipinas. También un tejemaneje mal urdido puede costar la presidencia de una federación deportiva internacional.
Érase una vez el ciclismo, un deporte con peso dentro del olimpismo, y un presidente llamado Hein Verbruggen que ordena y manda desde 1991 hasta 2005. Bajo su reinado sucede Miguel Indurain; también Lance Armstrong, y con él la globalización definitiva de un deporte eurocéntrico. Cuando Verbruggen salta al COI y a un lucrativo negocio paralelo, SportAccord, designa sucesor a un irlandés, Pat McQuaid, que es erigido presidente en unos comicios delirantemente embarullados en los que derrota a un burgalés, Gregorio Moreno.
McQuaid siguió la senda de su predecesor tratando de expandir el negocio del ciclismo profesional y de crear estructuras que le permitieran beneficiarse directamente de él. La última de ellas fue una entidad organizadora de carreras, Global Cycling Promotions, que competía directamente con el gigante ASO, dueña del Tour de Francia. Eso exacerbó unas tensiones ya notables que ponían en solfa su cargo de cara a las elecciones que debían tener lugar en 2013. Necesitaba aliados. Sucedió que las intrigas políticas, las animadversiones personales y los negocios se cruzaron para desbancarle.
El proyecto ruso
En 2009, último año de la primera legislatura de McQuaid, Igor Makarov compró a Oleg Tinkov, célebre dueño del actual equipo de Alberto Contador, su anterior proyecto deportivo. A partir de él creó Katusha, piedra angular del Russian Global Cycling Project, un plan a largo plazo para colocar a Rusia en la cúspide del ciclismo mundial.
¿Quién es Igor Makarov? Un empresario con 2.100 millones de euros de fortuna según Forbes; próximo a la oligarquía rusa, si no miembro de ella. Con origen en Turmekistán, en el seno de la antigua URSS, tiene pasado de espía y es dueño de Itera, una compañía gasera íntimamente ligada a Gazprom. Fue ciclista en su juventud: de ahí su interés por el deporte de la bicicleta.
Katusha empezó mal. En sus primeros meses de vida generó dos positivos que fueron un presagio de una historia perlada de polémicas de dopaje tanto en su equipo grande como en sus distintos filiales. Hubo casos convencionales, pero también otros más complicados como el de Denis Galimzyanov, un jovencísimo velocista que registró un alza sorprendente en su rendimiento y, al poco tiempo, pitó. La misma tarde que se anunció su positivo los medios recibieron una carta manuscrita inglés en la que Galimzyanov, que no conocía el alfabeto latino, admitía haberse dopado en solitario y sin conocimiento de los médicos del equipo. Años después, en un medio de su región, contó que todo había sido una auténtica falacia y disparó con bala contra el cuerpo técnico que su presunta confesión exculpaba.
La mariposa
Poco a poco, Makarov fue tomando poder en el ciclismo. Compró y revitalizó la confederación europea con un abultado patrocinio de Itera y devino un jugador importante en la política deportiva. A la par peleaba desde la federación rusa por colocar una ronda por etapas en el calendario UCI World Tour, primera división del ciclismo, y trataba de ordenar un Katusha que conseguía resultados, pero no una evolución en los talentos rusos para los cuales estaba concebido. Creyó encontrar a la persona ideal para ello en el técnico cántabro Manolo Sáiz, una de las alma máter de la mítica ONCE y defenestrado por aquel entonces debido a la Operación Puerto.
En esta tesitura, McQuaid y Verbruggen resbalaron. Por un lado, quisieron que la vuelta rusa fuera organizada por su Global Cycling Promotions. Por otro, vetaron a Sáiz y sugirieron a Makarov que apostara por un alemán afín, Hans-Michael Holczer. La carrera no funcionó, ni siquiera llegó a celebrarse. Holczer no se entendió con Makarov y sus adláteres: su año mandando en Katusha acabó con el equipo sin licencia World Tour por cuanto él mismo denunció oscuras tramas económicas a la comisión independiente encargada de adjudicarlas.
La entente de Makarov con los caciques del ciclismo cesó definitivamente y el ruso decidió unir sus fuerzas con las de otros agraviados, principalmente anglosajones y europeos, para desbancar a su antiguo aliado de la presidencia de la UCI en las elecciones de 2013. Fue un proceso nuevamente enmarañado y polémico cuyos resultados se conocían antes de la votación. Ganó el candidato aspirante, Brian Cookson, gracias a un repentino cambio de parecer del grueso de los representantes africanos. Pese al obvio conflicto de intereses, Igor Makarov es ahora miembro del Comité Directivo de la UCI. Pat McQuaid ya es historia.
La suspensión eludida
En los últimos siete meses, Katusha ha registrado tres positivos en su primer equipo y otros dos en su segundo, amén de varios casos en un tercer equipo históricamente afiliado y ahora independiente. Uno, el de Giampaolo Caruso, fue un reanálisis de una muestra de 2012 que halló EPO. Otro, de Luca Paolini, fue un positivo por cocaína atribuido a que necesitaba el polvo blanco para espabilar por la mañana debido a su adicción a los somníferos. El último, de Eduard Vorganov, fue por una sustancia recién ilegalizada y habitual en los suplementos que se venden sin receta en Rusia.
Sucede que una norma recientemente adoptada por la UCI establece que un equipo que registre dos positivos en doce meses debe ser suspendido. El caso de Caruso no era problema, por cuanto el dopaje se produjo mucho antes de que la disposición fuera promulgada. Los de Paolini y Vorganov, comunicados respectivamente durante el anterior Tour de Francia y la semana pasada, sí lo eran. El precedente sentado con un equipo italiano de segunda división establecía que Katusha debía estar un mes en el dique seco. Y sin embargo…
La UCI se lavó las manos aludiendo a una frase del artículo que decía que “la decisión [del comité disciplinario] debía tomar en cuenta todas las circunstancias”. Realizaron una interpretación particular: la droga usada por Paolini era recreativa y no estaba dirigida a aumentar el rendimiento deportivo. Así se libró Katusha de las consecuencias de los actos de sus ciclistas. Así sucede el ciclismo. Así sucede, en general, el deporte.