El pasado jueves, primer final en alto del Giro d’Italia en Roccaraso, Alejandro Valverde (Movistar) cedió unos segundos y unas sensaciones con respecto a un grupo de contendientes que atacó a dos kilómetros de meta. No eran los favoritos más señalados; apenas el ‘maglia rosa’ Tom Dumoulin (Giant-Alpecin) y el ‘sputnik’ Ilnur Zakarin (Katusha). No fu mucha diferencia: 17”. No obstante, irradiaba insatisfacción. “Ha sido un día de contrastes”, dijo en referencia a la meteorología; “el cuerpo lo sentía un poco extraño”.
Valverde se sacudió cualquier asomo de duda hoy, octava etapa de la ‘corsa rosa’, señalada como definitoria porque a menos de 20 kilómetros de meta se coronaba la primera subida insidiosa del Giro, Alpe di Poti, tan molesta por sus rampas de doble dígito como por ser un camino rural con firme de arena compactada, lo que en Italia llaman ‘sterrato’. En ese escenario arrancó el murciano.
“Me encontraba bien y no he dudado un segundo. El director me decía que esperara pero yo tenía claro que prefería arrancar desde abajo y marcar mi propio ritmo”. La maniobra tuvo rendimiento inmediato cuando rompió a Dumoulin, el ogro a quien todos temen porque la contrarreloj de mañana le concederá dos o tres minutos respecto del resto de favoritos. “Yo buscaba sacar el máximo tiempo posible sobre él; los demás estamos a un nivel muy parecido en crono”, declaró Valverde a posteriori.
1’10” fue el bocado infligido por todos esos “demás” al neerlandés merced a la maniobra del ‘Bala’, bien apoyado por un Movistar Team fantástico. Andrey Amador, desde el pelotón, y José Joaquín Rojas y Jasha Sütterlin, desde la fuga, aportaron relevos clave para que prosperara la aventura del murciano.
A punto estuvo de haber una segunda víctima de calado en Alpe di Poti. Mikel Landa (Sky) no estuvo en el corte generado por la primera arrancada de Valverde, el cual sólo aguantaron Nibali, Urán, Majka, Chaves y Zakarin. El alavés regresó gracias a unas piernas bien gestionadas y a la torpeza táctica de Jakob Fuglsang, compañero del ‘Squalo’ Nibali en Astana que está haciendo su propia carrera por el podio y llevó a varios rivales hasta el grupo de favoritos en un alarde de individualismo. El ‘karma’ le castigó con una salida de cadena que se saldó con 50” de retraso en meta.
No obstante la gran prestación de Valverde, el hombre más feliz del día fue otro: el italiano Gianluca Brambilla (1987, Bellano). Jornalero de la gloria, esta temporada se está significando con actuaciones de mérito para refrendar el nivel que le conocían los miembros de su equipo, Etixx-Quick Step, que le adoran por su carácter afable y su actitud voluntariosa.
“Todavía no me lo creo”, reconocía un Brambilla que ganó la etapa viniendo desde la fuga numerosa del día, donde se introdujo junto a su compañero Matteo Trentin. Fue el más fuerte tanto en la subida al Alpe di Poti como en la bajada hasta Arezzo y aprovechó para capturar una ‘maglia rosa’ que tenía a tiro de piedra gracias a su regularidad en este inicio de Giro. Es de esperar que mañana la ceda en los 40 kilómetros llanos de lucha contra el crono por las rutas del Chianti. Dumoulin espera recuperarla; Zakarin y Rigoberto Urán (Cannondale) no se lo pondrán fácil.