En tiempos de pandemias y coronavirus, la sociedad y el deporte se adaptan a lo que pueden y a lo que buenamente les queda para seguir avanzando. Para muchos, este tiempo de atrás se ha basado en no parar. Porque parar significaba la extinción. Y así ha hecho el ciclismo, intentar no parar, planificar una temporada exprés que se desarrollara en unos meses casi como fuera. Y algunas carreras como La Vuelta pueden pagar las consecuencias.
Y ni siquiera tendrían que hacerlo por la situación sanitaria, que en España no es especialmente alentadora. Si no por otros motivos. El Tour de Francia, que se ha celebrado con un éxito rotundo, sin positivos entre los corredores y sin ningún contratiempo que haya dañado o retrasado la carrera, sentaba un precedente perfecto.
El expediente inmaculado de la ronda francesa ha abierto el futuro de otras grandes carreras. Para empezar, los mundiales de ciclismo, que se disputan este mismo fin de semana en Ímola. El trazado italiano ya ha visto triunfar a Anna van der Breggen y Filippo Ganna, aunque también ha visto la terrible caída de Chloé Dygert y sus brutales consecuencias.
Por eso, si el Tour de Francia fue tan positivo y los mundiales ya sonríen a la espera de encontrar a sus nuevos campeones masculino y femenino, el Giro de Italia y la Vuelta a España tenían motivos para ser felices y pensar en un bonito espectáculo para sus carreras y no en una suspensión definitiva.
Todo hacía indicar que en este año tan difícil, un cambio de fechas sería suficiente para garantizar el éxito de las carreras más especiales del año. Solventado el Tour con un imperial triunfo de la joya Tadej Pogacar, era turno de pensar en la 'Corsa Rosa' y en la carrera organizada por Javier Guillén.
Sin embargo, con el virus acechando y preguntándose cómo los corredores han podido hacerlo tan bien para eludirle durante tres semanas, ha aparecido un nuevo enemigo que sí amenaza con fuerza el normal transcurso de las carreras. El tiempo, las condiciones climatológicas.
Si en algo ha afectado la pandemia al ciclismo es en fechas. El Tour casi no ha sufrido modificaciones ya que se ha seguido realizando en verano y ha tenido días de agua, sol y viento como viene siendo habitual. Sin embargo, quienes pueden no correr su suerte habitual son el Giro y La Vuelta.
Miedo al frío
La ronda italiana se ha trasladado del mes de mayo al mes de octubre, mientras que La Vuelta también ha retrasado su inicio y concluirá en el mes de noviembre, fechas realmente complicadas porque el frío puede haber hecho acto de presencia, siendo un total perjuicio para los corredores. Hay que recordar que en condiciones normales, la temporada no suele alargarse tanto y es raro que las primeras figuras del pelotón corran en esas fechas.
Como ejemplo, con esta ola de frío que ha llegado a Europa, se han producido ya algunas nieves que han empujado la salida del verano y que se han colado en parajes que los ciclistas transitarán en apenas un mes, como ha pasado estos días en el Col du Tourmalet.
El mítico coloso francés es la llegada que tiene preparada la organización para su sexta etapa, el 25 de octubre. Un día en el que se llegará hasta los 2115 metros y en el que se ascenderán Alto del Portalet y el Aubisque. Y todo sabiendo que ahora, todavía en pleno septiembre, ya está completamente nevado.
Sin duda, el frío y la nieve pueden suponer un grave contratiempo que obligue a reducir o incluso a suspender etapas, ya que los corredores, deportistas sobrehumanos, no tienen por qué soportarlo todo, incluso aunque puedan. El pelotón ya conoce la nieve y el frío, especialmente en carreras italianas como el Giro, pero el frío de que se vivirá en octubre y noviembre no será el habitual.
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