El ciclismo femenino sigue creciendo año a año, pero lo hace a un ritmo realmente bajo. Al pelotón internacional le ha costado dar pasos que deberían ser básicos. Esto prueba que su salud es endeble y que su crecimiento depende de factores que en caso de duda cortarán el grifo de la financiación y de la implicación antes de que se convierta en un problema para quienes lo sustentan, desde dueños de equipos hasta organizadores de carreras.
Cada temporada se dan pequeños pasos hacia delante y en este 2021, que todavía ha contado con los efectos de la pandemia, se han hecho algunos avances significativos que sirven poner un granito de arena más en una montaña que todavía no tiene muchos metros de altura y con la que un terremoto en forma de crisis podría.
Por eso, aunque se realizan esfuerzos por seguir mejorando el ciclismo femenino con la implicación de cada vez más agentes y con el trabajo de la UCI, estos esfuerzos no dejan de quedarse a veces a medias, a medio camino de donde deberían llegar. Uno de los avances más importantes que se han hecho en este 2021 ha sido la celebración de la primera Paris-Roubaix femenina.
Resulta increíble que una de las carreras más importantes del mundo y de toda la historia del ciclismo no haya tenido hasta ahora su propia prueba femenina. Ha habido que esperar hasta este 2021 para que la Clásica más emblemática y seguida junto al Tour de Flandes, el 'Infierno del Norte', tuviera también su lugar en el calendario femenino. Y, sin embargo, su llegada se podría calificar de positiva… pero a medias, solo a medias.
Los criticados premios
La primera edición de la Paris-Roubaix se corrió en el año 1896. Ha habido que esperar 125 años para que una de las carreras más míticas contara también con la participación de mujeres. Es más, desde el año 1967 la carrera tiene su edición para corredores Sub23, la cual ha ganado muchísima importancia ya que se considera una de las pruebas más importantes del calendario de los jóvenes talentos y que les permite conocer una prueba tan complicada antes de llegar a la élite. Y para más datos, desde el año 2003 también se disputa la carrera junior para ciclistas desde entre 17 y 18 años.
Estas dos pruebas cuentan con adaptaciones en distancia y dificultad para los corredores que tienen menor edad, lo que demuestra un interés y un sacrificio por mantener viva una prueba que es accesible para ciclistas que todavía no han dado el paso a profesionales.
A pesar de todo, la Paris-Roubaix ha llegado al calendario internacional femenino con la esperanza de quedarse para siempre. Sin embargo, será inevitable que se corrijan algunas deficiencias como las que se han producido este año, sobre todo con los premios. Las recompensas económicas, que ya de por sí son bajas en el mundo del ciclismo comparado con otros deportes, han sido vergonzosas para el sector femenino, denotando la falta de interés que hay por parte de algunas organizaciones que no palían la ausencia de recursos de los organizadores.
Tan grave ha sido la desigualdad mostrada que se ha llegado a afirmar que con estos premios, haciendo que se hable más de la diferencia entre hombres y mujeres que de la propia carrera, casi se ha hecho más daño que cuando no se celebraba. Entre los Van der Poel y compañía, la organización llegó a entregar una cantidad total en premios de 91.000 euros. No parece mucho, porque no lo es, pero la percepción cambia cuando se compara con los solo 7.000 euros que se entregaron en premios entre las féminas.
Otra comparación que ha hecho mucho daño es la que se hace entre Sonny Colbrelli, ganador de la prueba masculina y que recibió 30.000 euros de esos 91.000, y Lizzie Deignan triunfadora de la primera Paris-Roubaix de la historia y que recibió un premio de 1.531 euros. Se trata de una diferencia tan sangrante que ha provocado que muchos encuentren críticas en otro tipo de aspectos como celebrar antes la prueba femenina para comprobar el estado del trazado y ver si se podría realizar la carrera masculina debido a las fuertes lluvias y al barrizal.
Tour a medio gas
El 2021 ha terminado con otra buena noticia para el ciclismo femenino y es la presentación, por primera vez en décadas, del recorrido del Tour de Francia para el pelotón internacional de mujeres. Una carrera que comenzará justo cuando termine el de hombres con la intención de aprovechar el tirón mediático dejado por la gran vuelta más importante del calendario.
Se trata de una carrera que iba a regresar en el año 2021, pero que se frenó por las dificultades que suponía organizarlo en mitad de la pandemia. El regreso del Tour femenino necesitaba hacerlo a pleno rendimiento y las condiciones no eran las idóneas, porque la Covid-19 había dejado un importante vacío económico y porque lo que realmente era urgente era poder salvar la mayor parte del calendario comprimido en unos pocos meses después de todos los esfuerzos que se hicieron en un 2020 que fue una auténtica carrera contrarreloj.
Han tenido que pasar 33 años para que el Tour femenino vuelva a entrar en juego y recuperar el protagonismo que tuvo en el ciclismo de antaño y que fue perdiendo hasta desaparecer del calendario. Más de tres décadas sin que el pelotón femenino pudiera gozar de la infraestructura y la repercusión de la carrera más importante del mundo.
Este era un proyecto que tenía Christian Prudhomme en mente y que finalmente ha podido llevar a cabo. Además, fue presentado en una multitudinaria gala donde las ciclistas fueron de la mano de sus compañeros de profesión en un día grande para el deporte. Sin embargo, tal y como sucede con la edición femenina de La Vuelta que solo cuenta con unas pocas etapas, la vuelta de Tour ha sido más a medias de lo esperado. Otro esfuerzo que se agradece, pero que se considera insuficiente.
La duración está muy lejos de la que goza la prueba masculina y es incluso menor al Giro Rosa, la carrera femenina del Giro de Italia que dura 10 días. El nuevo Tour femenino tendrá 8 etapas y algo más de 1.000 kilómetros en un recorrido que comenzará en París y que no se alejará mucho de la capital francesa. Esto provoca que no haya margen para crear muchas etapas que puedan dar un verdadero espectáculo entre las mejores ciclistas del pelotón y que la recuperación del Tour todavía esté un poco en pañales. Se espera que la carrera pueda ir creciendo con el paso de los años y tomando el protagonismo que realmente debería tener.
El factor económico
El principal problema que vive el ciclismo femenino es que se trata de un deporte que necesita de unos recursos económicos que no tiene. Organizar pruebas como el Tour de Francia requieren de un esfuerzo enorme que realmente no sale rentable, entonces es necesario que sea el ciclismo masculino el que lleve esta carga y el que ayude con su poder mediático y con su capacidad de generar para sustentar ambos mundos.
Y ahí es donde residen el gran inconveniente y es que el ciclismo, en general, es un deporte que goza de una salud precaria, que vive al día, a la temporada, y que no puede hacerse cargo de una mochila tan pesada. Son las pruebas masculinas las que permiten que también haya carreras para féminas, y son los equipos masculinos los que poco a poco se van animando a tener equipos femeninos y a invertir en este mundo. Pero con recursos limitados, todos estos esfuerzos no dejan de ser reducidos.
La intención de invertir en equipos femeninos, por ejemplo, está, como le sucede a Alberto Contador en su caso con la estructura del EOLO Kometa. Pero si ya de por sí es complicado encontrar sponsors y patrocinadores que ayuden a sacar un equipo de World Tour de un nivel aceptable, ese proyecto en el ciclismo femenino se complica de forma exponencial. Habrá que esperar y confiar en que la llegada de carreras como el Tour sigan impulsando un deporte que de momento crece lento, a medio gas y con algunas comparaciones muy dolorosas.
[Más información: El Tour de Francia y su recorrido para 2022: pavés, Alpe d'Huez y pasos por Dinamarca, Bélgica y Suiza]