Matteo Jorgenson es uno de los llamados nuevos talentos de Movistar Team. El ciclista estadounidense de 22 años llegó en 2020 a la formación de Eusebio Unzué. No ha tenido mucho protagonismo en grandes vueltas todavía, ya que solo ha participado en el Giro de Italia de 2020. Sin embargo, en la escuadra telefónica le ven como un corredor de futuro para suplir la gran labor que hacen gregarios de lujo como José Joaquín Rojas o Imanol Erviti.
Se trata de un corredor de gran envergadura y con una potencia espectacular para ejercer las labores de rodador. Uno de esos tractores que capaces de tirar de cualquier pelotón, un 'percherón' de categoría. No obstante, todavía le falta de algo de experiencia en la élite para terminar de explotar, aunque ya ha dejado algunas buenas actuaciones en pruebas como la Milán-San Remo o la Lieja-Bastoña-Lieja.
El corredor americano no ha tenido un buen final de temporada aquejado por unos problemas de salud que le han tenido durante un considerable periodo de tiempo con muchas molestias estomacales. Además, nadie sabía lo que le sucedía, lo que también ha derivado en un pequeño cuadro de estrés y de impaciencia al no saber lo que le estaba sucediendo y que le impedía rendir a su mejor nivel.
El calvario de Roubaix
Todo comenzó en la disputa de la Paris-Roubaix, una de las carreras más importantes de la temporada y que por culpa de la pandemia decidió cambiar de fecha en el calendario. Pasó del mes de abril a la parte final de la temporada, en el mes de octubre, lo que trajo consigo un cambio también en las condiciones climatológicas.
Al celebrarse en una fecha mucho más tardía en el año, la prueba se disputó bajo unas condiciones de frío, lluvia y barro que hicieron del Infierno del Norte una carrera todavía más terrorífica. Y si alguien lo pasó realmente mal en la disputa de la prueba entre los adoquines, ese fue Matteo Jorgenson, quien enfermó por una circunstancia muy extraña.
Los continuos charcos y el barrizal que se había formado provocó que los corredores terminaran llenos de suciedad desde las gafas hasta las zapatillas. Muchos de ellos eran una completa estatua de barro. Esto provocó que el propio barro se colara en lugares donde no es muy bien recibido como la boca y que, fruto de la tensión de la prueba, de los propios gestos de comer tanto barritas como geles, o incluso de beber de los bidones que van situados sobre el cuadro de la bicicleta y que por consiguiente se manchan, ese barro terminara alojándose en el estómago de los corredores.
De esta forma, Matteo fue uno de los que sufrió las peores consecuencias como transmitió a través de sus redes sociales. Durante la carrera, no solo por el barro, sino también por la ingesta de algún producto que no le sentó nada bien, sintió la llamada da la naturaleza en varios momentos de la prueba.
"A veces la naturaleza te llama y no tienes más remedio que responder. Perdón a todas las mujeres y niños que querían ver un día bonito en París-Roubaix, pero es el Infierno del Norte. Seis horas de carrera con barro en la boca hicieron que tuviera que parar a evacuar dos veces".
Una situación de lo más molesta y desagradable que no es muy habitual en el mundo del ciclismo, donde los corredores sí suelen orinar durante las carreras en varias ocasiones, pero no hacer necesidades mayores. En la memoria de todos está aquella mítica escena en el Giro de Italia de Tom Dumoulin teniendo que parar rápidamente, bajarse de su bicicleta, quitarse su indumentaria y parar para poder aliviar sus necesidades en un momento en el que la carrera estaba lanzada.
Se amplían los problemas
Sin embargo, ese no fue el mayor de los problemas de Jorgenson que ahora ha confesado en una entrevista con Cycling Weekly que aquellos problemas que sufrió en carrera solo fueron el principio de un calvario que ha trastocado su final de temporada.
Días después de la celebración de la mítica Paris-Roubaix, la sensación de malestar que sufría Jorgenson no se había pasado y a los dolores de estómago se habían unido una importante debilidad física y muscular y unas fiebres contundentes: "No sé qué pasó, pero sí que después me sentí bastante enfermo".
La situación se puso tan grave que Jorgenson se vio obligado a pedir ayuda una noche mientras no podía soportar la terrible sensación que estaba padeciendo. El ciclista del Movistar Team no podía dormir por la fiebre y los dolores y salió de su piso para pedir auxilio a alguien que pudiera echarle una mano. La suerte se alió con él porque en su mismo bloque, unas plantas más abajo, vivía un médico al que pudo acudir.
A pesar de que eran las tres de la mañana, el galeno accedió a atenderle y ahí empezó a descubrir lo que realmente le estaba pasando y que había sido algo más que producto de haber tragado barro: "Menos mal que había un médico en uno de los pisos de abajo de mi bloque y una noche, a las tres de la mañana, que no podía dormir y que me sentía con fiebre, fui, le llamé y le dije que necesitaba ayuda".
Un diagnóstico sorprendente
Este médico le dijo a Matteo que era necesario que se sometiera a unos análisis de sangre para conocer si había contraído algún tipo de infección y los resultados fueron de lo más sorprendentes. Los médicos encontraron varios tipos de bacterias en la sangre del estadounidense, muchas de ellas de origen animal. Fue este hecho el que dejó descolocado al propio Jorgenson, ya que no sabía cómo habían llegado hasta allí.
"Me hicieron un análisis de sangre y encontraron bacterias en mi sangre, y muchas de ellas eran de origen animal. Me dijeron que eso sólo le pasa alguien cuando ha comido o le han inyectado heces de animales". Una situación realmente asquerosa y que tanto Jorgenson y como el propio equipo Movistar no se explicaban. Sin embargo, después de darle vueltas, llegaron a una conclusión más que probable.
Efectivamente, el corredor americano había ingerido heces de animales, concretamente de vaca, en la disputa de aquella Paris-Roubiax. Entre el barro y el agua de los charcos que había ido a parar a su boca y que literalmente se había comido, seguramente había restos de heces de animales, los cuales terminaron provocando esta catástrofe para su organismo y que ha tenido durante un tiempo al rodador con una importante sensación de estrés e incertidumbre.
Finalmente, los médicos le recetaron unos antibióticos y después de pasar algunos días más con sensación de malestar y con dolores de estómago, pudo empezar su proceso de recuperación después de una experiencia muy extraña y desagradable en una de las Paris-Roubaix más espectaculares de la última década. Lo que comenzó siendo una fiesta del ciclismo terminó con la ingesta de heces de vaca, una infección con bacterias animales y la visita a un vecino a altas horas de la madrugada.
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