Era 26 de julio de 2019. Thibaut Pinot (Mélisey, Francia; 1990) y el pelotón comandado por el líder del Tour de Francia, Julian Alaphilippe, había salido hace tiempo de Saint-Jean-de-Maurienne camino de Tignes. En medio del caos que supuso esa etapa que, tras coronar el Col de l'Iseran, se encontró un tremendo granizo y varios desprendimientos en la carretera, había un corredor que había puesto pie a tierra unos kilómetros antes que el resto. El ciclista francés del Groupama - FDJ no podía más y renunciaba a sus grandes opciones para conseguir un maillot amarillo que se llevaría Egan Bernal tras lo sucedido ese día.
La afición gala lleva esperando que un ciclista de casa salga vencedor en la mejor carrera del mundo desde que Bernard Hinault sumara su último entorchado en 1985. Pinot ha sido el que más cerca ha estado de conseguirlo en la década en la que reinó Froome, antes de la llegada de Roglic y Pogacar. El francés nunca encuentra el golpe de pedal idóneo para refrendar las buenas expectativas mostradas en sus inicios. En los últimos dos años, tras algunos problemas físicos, parece que ha quedado para cazar etapas. En 2021 renunció al Tour, pero en este 2022 quiere volver después de una temporada de redención.
"Quiero encontrar mi mejor nivel y ganar carreras. Quiero volver a ser el corredor de antes de mi caída en el Tour de 2020. El Tour de Francia será el punto clave de mi temporada con un objetivo en concreto: subir al podio en los Campos Elíseos", explicaba en una entrevista en el diario La Depeche. Ese año al que se refiere, durante la edición que empezó más tarde de lo normal por el coronavirus, fue uno de los afectados por la carnicería en la que se convirtió la primera etapa con una grave caída que le hacía llegar 19 minutos después del pelotón a la meta.
Ya no sabe el Tour de Francia cómo decirle a Pinot que no le quiere, que le deje en paz, que en realidad nunca hubo amor y que, por más que lo intente, jamás le conquistará. Que busque la felicidad en otro lado porque con él nunca la alcanzará. Pero el francés quiere volver a intentarlo. Lo hará rodeado de un potente equipo con David Gaudu, Michael Storer, Stefan Küng y Valentin Madouas. Esta historia romántica de desamor en el ciclismo tendrá un nuevo episodio.
Una historia de desamor
"Son ya demasiados fracasos, mi carrera entra hoy en una nueva etapa", explicaba Pinot tras esa fatídica etapa de 2020. Desde entonces, una semana, Pinot sufría dolores lumbares que trataba de mitigar con varias horas diarias de tratamiento de fisioterapia. Dolorido, su tenacidad le había permitido llegar a los Pirineos sin tiempo perdido. Pero no más. Conseguiría llegar a París, pero el trauma en la carrera que Francia le había puesto en lo más alto del podio era real.
Quizá esa presión de un país que quiere volver a tener un campeón francés ha ido minando a este ciclista de ahora 31 años. Con 22, en 2012, ganaba su primera etapa en la Grande Boucle. En esa edición terminaba en décima posición y se convertía en el corredor más joven en terminar entre los 10 primeros desde Raymond Impanis en 1947, una marca que la precocidad de la nueva generación que reina ahora ha eliminado. Eso ponía las expectativas muy altas para este corredor que sí será recordado como un gran escalador.
El sueño, pronto, se convertía en pesadilla. En 2013, se quedó muy lejos de los líderes durante un descenso de montaña en los Pirineos, afirmando más tarde que le había dado miedo la velocidad. Luego se le enredó el cable del pinganillo en la rueda delantera y tuvo un caída. Abandonó después de la segunda semana. Con 24 llegaría su gran instante. Tras pagar la novatada de verse como líder por primera vez, lograría un tercer puesto que aún pondría más altas las expectativas.
En 2015 era uno de los favoritos al Tour y el sueño se quedaría en el pavé. Un pinchazo en un tramo de adoquines de una de las primeras etapas, el coche del equipo tardó en llegar y Pinot se quedó tirado. Después otra avería en el desviador le hizo perder 6 minutos. Terminó en el puesto 16. El tormento se haría realidad. Con 26 años abandonó la ronda gala por una bronquitis. Al año siguiente volvió a abandonar por fiebre y falta de forma. En 2018, contrajo una neumonía en el Giro de Italia y no llegó ni a comenzarlo.
Pensó en la retirada
"A veces me quedaba atrapado en el tráfico para ir a París y me preguntaba qué estaba haciendo. Un día me eché a llorar porque no podía soportarlo más. Entonces, sí, lo pensé. Pero mi suerte es que mi entorno estuvo ahí para animarme: mi novia, mi hermano Julien, Marc Madiot que me llamaba a menudo, mis compañeros, patrocinadores... Me decían que no podía dejarlo", explicaba en 2021 en una entrevista en Le Parisien.
Se podría decir que esa generación de 1990 no ha tenido mucha suerte en el Tour. Romain Bardet, el otro francés llamado a reinar en Francia, por lo menos alcanzó un podio más que Pinot. Fabio Aru, Tom Dumoulin y Nairo Quintana han tocado la gloria en La Vuelta y en el Giro, pero no en la Grande Boucle. En España, Mikel Landa, nacido en 1989 pero que pertenece a esta generación por ser de diciembre, directamente no ha tenido suerte para ganar una grande.
En busca de romper esta maldición y con un grado de madurez más que notable, Marc Madiot, director del Groupama - FDJ, se propuso preparar a Pinot para el Tour de 2022. Parece que los dolores de espalda que le han acompañado durante todo el 2021 han desaparecido. Thibaut correrá el Tour du Haut - Var, la Tirreno - Adriático, el Tour du Jura, el Tour de los Alpes, el Tour de Romandía y la Vuelta a Suiza para prepararlo.
Thibaut Pinot y toda la afición francesa al ciclismo tienen la esperanza de que pueda volver por sus fueros y resurgir de sus grandes fracasos. Espera encontrarse como en 2019 en esa pelea que se estableció entre cinco ciclistas. En ese tiempo había mejorado en su gran tachuela, las contrarreloj. Ahora, con menos kilómetros en esta modalidad, quiere luchar contra la nueva hornada que reina en el ciclismo con Pogacar, Bernal y Roglic a la cabeza.
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