Han pasado ya casi tres años desde que la Covid-19 se hizo inquilina habitual en la vida de todos. Ningún ámbito se escapó a sus efectos y las crisis económicas, sociales y sanitarias se fueron entrelanzando unas con otras. Tanto es así que ni siquiera el deporte pudo escapar. Todas las competiciones tuvieron que frenar en seco y a algunas les costó retomar su funcionamiento más que a otras.
Fue precisamente el ciclismo una de las disciplinas que antes padeció los efectos de la Covid-19 cuando todavía no eran obligatorias las mascarillas, ni se pedían certificados de vacunación y cuando ni tan siquiera era una pandemia. Aquel UAE Tour de finales de febrero de 2020 será recordado para siempre, especialmente para corredores como Fernando Gaviria, sprinter estrella del pelotón y que no ha vuelto a ser el mismo tras contraer la enfermedad hasta en tres ocasiones a pesar de ser uno de los primeros vacunados del pelotón.
La formación emiratí, debido a su gran poder económico y al apoyo estatal que la sustenta, siempre ha jugado con ventaja. Fueron los primeros del pelotón en tener acceso a las vacunas cuando nadie se administraba aún el antídoto y han dispuesto de una sofisticada máquina que permite detectar con precisión la carga viral de sus corredores para saber si no eran peligro de contagio a pesar de ser positivo. Esa máquina salvó la pasada Vuelta a España de Juan Ayuso al poder seguir en carrera aún habiéndose contagiado para terminar subiendo al podio.
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La Vuelta fue la última gran prueba que se vio afectada por el virus, con un número de positivos totalmente inesperado y con corredores que se tuvieron que marchar a casa antes de tiempo. Pero esta psicosis, con grandes estrellas temiendo por sus éxitos, antes se había vivido en Tour de Francia y en el Giro de Italia. A pesar de que el mundo avanzaba, el ciclismo se quedaba anclado en el pasado y en el miedo. Hasta ahora, que la UCI ha anunciado el regreso a la normalidad con la supresión de todos los controles sanitarios.
Paso al frente de UCI
Parecía que no iba a llegar nunca, pero el ciclismo está a poco menos de un mes de volver a ser lo que era. No está muy claro si es una vuelta a la normalidad o la aceptación definitiva de la nueva normalidad, pero lo que está claro es que se terminaron por fin los controles sanitarios por parte de la UCI.
La Unión Ciclista Internacional anunciará como fecha límite el próximo 20 de febrero para poder pedir a los corredores test para la detección del coronavirus antes de las carreras y antes de las etapas. Una práctica que se había convertido ya en habitual para los corredores, pero que no dejaba de ser una rutina molesta.
De esta forma, también será el final absoluto del distanciamiento con los medios de comunicación y con los aficionados, ya que durante el pasado 2022, la relajación y el endurecimiento de estas normas se hicieron frecuentes según iba azotando la Covid-19 con mayor o menor fuerza.
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La Vuelta fue la última carrera que vivió esta situación de inestabilidad, ya que arrancó en mitad de la normalidad que ya reinaba en las calles y terminó afectada por la preocupación que tenían corredores como Evenepoel, Enric Mas o el propio Juan Ayuso de decir adiós a sus aspiraciones en la general por un contagio.
Con la llegada de la nueva normativa, también aterrizará el fin de la petición de los certificados de vacunación a los corredores, por lo que aquellos que hasta ahora no han querido administrarse el antídoto no tendrán ya que preocuparse. Una situación que se ha vivido en otros deportes y que ha tenido su caso más célebre en la figura de Novak Djokovic, quien todavía no puede jugar en Estados Unidos por esta cuestión.
A pesar de eso, la Unión Ciclista Internacional calcula que más del 98% de las personas que forman su día a día entre corredores y miembros de los diferentes staff técnico han recibido al menos una dosis de alguna vacuna. Y que la mayoría de ellos han recibido los correspondientes refuerzos siguiendo las pautas establecidas por los cuerpos médicos.
La situación actual ha invitado a la UCI a tomar esta importante decisión para regresar al ciclismo tal y como se conocía antes de los meses de febrero y marzo del año 2020. Sin embargo, ha dejado abierta la puerta a reconsiderar su postura si la situación vuelve a empeorar, ya que el miedo no ha desaparecido del todo.
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El nuevo ciclismo
La Covid-19 ha sido uno de los mayores azotes que ha tenido el ciclismo en su historia. Un deporte marcado en la mayoría de los casos por la precariedad económica y que subsiste, en muchas ocasiones, gracias al amor por la bicicleta de inversores y proyectos que cuentan incluso con el respaldo de estados. Pocos son los que llegan al ciclismo con la intención de hacerse ricos, ya que es un deporte que ofrece otro tipo de recompensas.
Muchos equipos han pasado auténticas dificultades económicas durante los años 2020, 2021 y 2022, siendo Astana uno de los más afectados. La suspensión de carreras, la reducción de patrocinadores y contratos publicitarios o tener corredores en plantilla que no podían competir por haber dado positivo o por haber sufrido algún tipo de secuela, provocó una situación cercana al colapso.
Además, durante los últimos tres años no se han dejado de suspender carreras y de modificar calendarios porque muchos territorios todavía no se encontraban en una situación óptima para albergar grandes eventos deportivos, teniendo en cuenta tanto el riesgo de salud para los corredores como para los aficionados.
A pesar de que lo peor de la Covid-19 parece haber pasado ya, la aparición constante de nuevas variantes provoca que la UCI no levante del todo la mano y ha creado una vía en el reglamento para que los organizadores de las Grandes Vueltas puedan implementar sus propias medidas en caso de que la situación empeore repentinamente. Entonces serán las propias pruebas las que ejerzan ese control total sobre la situación sanitaria.
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El objetivo del nuevo paso dado por la UCI es reactivar lo máximo posible el universo ciclista para alejar cuanto se pueda la grave crisis económica que ha atrapado al mundo de la bicicleta. No obstante, existe ahora una polémica abierta y es que, aunque la mayoría de equipos y organizaciones eran partidarios del regreso de este aperturismo, es inevitable pensar en si es demasiado pronto o si se ha relajado demasiado el control teniendo en cuenta que el ciclismo ha sido una de los deportes que más afectado se ha visto por los efectos secundarios de la Covid y también de las vacunas.
Corredores como Chris Froome, Greg Van Avermaet o Marc Hirschi, entre otros muchos, aseguran haberse quedado marcados por las consecuencias del virus sin hallar explicación a un bajón de rendimiento que no habían tenido nunca. Por este motivo, y a pesar de que la UCI ha decidido abrir la mano, los equipos seguirán teniendo un control exhaustivo de la enfermedad