Nueve jugadores con dolencias musculares, dos lesiones de rodilla, una contusión, unas molestias cervicales y unas paperas. En total, 14 lesionados en los dos primeros meses y medio de competición. Una plaga en toda regla. O una pandemia. O una tragedia. O lo que quieran. Problemas, problemas y más problemas en el Barça. Sin embargo, entre tanta mala noticia, aparece un pequeño resquicio de alegría, una sorpresa inesperada, como esas quinielas que salva el Eibar un domingo por la tarde con un gol en el minuto 90. Su nombre, a estas alturas, ya les debería sonar. Sergi Roberto ya no es un canterano cualquiera, sino el hombre que mantiene a flote al equipo de Luis Enrique en ataque y en defensa. El martes, por ejemplo, fue el autor del gol del empate, el que inauguró la remontada contra el Leverkusen tras salir del banquillo.
Sergi Roberto comparte vida y milagros con todos los canteranos, pero es de los pocos que se ha podido quedar en plena crisis de La Masia (se han marchado Thiago, Deulofeu…). A los 14 años, cuando dejó Reus para ingresar en las categorías inferiores, nadie dudó de que sería un jugador importante en el futuro. El chaval, con mucho pelo y sonrisa perenne, tocaba bien la pelota, era capaz de anticiparse a los movimientos de los compañeros para dar un pase entre líneas y no perdía la posición. Es decir, sus características recordaban a las de un Xavi que se estaba comiendo el mundo a mordiscos en la primera plantilla.
Consciente de sus virtudes, Sergi las fue aprovechando en todas y cada una de sus etapas en las categorías inferiores. Con Luis Enrique, en el filial, consiguió hacerse con un puesto fijo en el centro del campo, como interior. Allí se hizo fuerte antes de jugar varios partidos con Tito Vilanova y pasar a formar parte del primer equipo junto al ‘Tata’ Martino, que le dio un total de 27 partidos (17 en Liga, seis en la Copa del Rey y cuatro en la Champions League).
Todo ese bagaje anterior le sirvió para esperar sin prisas su momento en la primera plantilla. Él no se desesperó a pesar de las múltiples voces que lo acusaron de no terminar de explotar. Y esta temporada, ha dado el salto de calidad que se le pedía. Por sorpresa, como lateral derecho, supliendo a Alves (lesionado) como si hubiera jugado en esa posición toda la vida. Incluso, llegando a rendir mejor que el brasileño en sus muchos años aciagos recorriendo la siempre exigente banda del Camp Nou.
Su progresión, tan ascendente como casual durante esta campaña, llega en el mejor momento posible. Las bajas le hicieron entrar como lateral nada más empezar la campaña y le permitirán volver como interior a partir de ahora tras la lesión de Iniesta. A sus 23 años, desde el centro del campo, ya no es el niño tímido que llegó a La Masia con cara de miedo. Sabe que es su momento. Desde su llegada a la primera plantilla ha aprendido de los mejores (Xavi, Busquets, Cesc, Iniesta, Rakitic…). Ahora, le toca tomar el relevo sin obviar su juventud ni su talento. Ya lo hizo contra el Leverkusen, tras salir del banquillo, marcando el gol del empate. Y, salvo sorpresa, será titular en Sevilla, en el Sánchez Pizjuán. ¿En qué posición? Eso, a estas alturas, es lo que menos le importa