Él no entraba en los planes de Florentino. Ni del Atlético. Ni de Benítez. Ni de nadie. En su puesto, bajo palos, debería haber estado De Gea. Sin embargo, fruto de la mala uva de Louis Van Gaal. O quizás, si se creen la versión oficial, debido a un error informático en el último segundo. Él estuvo en el Calderón. Se vistió de corto, se puso los guantes y sacó su capa de héroe. Él miró a los ojos a Griezmann y se lanzó a atajar la pelota. Él se llama Keylor Navas. O San Keylor Navas, como quieran. Él paró el penalti que selló el empate en el Calderón. Más que suficiente para una actor secundario que merece un papel protagonista. O, mejor dicho, que ya lo tiene.
Su actuación mantuvo vivo al Real Madrid en casa del eterno rival. Él paró el penalti en la primera mitad y sacó una mano prodigiosa en los últimos minutos para detener un disparo de Jackson Martínez. Eso es lo que se vio por la tele; en el campo, a los ojos de la grada, el portero es mucho más. Keylor es el que ordena la defensa, da ordenes bajo palos y aplaude una y otra vez. Y una y otra vez. Y una y otra vez. Sin descansar, mirando al cielo, levantando las manos y dando gracias a Dios por haberle dejado demostrar todo lo que puede dar bajo la doctrina de Benítez.
Hace dos veranos, cuando aterrizó en la capital procedente del Levante, nadie creyó que sería el portero titular. Ni siquiera él. Por entonces, ese puesto le pertenecía a Casillas. Eso lo tenía asumido. Sin embargo, ante la salida de Iker el pasado verano, la perspectiva cambio. Al menos, hasta minutos antes de que se cerrara el mercado de fichajes. Florentino Pérez se empeñó en que De Gea vistiera de blanco y llegó a un acuerdo con el jugador y el United, pero no consiguió que la transacción se realizara a tiempo. ¿Resultado? El costarricense se quedó, con los consiguientes resultados: tan solo dos goles encajados en Liga esta temporada.
Ante el Atleti, su protagonismo fue capital para que el Real Madrid sacara un punto del Calderón. Porque los blancos no hicieron su mejor partido. En la primera mitad, tan solo tuvieron una ocasión: el gol de Benzema de cabeza. ¿Y después? No mucho más. El conjunto de Rafa Benítez esperó metido en su área y aguardó a salir en una contra para sentenciar el partido. Pero no pudo hacerlo. Sin funcionar arriba, escondido en su propio campo, las intervenciones del portero costarricense se antojaron la única salvación para un juego espeso que, de momento, no convence a los aficionados.
El Madrid ya tiene nuevo ídolo bajo palos. Su nombre, ya saben, Keylor Navas, nuevo santo de una religión que cada vez cuenta con más devotos y que promete seguir su curso hasta convencer a todo el mundo a base de paradas. Y sin rezar en exceso. ¿Se puede pedir más?