El pasado 9 de octubre, el administrador financiero del Oporto, Fernando Gomes, anunciaba que las camisetas de Iker Casillas estaban agotadas. “Fue una locura. Preveíamos un aumento del 3% en ventas, pero la demanda se disparó y se han vendido las elásticas (96 euros cada una) de todo un año en apenas dos meses”, confirmaban. Esa era la noticia hace un par de semanas. Sin embargo, ahora, la buena nueva ha cambiado de barrio pero no de club. En lo futbolístico, los grandes titulares son todos para Vincent Paté Aboubakar (Camerún, 1992), autor de un gol y una asistencia contra el Maccabi en el último partido de Champions League que dio el liderato del grupo G al conjunto de Julen Lopetegui y dejó a Dinamo de Kiev en segundo puesto y al Chelsea tercero.
Si Casillas es el capitán general bajo palos, Aboubakar se ha convertido en pocos meses en la referencia arriba. Ya nadie echa de menos a Jackson Martínez. Lopetegui lo eligió a él para sustituir al colombiano y éste ha ocupado su puesto sin titubear. Con siete goles en 10 partidos oficiales, el camerunés ha pasado de ser un completo desconocido a estar entre los posibles fichajes de todos los grandes clubes de Europa. A sus 23 años, tiene la edad y las condiciones necesarias para aspirar a tallar su futuro con una buena nómina de pretendientes detrás de él. Y no es de extrañar: es rápido, va bien de cabeza y tiene visión de juego.
Su historia nace y se desarrolla a través de la adversidad. Aboubakar nació en Yaoundé, la capital de Camerún, una ciudad donde la venta de tabaco, la cerveza, la leche y la madera son las principales fuentes de ingresos. Es decir, una localidad pobre en la que la dieta se basa en comer pollo o cerdo y donde las máximas temperaturas oscilan entre los 31 grados de enero y los 36 de agosto. Allí, como cualquier niño africano, se crió el hoy delantero del Oporto. Sin lujos, jugando en la calle, buscando zapatillas, aprovechando balones ajenos y soñando con un billete con destino a Europa. O simplemente con seguir los pasos de Samuel Eto’o, ídolo eterno de su infancia y juventud.
Su billete de avión lo compró el Valenciennes francés y después lo aprovechó el Lorient en la Ligue 1. Allí explotó el camerunés, con 16 tantos en su última campaña, antes de fichar por el Oporto a razón de tres millones de euros (el 30% de los derechos económicos del jugador, según informó la Comisión del Mercado de Valores Mobiliarios lusa). Sin embargo, en su primera temporada le costó hacerse un hueco en la delantera junto a Jackson Martínez. Sólo marcó nueve goles en 22 partidos, pero fue poco a poco convenciendo a Lopetegui de que tenía que ser el sustituto del colombiano tras el verano.
Esta temporada se ha convertido en la referencia arriba. No sólo por sus siete goles, sino por su gran partido contra el Maccabi, anotando el primer tanto de cabeza y dando la asistencia del segundo a Brahimi tras recibir la pelota en el centro del campo, darse la vuelta, dejar por el camino a dos defensores y buscar el hueco por donde filtrar la pelota. Dos jugadas en las que mostró todo su repertorio: potencia, visión de juego y movilidad. Aboubakar será lo que él quiera ser. Su demarcación natural es la de delantero centro puro, pero sin fijar su posición, ya que entre sus virtudes también destaca su habilidad de tirar diagonales o caer a los costados.
En Oporto andan encantados con él. Una vez más, han conseguido fichar barato y venderán caro el próximo verano. Si algo ha demostrado Pinto da Costa, presidente de la entidad, es que sabe negociar. Ya lo hizo con Falcao (40 millones), con Hulk (55), con James (45), con Mangala (54), con el propio Jackson (35) y con el que sea. En total, han gastado 162 millones de euros en fichajes y han vendido por valor de 433 en los últimos cinco años. Aboubakar, con 50 millones de euros de cláusula, será el próximo.