Los niños, habitualmente, idolatran a los delanteros. Excepcionalmente, se encaprichan con algún extremo o mediapunta. Incluso, si el pequeñajo ha salido rarito, es posible que llegue a pedirle a sus padres la camiseta de un portero. Lo verdaderamente extraño es que alguien se fije en el mediocentro. Sí, ya saben, en ese tipo destinado a robar balones, construir el juego, organizar la defensa, comenzar la presión y mover la pelota –no está mal, ¿verdad?–. En él reparan pocos, aunque sea el hombre con más peso en el juego de cualquier equipo y el menos galáctico de todos. Esto, que es lo común en casi toda Europa, en Alemania es diferente. Allí Schweinsteiger, alias ‘Fußballgott’ (Dios del fútbol), ha sido durante una década el jugador a seguir. Y, en unos pocos años, su papel lo podría ocupar Joshua Kimmich, el joven del que vive enamorado Guardiola: “Es casi como mi hijo”, reconoció tras la victoria liguera ante el Stuttgart.
A lo largo de la historia, la posición de mediocentro ha sido quizás la más difícil de ocupar y, al mismo tiempo, una de la que más incidencia ha tenido en el juego de cualquier equipo. Guardiola, consciente de la importancia que tiene dicha posición en el juego, consiguió armar al mejor Barça de la historia con Sergio Busquets en esa posición y buscó lo propio desde que llegó a Múnich. En su primera temporada, Kroos desarrolló esa función en muchos partidos, y en su segunda campaña, entregó la batuta a Xabi Alonso. ¿Y esta tercera? Con el donostiarra como titular, está dando minutos a Joshua Kimmich, un chico de apenas 20 años que se parece a Pep tanto en las formas como en el fondo. “Si algún jugador está enfadado por no jugar que piense en Kimmich. Él merece más minutos, pero no se queja: entrena y juega de maravilla. Lo hizo muy bien contra el Dinamo de Zagreb y lo volvió a hacer hoy (en referencia al último partido de Bundesliga contra el Stuttgart)”.
Joshua. O Josh. O Jo. Llámenlo como quieran, porque él acepta cualquiera de estas variantes. Nació cerca de la Selva Negra, en Rottweil, y comenzó a jugar en el Stuttgart (a 90 kilómetros de su casa), donde pasó 12 años. No obstante, el salto de calidad lo dio en el Leipzig, con el que disputó 52 partidos y anotó tres goles antes de fichar por el Bayern a razón de 8’5 millones de euros. ¿La razón? Guardiola, que lo había estado siguiendo detenidamente, ordenó su fichaje.
“No he llegado a Múnich como fan, sino para trabajar”, reconoció nada más llegar al Bayern. Y así ha sido. Ha disputado 11 partidos esta temporada, con un 93% de acierto en pases en Bundesliga, más que Xabi Alonso (90%) y Thiago Alcántara (86%). Siempre siguiendo las indicaciones de Guardiola, que se observa a sí mismo en la forma de jugar de su pupilo. Porque lo cierto es que ambos comparten ciertas similitudes dentro del campo. Joshua Kimmich, como Pep en su momento, tampoco es corpulento. Ni es capaz de jugar en largo como Xabi Alonso. No es especialmente rápido ni espectacular físicamente. En realidad, no destaca en nada, pero tiene otras virtudes que suplen todo lo anterior: goza de visión de juego, asegura el pase corto, ofrece una puerta de salida desde la retaguardia y mueve al equipo.
El chaval, obviamente, no tiene prisa. A sus 20 años, no puede pedir más. Joachim Löw, que lo sigue desde la sub-17, cuenta con él para el futuro. Y Joshua está encantado. Sabe que su convocatoria se la tendrá que jugar con Julian Weigl, el otro joven talento alemán de su generación, que ya acumula 22 partidos con el Borussia Dortmund esta temporada (también con 20 años). De momento, se conforma con seguir los pasos de sus ídolos (Xavi y Schweinsteiger) y de haber sido una de las atracciones de la gira asiática de este verano, donde, ante las dificultades para pronunciar su nombre, los aficionados lo acabaron llamado el “guapo, dulce y pequeño jugador”. Ante eso, lo único que puede hacer es seguir creciendo. Y, de momento, lo hace en buena dirección.