Serán 1.000 los efectivos que la Policía Nacional desplegará el próximo sábado para asegurar el normal desarrollo del clásico del fútbol español entre Real Madrid y FC Barcelona. Una medida extraordinaria, mucho más allá de la normal condición de evento de alto riesgo que ya tenía el encuentro antes de los atentados de París.
En cualquier clásico del fútbol español las medidas de seguridad se elevan por sistema. Nadie olvida altercados pasados, y mucho menos el atentado que la banda terrorista ETA perpetró en Torre Europa en aquellas semifinales de la Liga de Campeones de 2002 entre blancos y azulgranas. Sin embargo, la tensión y el nerviosismo del momento actual necesitan de medidas contundentes para garantizar el normal desarrollo de uno de los eventos deportivos del planeta.
Si la Comisión Antiviolencia que forman las secretarías de estado de Seguridad y Deporte ha elevado a 1.000 los efectivos desplegados por parte de la Policía Nacional, los miembros de la seguridad privada de los clubes y de la propia Liga de Fútbol Profesional ascenderán, por su parte, hasta los 1.400. unas cifras sin precedentes que convierten el encuentro de la 12ª jornada de Liga en el encuentro más vigilado de la historia de España.
La decisión llega después de que el encuentro de la selección española en Bélgica se viera suspendido ante una amenaza terrorista que obligó al gobierno belga a elevar el estado de alerta del país del nivel 2 al 3, lo que implicaba de forma directa la suspensión de eventos de tal magnitud. El conjunto de Vicente del Bosque volvió a España entre grandes medidas de seguridad, mientras que al día siguiente, en Hannover, Alemania, el encuentro amistoso entre la Mannschaft y la selección Holanda también se suspendió tras encontrar un paquete sospechoso.
Una cadena de suspensiones y miedos provocada por los atentados perpetrados por el Estado Islámico en París que, curiosamente, comenzaron cuando dos terrotistas suicidas intentaron acceder al Stade de France con la intención de inmolarse. Por suerte, no se les permitió el acceso al descubrir que sus entradas eran falsas, aunque eso no pudo evitar que se dirigieran a los restaurantes de los aledaños del estadio donde Francia y Alemania disputaban un amistoso. Así comenzó un horror cuya onda expansiva ha llegado hasta el Santiago Bernabéu.