Iniesta, de Londres a Madrid
El manchego se fue entre aplausos del Santiago Bernabéu. Dio la asistencia del segundo gol y marcó el tercero.
22 noviembre, 2015 03:04Noticias relacionadas
Tiende el deporte a menudo a jubilar a sus ídolos con presteza, antes siquiera de que la fecha de caducidad haya ejercido su derecho póstumo. Sin embargo, la realidad acostumbra a contradecir cualquier opinión al respecto. Lo demostró Pau Gasol a sus 35 años, en el Eurobasket, y podría hacer lo propio Iniesta, a sus 31. Mejor dicho: lo hizo. Bailó de nuevo sobre el tapete como en sus mejores años, en el Bernabéu, en un Clásico. Apareció para darle el segundo a Neymar y para hacer el tercero, con un disparo de esos que gustan de lamer el larguero antes de buscar las mallas. Como siempre: sigilosamente, sin hacer mucho ruido, acunando la pelota, levantando la cabeza, oteando el horizonte y encontrando el hueco.
De Iniesta se puede dudar. Eso es legítimo. De hecho, así fue durante gran parte de la temporada pasada y el inicio de ésta. Pero sería de necios no reconocer su importancia en el juego del Barcelona casi desde su debut. Porque lo cierto es que el manchego estuvo en el 2-6, en el 5-0 y en este 0-4 (todos contra el Madrid). Y sí, también fue el minuto 93 de Stamford Bridge y el español que más cerca estuvo de ganar el Balón de Oro. Esa es la realidad de una carrera que parecía agotada. Sin embargo, no ha sido así. Tras el adiós de Xavi, compartiendo la capitanía con Messi, ha pedido conducir el barco y lo ha llevado a buen puerto. Y sí, puede que no hiciera lo adecuado el día de los disfraces, pero a quién le importa tras el baño en el Bernabéu. Al final, no hay que engañarse: esto es fútbol y nada más.
Ante el Madrid, una vez más, Iniesta marcó el ritmo. Pidió el violín y puso la música. En el centro del campo, desde la izquierda, reconvertido en este nuevo Barça que apelmaza la pelota, mantiene la posesión y lleva el peso de los partidos; pero que también corre cuando se lo pide el encuentro: encerrado atrás, dejando atacar al Madrid y saliendo a la contra. En definitiva, buscando el cuello del rival cuando lo precisa el partido, con dos tipos que agradecen cada uno de sus balones. El primero de ellos, Luis Suárez, que marcó dos de los cuatro goles ante el conjunto blanco; y el segundo, Neymar, asociándose con él, como en el tercer tanto.
Iniesta, artífice del toque y seductor de la posesión, creció futbolísticamente cantándole nanas a la pelota y acumulando posesión junto a Xavi. Sin embargo, ha madurado con Luis Enrique en transiciones rápidas, cambiando la música clásica por el rock and roll. Ahora, junto a Rakitic, juega a otra cosa, parecida en su diferencia, pero igual de mortífera para los rivales. Además, porque en los últimos tiempos se les ha unido Sergi Roberto, que dio la asistencia del primer tanto a Luis Suárez. Uno de esos pequeñitos que comparten estilo, maneras y porvenir con el manchego.
Del Bernabéu, Iniesta -némesis de Piqué- se fue entre aplausos, como cuando regresó de Johannesburgo con la Copa del Mundo debajo del brazo. O como cuando Ronaldinho se fue de Madrid ovacionado por la misma afición que vio su quiebro a Sergio Ramos. Porque aunque lo dieran por muerto, igual estaba de parranda. Y es posible que siga todavía durante mucho tiempo, con suerte para el fútbol.