En los pueblos y en las ciudades medianas, a menudo, la concepción de los éxitos futbolísticos es ligeramente diferente a la vivida en las grandes urbes. Por ejemplo, en Puertollano, población de poco más de 50.000 habitantes, todavía recuerdan con entusiasmo el día que el equipo ganó la Copa Federación (el equivalente a la Copa del Rey para clubes de 2ªB y 3ª). Esto, que es un acontecimiento en toda regla en este tipo de localidades, tiene poco significado si ocurre en Madrid, en Barcelona o en Sevilla (por hablar de tres capitales). Y sirve para explicar, de una u otra manera, el entusiasmo que hay en Leicester, una población de 300.000 habitantes que se despierta todas las mañanas con su equipo líder de la Premier League. Gracias, en parte, a dos jugadores que han encandilado a todo el continente con su fútbol: Riyad Mahrez y Jamie Vardy. Entre ambos han marcado 26 goles esta temporada en liga.
El Leicester, que por tradición (fue fundado en 1884) es uno de los históricos del fútbol inglés, nunca ha sido un equipo a tener en cuenta. Sus vitrinas tan solo albergan tres copas de la Liga, una Community Shield y un segundo puesto en primera en la temporada 1928-29. Es decir, los trofeos los ha visto por la televisión y el oro sólo lo ha contemplado en sueños. Y, de hecho, hace dos temporadas militaba en Championship. Sin embargo, este curso, sin que nadie lo esperara, la tendencia ha cambiado. Antes de empezar la Premier, en las casas de apuestas, la probabilidad de que se proclamara campeón era de 1 por 5.000. Ahora, aunque nadie lo quiera creer, hay más de uno que ya ha decidido depositar todos sus ahorros en una victoria final.
El primer culpable de tal éxito es Jamie Vardy, un tipo con pinta de ex presidiario que gastó fama de pandillero durante su juventud por meterse en peleas callejeras y trabajaba en una fábrica de férulas hasta hace poco más de tres años. Entonces, compaginaba el ‘tajo’ con el fútbol y trituraba hamburguesas con la misma regularided con la que Mourinho se queja de los árbitros. Sin embargo, poco a poco, su vida empezó a cambiar. Jugó en el Halifax (categoría regional), en el Fleetwood Town (quinta división) y después llegó por tan solo un millón de libras al Leicester para subirlo a la Premier, superar el récord de Van Nistelrooy marcando en 11 partidos consecutivos y convertirse esta temporada en el ‘Pichichi’ de la competición (15 goles en 16 partidos).
Junto a Jamie, la otra gran atracción se llama Riyad Mahrez, el dueño de la banda derecha del King Power Stadium. Ese tipo que recoge la pelota, la amamanta, la mece, le da mimos y la acomoda en la bota de Vardy. O en las mismas redes. O donde sea. El mismo que en el mercado invernal de 2014 sólo tenía una oferta, la del Leicester, a sólo seis meses de que su contrato expirara. Ese jugador que llegó por 500.000 euros y este curso ha marcado 11 goles y dado seis asistencias en la Premier.
Vardy y Mahrez. Mahrez y Vardy. Ellos dos son la pareja de moda en Europa. Ambos suman más goles que 15 equipos de la Premier League. Entre ellos, el Manchester United (21), el Liverpool (20) o el Chelsea (18). De ahí que muchos se hayan interesado en ficharlos. Aunque, de momento, ni los jugadores quieren salir ni el club está dispuesto a abrirles la puerta, como reconoció su entrenador, Claudio Ranieri: “Se quedan”.
Precisamente, el técnico italiano, que fue destituido de su cargo de seleccionador de Grecia en noviembre del 2014 tras caer derrotado contra Islas Feroe (0-1), es el artífice del milagro. Ranieri, candidato número uno a ser destituido antes de Navidades –eso decían los aficionados a principio de temporada– es el técnico más valorado a día de hoy. Al fin y al cabo, él es el responsable directo de este éxito y de la conjunción de jugadores como Vardy o Mahrez, pero también del buen momento por el que pasa Kanté o el guardameta Kasper Schmeichel –hijo de Peter, el portero danés que lo ganó todo con el Manchester–. Y todo ello en un club modesto, pequeño, de esos que están destinados a no dar ruido. Pero, como gustaba de decir el gran Matthew Le Tissier: “Hay algo mejor que jugar en equipos grandes: jugar contra ellos y ganarles”.