En el fútbol, y quizás en la vida, hay dos formas de despedirse: por la puerta grande o por la trasera. Las diferencias, ya saben, son sustanciales y evidentes. Y Mourinho, por suerte o por desgracia, conoce ambas. Porque sí, él fue el quien dijo adiós al Oporto entre vítores. Y también él fue quien cerró su primera etapa en Stamford Bridge por las buenas, tras algún desencuentro menor si se compara con la que ha montado posteriormente. Y él, por última vez, abandonó el Inter de Milán como un héroe tras hacerse con el triplete. Pero después…. Ay, después. Del Bernabéu se fue esquivando balas y del Chelsea, en esta segunda oportunidad, ha recogido sus cosas por “mutuo acuerdo”, pero con los jugadores apostados en el aeropuerto de Heathrow gritando 'goodbye, goodbye'.
Primera etapa
Hecha oficial su despedida, toca poner sobre la mesa los títulos conseguidos, los rifirrafes con los jugadores y su relación con la afición. Es decir, toca hacer balance, volver al principio y valorar. Empezando por lo primero, por su llegada a Londres en una tarde de junio de 2004, cuando cogió las riendas del Chelsea el que por entonces era el entrenador revelación de la pasada temporada, el que había conseguido levantar la Champions League con el Oporto del Siglo XXI, igual de histórico que el de siempre, pero bastante más modesto en cuanto a su dimensión europea.
Aquel joven entrenador, traductor en su estancia en Barcelona, apareció como recién peinado, hablando un inglés correcto y con maneras exquisitas. Se atribuyó la fama de ‘The Special One’ y se puso a entrenar. Y en sus más de tres años al cargo del Chelsea, levantó al equipo y lo bendijo con el oro de los títulos. Ganó seis (dos Premier League, dos Copas de la Liga, una Community Shield y una FA Cup), se convirtió en el mejor técnico de la historia del club y se fue por la puerta grande. De “mutuo acuerdo”, sí, pero con el favor de la grada en la memoria de todos.
Su primera etapa la cerró con los mencionados seis títulos en su mochila de ego y tras gastar casi 400 millones de euros en fichajes. La razón nunca se hizo pública, pero sí se intuyó: posibles desavenencias con Roman Abramóvich, presidente de la entidad, habrían motivado su marcha. En ese clima, entre enrarecido y surrealista, con la grada pidiendo su regreso y el club yendo contracorriente, Mourinho dijo adiós, pero con una mácula en su expediente: el haberse quedado sin ganar la Champions League.
Segunda etapa
Mourinho abandonó el Madrid también de “mutuo acuerdo” –las palabras de moda, ya ven–y fue recibido en Stamford Bridge como el hijo pródigo, como el mesías que todo lo cura y todo lo puede conseguir. Y esa estela de héroe no la ha perdido hasta su marcha. En las dos temporadas y media que ha estado en Stamford Bridge, ‘The Happy One’, como se definió a su vuelta, se ha hecho con dos títulos (Premier League y Copa de la Liga), gastándose 357 millones de euros en fichajes, pero, de nuevo, sin poder agarrar y levantar la codiciada Champions.
Esta temporada, su tercera, como le ocurriera en el Real Madrid, ha tenido que decir adiós. Pero esta vez sólo se va con el favor de unos pocos aficionados en la mochila y menos oro del esperado. En Stamford Bridge, ese patio de vecinos adicto al cuchicheo, el técnico se ha disparado a sí mismo día tras día, error tras error y fallo tras fallo. El primero, seguramente, despedir a Eva Carneiro, la fisioterapeuta del club; y el segundo, volver a dividir al vestuario. Es decir, poner a todos en su contra.
¿Lo han traicionado los jugadores a él o ha sido Mourinho el que los ha traicionado a ellos? De una u otra forma, el portugués ha ido acumulando enemigos hasta encontrarse solo. Con Cesc, Diego Costa y Pedro a la contra; y con Hazard llamando a la prensa para decirle que prefería perder antes que ganar para Mourinho. Así, con sólo cuatro victorias en la Premier League y a tres puntos del descenso, a Abramóvich no le ha quedado otra que destituirlo. Si renunciará finalmente a su finiquito de 50 millones de euros está por ver, aunque según la BBC así sería. En cualquier caso, su segunda etapa ha capitulado. ¿Habrá tercera?