Como un tsunami llegaron los hinchas de River Plate a Asia. En frente estaba el Barça, el equipo de los goles, del toque, del plantillón, el equipo de Messi, de Neymar y de Suárez, de Busquets y de Rakitic. El equipo del fútbol total. La directiva del club argentino ya había calificado el encuentro como el partido más importante de la historia de la organización. Pero a pesar de estar allí, no pudo ser.
El River Plate ofreció una muy buena imagen ante una grada millonaria entregada, pero el Barcelona no sufrió. Ese es el legado que ha dejado este club en 2015: los pocos apuros que ha encarado sobre el césped los ha ido sorteando sin angustiarse. Como el equipo campeón que es, el agobio lo producen ellos sobre el rival y no al revés. Y las pocas veces que ha sufrido ha sido de manera efímera, con la excepción del bache a principios de septiembre. Se vio en la final de la Champions, se vio en ambos partidos de este año contra el Real Madrid, se vio en la final de Copa, y así un largo etcétera.
Así encara el equipo de Luis Enrique este incipiente 2016: como claro favorito a revalidar todo. Tras quince jornadas, el Barcelona solo ha perdido dos partidos en Liga, se ha clasificado para octavos de final de Champions como primero de grupo sin mayor problema y ya está en la siguiente ronda de Copa del Rey, donde se enfrentará al Espanyol en un momento difícil para el conjunto perico.
Además, en pocos días podrá participar en el mercado de fichajes. Adquieran o no jugadores, incorporarán a la plantilla a los ya fichados en el pasado mercado estival Arda Turan y Aleix Vidal, dando así más fondo de armario al equipo de Luis Enrique, que necesitará toda la artillería disponible para una segunda vuelta en la que el objetivo de repetir preseas será tan deseado como complejo.
Con todo a favor, el principal problema del Barcelona es el propio Barcelona. Observando al eterno rival, el Real Madrid llegó a principios de año en una situación similar a los blaugrana: encaraban la segunda vuelta siendo campeones del Mundialito y con un juego excelso, líderes en Liga. Pero en Valdebebas, justo hace un año, la alegría se convirtió en llanto relativamente rápido. Faltos de la costumbre por repetir éxitos, la cultura del cortoplacismo tomó control sobre el vestuario y sobre el club.
Ese es el mejor espejo en el que el Barça puede mirarse para evitar errores semejantes. Al igual que el Barcelona cayó en la autocomplacencia en la época de Rijkaard, también fue capaz de no caer en ella en la época de Guardiola en Can Barça. Debido a todo lo que hay en juego, Luis Enrique tiene la oportunidad de ser el primero en ganar dos Champions seguidas con el actual formato, al igual que todos los jugadores de su plantilla.
En la final del Mundialito, se observó el regreso del tridente a un once titular en un partido importante. Pícaros y letales, tanto en estático como a la contra, los tres de arriba garantizan espectáculo para los espectadores y noches de highlights en bucle, pero solo canalizando ese arte en efectividad. Como hemos visto este año, el Barcelona puede reeditar en 2016 los éxitos del que ya se acaba.