El fútbol se ahorca
La simulación del ahorcamiento del portero rival en el Amsterdam Arena es el último episodio de las barbaridades que algunas aficiones cometen dentro de un estadio de fútbol.
10 febrero, 2016 00:39Noticias relacionadas
El fútbol, como todas las artes, también tiene borrones. Cuando éste se deja en manos de radicales, las consecuencias normalmente son nefastas. Y para ello no es necesario llegar a la violencia física para demostrar los sentimientos de odio que uno tiene dentro. Porque la violencia no sólo se representa en grandes peleas, sino también en ambientes hostiles que acaban con aficiones enloquecidas en contra de un rival.
El Ajax-Feyenoord de la Liga Holandesa fue un episodio más de la radicalidad en la que se está sumergiendo el fútbol. La rivalidad llevada hasta unos extremos en los que un adversario, que antes fue un ídolo, pasa a ser considerado un enemigo merecedor del recibimiento más bárbaro.
El último en pasar por ello ha sido el portero Kenneth Vermeer, que volvía al Amsterdam Arena, esta vez con la camiseta del eterno rival, el Feyenoord. En el Ajax había crecido, dando el salto al primer equipo, donde jugó seis temporadas hasta que, sin oportunidades en el once, marchó a Rotterdam.
Sin perdón, gran parte de la afición del Ajax convirtió los prolegómenos del inicio, así como el mismo partido, en un auténtico infierno para Vermeer. El punto álgido a un clima casi bélico, acompañado con una humareda negra que apenas dejaba ver el estadio, llegó cuando en una de las gradas del estadio sacaron un muñeco, lo descendieron lentamente y simularon un ahorcamiento. El muñeco, con una camiseta blanca con el número 1, representaba al portero holandés.
No se le perdona que, cuando abandonó el Ajax, fuera a su gran rival del país, con el que protagonizan cada año De Klassieker, uno de los duelos más antiguos del fútbol europeo que enfrenta a las dos Holandas: la de la capital, asociado a las clases altas, y la de Rotterdam, más asociada a la clase obrera, alejada del modernismo de Amsterdam.
El propio Vermeer, según confirmaron medios holandeses, denunció los hechos nada más acabar el partido y la policía holandesa no tardó en actuar. Detuvo al autor y éste fue expulsado de por vida del Amsterdam Arena, que seguramente será clausurado. Todo el fútbol holandés se movilizó, desde el presidente de la asociación de fútbol holandés, Bert van Oostven, que consideró la acción "repugnante e inaceptable", hasta Frank de Boer, entrenador del Ajax, que aseguró haber visto algo "indignante, que no se entiende".
Estos hechos, y tras unas semanas en las que los aficionados radicales del Feyenoord han estado en el punto de mira por incluso amenazar a futbolistas en sus casas, vuelven a encender las alarmas en un país en el que la violencia en el fútbol ha sido muy común, por la extrapolación que se hace a otros ámbitos de la sociedad, y que tuvo sus años más duros en los 90, con varios muertos entre hinchas radicales.
Una práctica que se repite
Los recibimientos violentos a jugadores que pasan de ser ídolos a enemigos por irse al eterno rival no son nada nuevos. El incidente de Amsterdam es una copia exacta de lo que ya se vivió en la liga francesa el pasado septiembre. Entonces la víctima fue Mathieu Valbuena y el lugar, Marsella.
Cuando el francés regresó al Velodrome, estadio donde fue venerado durante años, le ocurrió lo mismo que a Vermeer: ambiente violento, pancartas de "traidor", lanzamiento de botellas... y un muñeco ahorcado 'volando' por las gradas, representando al que se había convertido en el rival más odiado.
El caso fue mucho más sonado porque el Olympique de Marsella llegó a retirar el dorsal de Valbuena, en un homenaje del club al que había sido su capitán y referencia en los últimos años. El francés se fue a Rusia y tras un año allí, regresó a su país en las filas del otro Olympique, pero el de Lyón, eterno rival de su exequipo. La sanción fue entonces tibia: cierre de la parte del estadio en el que se habían cometido los incidentes.
Más duros fueron los aficionados del Standard de Lieja belga con Steven Defour. Éstos fueron más allá y no necesitaron muñecos para simbolizar la animadversión que tenían a su ex jugador, actualmente en el Anderletch y gran rival del nuevo equipo de Víctor Valdés. Cuando los jugadores salían al terreno de juego, los radicales del equipo belga sacaron un inmensa pancarta con el lema "Rojo (color del Standard) o muerto" y una imagen de un hombre enmascarado que en una mano sujetaba un sable ensangrentado y en la otra, la cabeza de Defour decapitada.
En un ambiente infernal, el propio jugador acabó desquiciado, dando un balonazo a los aficionados del estadio Maurice Dufrasne, que acabaron lanzándole sillas desde la grada, en un acoso sin precedentes en Bélgica. Todo se saldó con una sanción de un partido a puerta cerrada y 5.000 euros de multa.
Götze, Figo y la caliente Argentina
En la aparente correcta Alemania, donde apenas ocurren grandes incidentes, el recibimiento más llamativo, pero éste sin violencia, fue el que le 'regaló' la afición del Borussia Dortmund a Mario Götze. Cuando regresó al Iduna Park con la camiseta del Bayern, una pancarta la esperaba con un mensaje claro: "La búsqueda del dinero muestra el corazón que uno tiene. Vete a la mierda, Götze".
En España, el recibimiento más hostil que se recuerda sigue siendo el de Luis Figo al Camp Nou en noviembre de 2002. El lanzamiento de botellas, mecheros, bolas de golf y hasta una cabeza de cochinillo obligó a suspender varios minutos el clásico. Dos años antes, en su primera visita al Camp Nou, recibió otro recibimiento hostil, con billetes con su cara e incluso alguna en la que se podía leer "Figo muérete".
La pasión que se vive en Argentina, en muchos casos desembocada en violencia, también ha llevado a ambientes endiablados en las gradas. Allí se utiliza más el insulto directo y personal cuando un jugador odiado visita tu campo. El odio no sólo viene por la marcha a otro equipo, sino cuando por sus fallos, el equipo pierde y para más inri, acaba después saliendo. Bien lo sabe el portero Agustín Orion, que tras fallar en un partido de Copa Libertadores e irse posteriormente a Estudiantes y Boca, sufrió ataques directos cuando visitaron el que fuera su estadio durante años, el Nuevo Gasómetro de San Lorenzo de Almagro.