Cavani no entraba en los planes: ni de su entrenador ni de su afición. Sin embargo, tuvo que aparecer entre los suplentes, saltar al campo y darle la victoria a los suyos (2-1). Al final, cuando ya nadie lo esperaba, Di María picó la pelota por encima de la defensa, el delantero controló, miró a los ojos a Courtois y se la coló por su palo, ajustadita. Y fin de la historia. Al menos, de momento, hasta la vuelta, en la que los franceses parten con ventaja, pero también con mucho miedo ante todo lo que pueda pasar en Stamford Bridge.



Edinson Cavani, en realidad, siempre ha sido una sombra de Ibrahimovic. Llegó después que él para ser protagonista, pero lo cierto es que pasó a un segundo plano. Se tuvo que colocar en la izquierda, de segundo punta y en la derecha. En cualquier parte con tal de jugar. Sin embargo, eso no le reportó demasiados caramelos. Si acaso, algunas críticas. Pero él siempre amenaza con volver, con ser protagonista y dar una alegría al Parque de los Príncipes. Es decir, con cumplir con su papel, tal como hizo contra el Chelsea.



Al otro lado aparece Ibra. Y de él no se duda. Ni de su calidad ni de su clase. Ni siquiera de su capacidad para marcar goles con cualquier parte de su cuerpo. Pero sí que se ha puesto en cuestión -y no pocas veces- su capacidad para aparecer en los grandes partidos. Sin embargo, esta vez, contra el Chelsea, se quitó ese peso de encima inaugurando el marcador de falta directa. Pero de poco sirvió. Poco después, justo antes del descanso, apareció Obi Mikel para hacer uno de esos goles que a la postre deciden las eliminatorias. Se encontró la pelota en el córner y de un punterazo la metió dentro para hacer el empate.



Marcado su gol, Ibra no acabó de entrar en el partido. Chocó una y otra vez con los centrales del Chelsea. Fue a por ellos, los buscó y lo intentó, pero nada. El conjunto londinense, en clara progresión desde que se fue Mourinho, cuajó un buen partido. Incluso, se llevó un buen resultado. Defendió bien, atacó con cabeza en ataque y demostró estar enchufado y con ganas, algo que no se veía desde hace tiempo. Y con esas pautas estuvo a punto de sacar un empate. Hasta que llegó Cavani para dar la victoria a los parisinos.



Ibra se fue y apareció Edinson. Quizás la mejor paradoja de lo que es el PSG, un equipo que siempre apunta maneras -como Zlatan-, pero no termina de hacer daño, de convertirse en grande. Y le volvió a ocurrir una vez más. Porque el resultado (2-1) no deja la eliminatoria sentenciada y, de una u otra manera, supone un paso a medias. Vamos, como siempre. Lo normal en París.