Las novela, a menudo, necesita de la verosimilitud para ser asumida como algo creíble. Sin embargo, la realidad, por muy fantasiosa que parezca, puede prescindir de elementos narrativos y, a pesar de ello, ser tomada como cierta. La evidencia la ofrece estos días el Leicester City, brillante líder de la Premier League e inesperado protagonista de una historia tan inesperada como lírica. Un papel que –con diferencias– interpretó en su momento el Celtic de Glasgow: campeón de Europa contra todo pronóstico en 1967 ante el Inter de Milán de Helenio Herrera. Quizás, la prueba más concluyente de que la realidad tiende a superar a la ficción. Un relato, en cualquier caso, que toca recordar con motivo de la 60 edición del campeonato continental de clubes.
Por orden, el protagonista principal de la historia sería Jock Stein, jugador internacional de Albion Rovers, Llanelli Town y Celtic. El mismo que, poco después, en 1965, se convirtió en el primer técnico protestante en ocupar el banquillo de Celtic Park. Y, sobre todo, el hombre que ganó 10 ligas (nueve de ellas consecutivas) y puso en el mapa continental al conjunto escocés. ¿Cómo? Ganando la Copa de Europa con dos dogmas de fe bien claros. El primero: “La única forma de traer a los aficionados al estadio es haciendo que se diviertan. Por tanto, hagámoslo”. Y el segundo: “El mejor sitio para defender es el área rival”.
Con él en el banquillo, el Celtic de Glasgow acabó con la ‘dictadura’ de los equipos latinos –hasta entonces sólo habían ganado la Copa de Europa clubes españoles, italianos y portugueses– y se hizo con el trofeo contra todo pronóstico. Dejó por el camino al Zúrich, al Nantes, a la Vojvodina y al Dkla de Praga. Y en al final, se impuso contra todo pronóstico (2-1) ante el Inter de Milán de Helenio Herrera: remontó el gol inicial de Mazzola y se llevó el trofeo gracias a los tantos de Tommy Gemmell y Steve Chalmers.
Aquella proeza, impensable hoy en día, fue tomada como tal en su tiempo. ¿La razón? El equipo de Helenio Herrera ya había ganado en dos ocasiones la Copa de Europa, era superior futbolísticamente y había eliminado al vigente campeón, el Real Madrid. Tenía mejores jugadores y un estilo contrastado. Sin embargo, las bajas de Luis Suárez y Jair da Costa le pasaron factura. A lo que se sumó la superioridad física de los escoceses, decisiva a la postre. “Era inevitable. Tarde o temprano el Inter del catenaccio, de las victorias por la mínima, tenía que pagar su juego demasiado conservador”. Y lo pagó en aquella final.
El tiempo ha pasado rápido desde que aquellos jugadores bautizados como ‘Los leones de Lisboa’ levantaran el cielo de Europa. Desde entonces, algunos han amagado con imitar su proeza –y muchos lo han conseguido–. Pero aun así, el nuevo orden continental invita a pensar que aquella historia no se volverá a repetir. Lo sabe bien Jock Stein, ya fallecido, el hombre que nunca prometió que su primer amor fuera el Celtic, pero sí reconoció que "fue el último". El protagonista de una novela en la que le hubiera gustado ser secundario. Al fin y al cabo, como le gustaba decir, “aquí los únicos que hacen que las cosas cambien son los jugadores”. Y partir de ahí, obviamente, se puede conseguir cualquier cosa.