“Guardiola ha modificado el ADN del Bayern”. Esta frase se ha podido leer en la prensa alemana en varias ocasiones desde la llegada del técnico español. ¿Las causas? Ya saben, que si el toque era excesivo, que si la falta de garra, que si la ausencia de contraataque… Pero, sobre todo, a Pep se le ha reprochado en múltiples ocasiones el haber modificado el carácter del conjunto bávaro. Comentado lo anterior, los que lo dijeron o publicaron todo eso, ya pueden cambiar de opinión. Y la prueba la tienen bien fresca tras la remontada del conjunto bávaro ante la Juventus (4-2). Cuando nadie lo esperaba, después de ir dos por debajo gran parte del partido: Lewandowski y Müller mandaron el partido a la prórroga, y Thiago y Coman certificaron el pase de los alemanes a cuartos de final.
Sobrevoló el fantasma de las eliminaciones contra Barcelona y Real Madrid por el Allianz Arena. Y, de hecho, el Bayern entró muy mal y se pasó parte del partido sin plantar cara, arrollado por su rival y en su propio estadio, delante de su gente. No quiso o no pudo con la Juventus en el arranque. Fue inferior y lo pagó, cometiendo fallos impropios de un equipo que se sabe campeón de la Bundesliga. El primero de ellos de su portero, que se precipitó en la salida y dio pie al gol de Pogba, que sólo tuvo que empujarla a la portería. Y después, dejando a Morata irse de hasta tres jugadores, casi como si fuera Maradona, para que Cuadrado finalizara la jugada.
Se impuso la Juventus en el marcador y también en el juego durante los primeros 70 minutos. Encerrada en su campo, supo leer los tiempos y hacer daño cuando lo pedía el partido. Aunque, también es verdad, el Bayern no tuvo su día y no supo reaccionar hasta el final. Durante gran parte del partido, no supo atacar: tocó, tocó y tocó, pero no consiguió crear ocasiones. Se atascó una y otra vez, con inmensas dificultades en defensa y Morata haciendo el partido de su vida, molestando a la defensa incesantemente y, con diferencia, consagrándose como el mejor de su equipo hasta que Allegri decidió sustituirlo por Mandzukic -el error en mayúsculas del técnico italiano-.
Pero el Bayern, a pesar de todo, resucitó al final del partido. Douglas Costa se la puso en la cabeza a Lewandowski y éste la mandó a las redes para afrontar los últimos minutos como un verdadero equipo alemán. Empujó desde entonces el conjunto bávaro. Incluso, la volvió a tener el delantero polaco, que estrelló el balón en el poste. Pero el tanto del empate no llegaría hasta el final, cuando ya nadie lo esperaba. Casi calcado al anterior, pero con otros protagonistas. Esta vez Coman dio la asistencia y Müller, en el segundo palo, remató para mandar el partido a la prórroga y repetir el guión del partido de ida.
Remontó la Juve en su estadio en la ida e hizo lo propio el Bayern en la vuelta. Quizás, la mayor certeza de que el papel de ambos equipos es y ha sido similar durante esta eliminatoria. Y así fue una vez al comienzo de la prórroga, hasta que saltó Thiago al césped. Guardiola quitó a Ribéry y le dio entrada a él. Y el español, a pesar de fallar dos balones nada más entrar en el terreno de juego, se fabricó la jugada del 3-2 para certificar la remontada: combinó con Müller y la dejó lamiendo el palo antes de volverse loco. O, mejor dicho, antes de volver locos a todos: al Allianz Arena, por lo evidente, y a Allegri, que vio como se le iba el partido. Pero, sobre todo, dio pie a que Coman -cedido por la Juventus- hiciera el cuarto y diera el pase a los alemanes. Es decir, para que el subcampeón diga adiós a la Champions. Casi nada.