Dice la reciente historia que nadie repitió victoria en la Champions. Ganar la Copa de Europa inhabilitaba a ese equipo al siguiente. La estadística, que no es más que eso, se ha ido cumpliendo desde que la Champions se llama Champions. Pero la estadística no entiende que enfrente tiene a este Barça.
Los culés se quitan rivales como si se quitara espontáneos. Los esquiva, los regatea y los elimina. Sin piedad, pero con sutileza. Por tercer año consecutivo, elimina a un equipo inglés. En los tres años se presentaban como duelos difíciles y acabaron siendo casi un trámite. Sin quitar méritos a este equipo (sería inútil hacerlo), ni el City de Pellegrini ni el Arsenal de Wenger les pusieron en aprietos.
Con la alfombra del 0-2 en la ida, el Camp Nou asistió a una fiesta. El Arsenal no fue rival. Ni en la ida ni en la vuelta. La diferencia fue abismal, como si el equipo inglés fuera un equipo de mitad de tabla. Y no, es el tercero de la Premier League, algo que habla no muy bien de esa Liga. Sin defensa y sin ataque, Wenger se volvió a meter otro batacazo, algo muy comun ya en él.
Por si había algún iluso, Neymar rápidamente se encargó de demostrarles que hay ciertas cosas en el fútbol que son imposibles. La remontada del Arsenal así lo era. El brasileño, aprovechándose de una defensa casi trágica, marcó fácilmente el 1-0 y finiquitó en el minuto 18 la eliminatoria.
Neymar era el primero del tridente mágico, que volvió a irrumpir con toda su fuerza y sin estar al 100%. Lo llamativo es que estos tres desengrasan la máquina como si no estuvieran haciendo nada. La MSN destacó, con goles de los tres, aunque fue un gran partido coral de los culés. Destacó Iniesta, destacó Ter Stegen y destacó hasta Alves. El Barça se dio el gusto de un partido plácido en el que solo sufrió unos diez minutos, cuando el Arsenal les empató y se crearon esos minutos de indecisión tan habituales en Champions.
Pero cuando más dudas había en el Camp Nou, con un Arsenal negado al ataque pero que daba pie a crear miedo, apareció Luis Suárez para llevar tranquilidad. Un centro de Dani Alves, muy de su estilo, de esas jugadas que el lateral brasileño tiene patentados, acabó con una media chilena, también llamada tijera, de Luis Suárez. La cantidad de opciones que brinda el uruguayo bien demuestra la importancia de su fichaje. Es un 9 de los de siempre y, a la vez, con variantes.
Con eso se hundió un Arsenal que solo quedó como comparsa. Es decir, para ser el juguete de disfrute del Barça. Hasta cuando hacían bien las cosas, el final era la gloria de los culés. Al equipo de Luis Enrique no les hacía ninguna falta que Ter Stegen aparecierá, pero este se lució. Sacó una mano estratosférica a un lanzamiento de falta y el rechace fue aun mejor. Se quedó parado, como si de una estatua se tratara y solo movió levemente su brazo, cual robot con sensor, para volver a despejar al balón.
Con todo visto para sentencia, Messi también dejó su detalle de cada partido con un exquisito gol, picando el balón por encima de Ospina en lo que era el 3-1. Orgasmo en el Camp Nou, que espera ya unos cuartos en los que es el claro favorito. Parece difícil encontrar un equipo que a dos partidos pueda parar a este todopoderoso Barça que va camino de hacer historia con su segunda Champions consecutiva.
La risa es del Barça. La impotencia, de los gunners. Sexto año consecutivo en el que el Arsenal pierden en octavos. Igualan al Madrid de 2005-2010. La diferencia en los ingleses es que todo sigue igual: misma filosofía, mismo entrenador y mismos desastres. Un proyecto caducado que repite, año tras año, los errores que con anterioridad también le hundieron.