No es que Sergio Ramos esté siendo lo más brillante del Real Madrid esta temporada. Al contrario. El camero empieza a cansar a gran parte del madridismo por sus 'idas de olla', por sus faltas de intensidad, por sus expulsiones 'tontas'. Por una larga lista de cosas que están haciendo del héroe blanco (así lo es desde su gol en Lisboa) perder el inmenso apoyo del que gozaba en el Bernabéu.
Sergio Ramos es un jugador irregular. Muy irregular. E impredecible. El capitán del Real Madrid es capaz de hacer cinco partidos malos y uno bueno para más tarde encadenar cinco buenos y uno malo. Al sevillano es mejor juzgarle allá por mayo, cuando la temporada acabe, que partido a partido. Sergio no entiende de 'cholismos'.
No pasa por su mejor momento Ramos. Sus partidos de Liga se cuentan por expulsiones y fallos. La roja ante Las Palmas, que le hizo perderse el partido ante el Sevilla, y la estúpida expulsión ante el Barcelona, que dejó a su equipo con 10 en el Camp Nou, además de perderse el 'intrascendente' duelo de esté sábado ante el Eibar, le dejaron en la picota ante su afición.
Tampoco en Wolfsburgo deslumbró el andaluz. Otro fallo suyo provocó el 2-0 de los alemanes, que puede ser clave en la eliminatoria, algo que se sabrá a eso de las 22:30 horas del martes. Se durmió en el área pequeña y Arnold le dejó en evidencia, adelantándose a él y rematando a placer a dos metros de la portería.
Le 'ponen' los momentos límites
Contado todos los males de Sergio Ramos, toca contar uno de las grandes virtudes del camero. Al capitán blanco le 'ponen' los grandes partidos, las situaciones límites, los momentos decisivos. Ramos es el jugador que mejor podría representar la famosa furia española. Se crece ante las adversidades, cree hasta el final y así lo ha demostrado en los últimos años.
"El escudo no gana partidos, pero sí obliga a ganarlos". Ramos comenzó con la remontada en Twitter con una frase a la que no la falta razón, pero sí hechos. Precisamente este Madrid ha creído vencer duelos por llamarse como se llaman, al igual que jugadores han creído impunidad por todo lo ya ganado.
Sin recurrir al cabezazo del minuto 93 en Lisboa, gol del que vivirá Ramos hasta que se retire, el 4 del Real Madrid tiene un don: crecerse cuando todo parece perdido. Lidera los intentos de remontada, las apelaciones a la épica, los imposibles. En eso siempre ejerció de líder Ramos.
La última oportunidad que tuvo el Real Madrid de protagonizar una de esas remontadas épicas fue ante el Borussia Dortmund en 2013. No lo consiguieron los blancos aquella vez, pero aquel día Ramos sacó toda la rabia y se ganó, si es que no lo había hecho antes, a todo el madridismo.
Con un Madrid impotente, que se estrellaba una vez y otra vez ante la defensa alemana, Ramos se fue al ataque con más corazón que cabeza e impregnó a sus compañeros (y también al Bernabéu) de su espíritu guerrero. Marcó el 2-0, el que hizo creer que el milagro se iba a producir, pero al final acabó muriendo en la orilla.
El partido de vuelta ante el Wolfsburgo, además de la importancia que tiene, servirá como reválida para un Ramos muy cuestionado. El duelo del Bernabéu podrá eleverá al cielo al sevillano o, definitivamente, señalarle quien sabe si para siempre. Una eliminación del Real Madrid provocaría un incendio en el que el propio capitán podría ser el primer perjudicado.
¿Se dará cuenta de ello el propio Ramos? En su mano, y más en su cabeza, estará. Solo con sus ganas e ímpetu se ganará al Bernabéu, pero su problema es que en los últimos meses hasta eso le faltó. Del martes solo saldrá un Ramos: o a hombros o sentenciado.