Nadie sabe si será su último día. Probablemente, ni siquiera él. Pero el ritual lo volverá a repetir una vez más. Sin nostalgia, pero con algo de melancolía. Hará el mismo camino que antaño: cogerá el autobús, recorrerá aquellas calles de cielo apagado y escuchará esa lluvia cansina del que busca en Riazor una madriguera donde esconderse. Y allí, entre música de cánticos deportivistas, buscará el vestuario local con la certeza de que su lugar ahora está en la caseta de los visitantes. Una vez más. Puede que la última. Valerón acudirá al lugar donde pasó 13 años de su vida, clavará sus tacos sobre la hierba mojada que lo vio crecer, esnifará el viento del recuerdo y mirará al cielo para darle las gracias por inventar el fútbol, como reconoció en su entrevista con EL ESPAÑOL. Quién sabe si -aunque se intuya- para despedirse vestido con el uniforme de la UD Las Palmas de la que también fue su casa.



Su equipo, el de su tierra, el que le vio cantar pío pío y atarse sus primeros botines, es del que aprendió todo lo básico. Ya saben, a posicionarse en el campo, a sacar pecho y a acariciar el balón. Pero el resto lo interiorizó más tarde. En el Atlético supo morir en mitad del firmamento junto a Hasselbaink, Baraja o el mismísimo Molina, con el que después coincidiría en el Deportivo. Y, precisamente, en A Coruña se instalaría para ser uno de los mejores jugadores que ha pasado por la entidad en los últimos años. Para ganar dos Supercopas de España y enardecer un Centenariazo. Y también para rozar una final de Champions en 2004 tras una remontada épica en cuartos: el Deportivo cayó 4-1 en Milán y resolvió la eliminatoria con un 4-0 en Riazor.



En aquel Deportivo coincidió con Manuel Pablo, con el que comparecerá en el homenaje de este lunes sobre el césped de Riazor gracias a Víctor, que lo ha convocado para forzar el encuentro. El lateral, que se retirará este año y apura sus días entre homenajes y con tan solo cuatro partidos jugados esta temporada a sus 40 años, se va por necesidad y no por gusto. Así lo reconocía gráficamente no hace tanto tras la derrota contra el Atlético. “La primera parte me sentí bien, pero en la segunda, después de enfriarme en el vestuario, me dio un tirón y me tuve que retirar”, confesaba ante una pregunta de EL ESPAÑOL.

Valeron declaraciones



Esta comunión entre la grada, el jugador y la luz de Riazor bebe de la emotividad, pero se puede cuantificar en datos. Valerón disputó 401 partidos con la camiseta del Deportivo, dio 32 goles y 28 asistencias. Bailó sobre Riazor bajo la música del sigilo y aceleró en los metros finales para detener el reloj, levantar la cabeza y asistir entre marañas de defensas enjaulados. Todo eso sin hacer ruido, mirando al cielo y dando las gracias a Dios. En definitiva, acudiendo a la fe evangélica que ha pregonado en cientos de entrevistas desde que empezó para refugiarse tras el cuero en tardes de lluvia que hoy le honran.



Este homenaje le llegará a Valerón con Las Palmas en el mejor momento de la temporada, tras acumular cinco victorias en los últimos siete partidos (sólo ha perdido contra Madrid y Barcelona) y con el de Arguineguín con la esperanza de irse tras dejar a su equipo de toda la vida en Primera. “No pienso en retirarme. Ahora mismo lo que nos estamos jugando es tan importante que no tengo tiempo. Cuando llegue el final de temporada veremos si sigo o no”, reconocía en una entrevista con EL ESPAÑOL.



Pero la certeza obliga a pensar que el de este lunes puede ser su último paseo por el jardín de Riazor. Los años, al final, no perdonan a nadie. Tampoco a él, que esta temporada sólo ha jugado algo más de 700 minutos. Muy pocos para ese 'flaco' que nunca exhibió velocidad, pero intentó congelar el tiempo en esos 13 años que pasó por Riazor. 13 años de kilómetros en las piernas, varias lesiones, días de pan y bocadillo en Segunda División -volvió a ascender con el Deportivo- y una foto eterna, la del 'Mago' de Arguineguín despidiéndose del fútbol entre el anonimato y la sonrisa que lo vio crecer en esas tardes de domingo en A Coruña. 

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