Oblak llegó a Madrid siendo prácticamente un desconocido. Un portero esloveno a cuidar la portería del Atleti y, además, por 16 millones. Un precio exagerado, dijeron algunos. Pero Simeone le había puesto el ojo. Y eso le daba el beneficio de la duda.
Su misión no era fácil. El Atlético de Madrid venía de la dolorosa derrota ante el Real Madrid en la final de la Champions en Lisboa y del adiós del que había sido su portero indiscutible los dos últimos años: Courtois. El belga, considerado el mejor guardameta del mundo, marchó al Chelsea.
Oblak venía también de otra final, la de la Europa League, que perdió siendo portero del Benfica en Turín ante el Sevilla (0-0, 2-4 en penaltis), tras una temporada en la que ya había destacado. En Madrid, su inicio no pudo ser peor: se lesionó y el portero que llegaba de estrella, acabó ser suplente, por detrás de Miguel Ángel Moyá. Cosas del destino, Oblak recuperaba la titularidad con otra lesión, la de Moyá.
Antes de eso, hubo un partido que quedará, para mal, siempre en su recuerdo: Olympiacos - Atlético de Madrid (3-2, 16 de septiembre de 2014). Simeone le había dado la titularidad en Champions, dando a entender que rotaría porteros (al estilo Ancelotti en el Real Madrid). Oblak falló y le llovieron una oleada de críticas que afectó hasta a Simeone: no volvió a contar para él. Pero la mencionada lesión del portero español, en el partido de octavos ante el Bayer Leverkusen, hizo que Oblak reapareciera. Y de ahí nadie le quitó ya.
Precisamente es en ese partido donde el esloveno empezó a poner su nombre, con una gran tanda de penaltis. Fue el inicio de un año y medio perfecto en el Atlético. De 23 años, se ha hecho amo y señor de la portería rojiblanca y además, casi (o quitando el casi) mejor que su antecesor. Oblak muestra una seguridad decisiva en los éxitos del Atlético de Madrid. Zamora en Liga (lo certificará al final de esta Liga), solo ha encajado 16 goles en el torneo doméstico y siete en Champions (repartidos en cuatro de los 12 partidos jugados). Pero más que sus espectaculares datos, son la relevancia de ellos.
La Champions pasa por sus manos
Oblak apareció en momentos claves. Estuvo inmenso en el 'arreón' del Barcelona que acabó por ser decisivo en la temporada. A pesar de que Luis Suárez le marcara goles, el esloveno paró cuatro disparos de gran mérito.
Pero si habrá un partido que quedará en su recuerdo será sin duda este ante el Bayern de Múnich. Su penalti parado a Müller en el minuto 34 quedará ya como una de las imágenes del éxito rojiblanco. Sí, Fernando Torres también falló otro en la segunda parte, pero las circunstancias eran diferentes. Porque ese penalti de Müller llegó tras un brutal asedio de los alemanes que dejaron casi KO al Atlético. Y eso es lo que evita Oblak.
Tras el gol de Xabi Alonso, el Bayern se vino arriba y los de Simeone se quedaron en shock, representados por un Giménez que cometió el penalti y tenía más la cabeza fuera que dentro del Allianz. Pero la parada de Oblak lo cambia. Evita un 2-0 difícil de superar y mantiene al Atlético vivo. Cambia partidos. Cambia la historia.
Oblak seguramente no pase a la historia. Y no lo hará, quizá, mermado por haber nacido en un país con apenas tradición futbolística. Tanto es así que el actual mejor portero de Europa no estará en la Eurocopa. Eslovenia, su selección, perdió en la repesca ante Ucrania y se perderá la cita del fútbol continental de este verano.
Cerrada la herida de 1974
No podrán ya recurrir la afición colchonera, para su bien, a la recordada final de Copa de Europa 1974. Eso ya está vengado. Bien es verdad que eso era una final, esto una semifinal, pero el rival era el mismo.
Queda ya atrás eso, como el mejor homenaje posible a los Reina, Melo, Heredia, Capón, Eusebio, Ufarte, Abelardo Luis Aragonés, Irureta, Salcedo y Gárate. El 'Sabio de Hortaleza' quedó como la imagen de ese equipo. Fue el autor del gol que siempre estuvo en la cabeza de los atléticos.
El aficionado rojiblanco apeló a Simeone, a Torres o a Luis Aragonés. Y bien hacen, porque ellos también ayudaron. Pero desde este momento tienen que apelar a Oblak, el esloveno silencioso que llevó a un Atleti histórico a otra final de Champions.