Estos días de tanto artículo sobre lo que es el periodismo, lo que algunos aseguran que era, lo que creen que va a ser; estos días, Lucas me ha hecho pensar mucho en mi oficio. Algunas noches me dice cosas que me ocupan varios días. Lucas tiene cuatro años. Cuando el otro jueves me acerqué a su cama, me pidió explicaciones: “¿Tú qué haces en tu trabajo?”. Una vez a la semana van a su clase a contarlo algunos padres: una vende alegría (cupones de la ONCE); otro construye edificios, otro hace pizza. Le dije: “Por ejemplo, si hay un partido del Madrid, lo veo y escribo lo que ha pasado, para que lo lean en el periódico”. No le convenció: “¿Y si ya han visto el partido en la tele como nosotros?”.
Estuve a punto de caer en la tentación, a punto de decirle que, hombre, no es tan fácil, hay más cosas, que está la Liga en un momento decisivo. Que Bale, siempre bajo sospecha, se ha quedado al mando cuando han caído los jefes. Que hay matices, detalles, no sé. Que la gente necesita... Sí, también estuve a punto de decirle qué necesita la gente. Pero me detuve a tiempo, le dejé un beso y me fui pensando si la crónica, por ejemplo, aún tiene sentido, si no será algo de otro tiempo, de cuando no todos podían ver todo. Si no deberíamos buscar otra fórmula.
La noche siguiente aún no me había sacudido del todo las cavilaciones, pero entré confiado. No insistió, pero fue casi peor. “Tienes que poner una cosa en el periódico —empezó—. Esta tarde, en el partido, el profe me tiró dos veces. Y me las paré todas. Luego hice más paradas, eh. Quedamos 0-0. ¿Lo puedes poner en el periódico?”. Le dije que bueno, que lo veíamos, que qué bien lo del partido. Pero no se rindió: “Dile a tu jefe que tienes que ponerlo en el periódico —insistió—. Me las paré todas. Todas”.
Pensé en eso. Pensé en eso y en mi jefe. Y también en la tarde de domingo con todos los partidos a la vez: la vieja emoción de la radio, la Liga en el aire, el Atleti desfondado en el penúltimo episodio; y todo eso sobre el fondo de lo insólito de otra final de Champions madrileña. Me dispuse a decir algo sobre los periódicos y lo que interesa, y que, bueno, esas paradas, con la historia sobre nuestras cabezas, ¿cómo iba a escribir eso? ¿A quién podía importarle? Y eso que entonces tenía el 100% de share. Por suerte, no me dejó tiempo para quedar en ridículo. "Además, Juan le hizo un caño a Rodri. Y eran del mismo equipo. ¿Lo puedes poner en el periódico?".