“Era Wimbledon o muerte. Sé que suena extremo pero para alguien que ya ha criado a sus hijos y que tiene la vida hecha el fútbol puede serlo todo y no nos podíamos rendir”, explica Alex Fisher. Alex trabaja como policía en el suroeste de Londres, en Wimbledon, donde ha nacido, se ha criado y ha formado una familia: “No sé cómo será en España pero aquí te aficionas al equipo del barrio donde creces”. Alex y todos los aficionados del Wimbledon vieron como su club desaparecía en 2002, este lunes pueden ascender a tercera en el mismo lugar donde celebraron la FA Cup en 1998. Y si lo consiguen, la temporada que viene estarán cara a cara en la misma división que el MK Dons, el club que se adueñó de su identidad y su historia.
Matthew Breach, científico y directivo del actual AFC Wimbledon, vivió esa transformación del antiguo FC Wimbledon al MK Dons: “El FC Wimbledon atravesaba un mal momento financiero y deportivo. Desde la Federación decidieron que era una buena oportunidad para desprenderse del equipo y llenar un vacío en Milton Keynes”. El FC Wimbledon pasaba a ser MK Dons, del oeste de Londres a Milton Keynes, a 70 kilómetros al norte. Milton Keynes era la ciudad más grande de Reino Unido sin un equipo profesional y en Londres se agolpan los clubes históricos así que pareció la ocasión ideal para la Federación. Nuevo escudo, nuevos colores, nueva ubicación,… Algo que los dueños noruegos del FC Wimbledon aceptaron sin que los aficionados pudieran hacer nada. “El club era propiedad de aquellos señores y la decisión la tomaron entre ellos y tres directivos de la federación, no teníamos voz ni voto”, resume Matthew.
Wembley, el regreso a la tierra prometida
Nada más bajar del metro me pongo a hablar con los aficionados y allí encuentro a Mario Fernández, un boliviano que vive por el AFC Wimbledon. Él llego a Londres en 1959 y casi ha olvidado por completo el español, pero sigue teniendo muy presente sus raíces: “Uno nunca puede olvidar de donde viene y para mí esa conexión con Sudamérica me la da el fútbol. No empecé a ir al estadio para integrarme, fue porque amaba al fútbol y sentía que era el punto de unión entre mis raíces y Reino Unido”. Mario lleva más de 30 años como aficionado del Wimbledon, primero el FC Wimbledon y posteriormente la refundación AFC Wimbledon, y mientras hablamos paramos cada dos pasos a saludar porque conoce a todos, aunque sólo sea de vista: “Son muchos años. Estuve en aquella final de FA Cup de 1988 contra el Liverpool. Ellos dominaban Europa y nadie creía en nosotros pero pasó. 1-0. ¿Hay un resultado más maravilloso para ganar un torneo?”.
Mario Fernández volverá a Wembley para esperar que su Wimbledon ascienda a tercera, donde se encontraría con el MK Dons, el resultado de aquel traslado que la Federación pensó que se haría sin problemas: “Querían cambiarnos de ciudad, de colores… Esperaban que aceptáramos sin más pero nunca fue una opción real para nosotros. Nuestro Wimbledon no nos lo quita nadie, así que empezamos desde abajo. Sí, en la última división, ¡pero era nuestro Wimbledon!”.
El policía Alex Fisher también estuvo en Wembley en 1988 e interrumpe la conversación con Mario para explicar cómo se sintió cuando le arrebataron a su club: “Los primeros instantes fueron muy difíciles. Estábamos muy jodidos. Pensé ‘vale, se han acabado mis días de fútbol’. Me di cuenta que podía organizar viajes y ver partidos en Alemania, España, Italia,… Y eso puede estar bien pero no te sientes parte de ello, no disfrutas del fútbol”. Y comenzó la reconstrucción desde abajo.
Esta semana pueden firmar su octavo ascenso en doce años de existencia como AFC Wimbledon. “De verdad que empezar desde abajo fue lo más divertido”, narra emocionado Alex, “estábamos construyendo algo grande aunque jugáramos en campos llenos de piedras y donde no entrábamos todos los aficionados”. Mario tampoco faltaba a su cita habitual del fin de semana con su bufanda azul y amarilla: “Los primeros partidos fueron contra equipos de aficionados, contra lo que conocemos como ‘pub teams’ (equipos de bares) que apenas llevaban 30 o 40 personas y nosotros éramos 300, a veces, 500 ‘wombles’. Era muy divertido”.
Neal Ardley, entrenador del AFC Wimbledon y ex jugador del antiguo FC Wimbledon, lo recuerda perfectamente: “La primera sensación fue devastadora, cuando te enteras te quedas hundido, piensas que todo eso se fue para siempre. Después reaccionas, algunos antes que otros, y así se empezó a levantar poco a poco, cuando todos empezaron este sueño y esta historia fue cuando comprendí el valor de la unión”. Y así se juntaron 4.500 aficionados con bufandas azules y amarillas en su primer partido como club refundado para demostrar que el Wimbledon estaba vivo, que daba igual la división en la que estuviera, porque era su club.
El reencuentro con MK Dons
Inocentemente le pregunté a Mario cómo es la “rivalidad” con el MK Dons. Inmediatamente él me corrigió: “Estás usando el término equivocado, la palabra que buscas es odio”. El Wimbledon era propiedad de inversores noruegos que recibieron una propuesta en 2001 para trasladar el club a Milton Keynes. Pese a que en un primer momento la federación lo desestimó, los dueños apelaron y el caso fue decidido en una votación de tres directivos de la federación inglesa. Dos votos a favor fueron suficiente para que la localidad de Wimbledon perdiera a su equipo. Aunque los fans se encargarían de que fuera por poco tiempo.
Con la refundación del Wimbledon y los constantes ascensos están a punto de clamar venganza, si ascienden estarían en la misma división que el MK Dons por primera vez en su historia. “No nos vamos a pegar si jugamos contra ellos, pero sí les insultaremos. Tenían un equipo en Milton Keynes pero como estaba en divisiones semiprofesionales no les interesaba, no apoyaban. De repente les construyen esta franquicia y sí animan. ¿Por qué no podían empezar desde abajo como hemos hecho nosotros?”. Por este motivo la Federación de Aficionados de Fútbol inglesa (FSF) no reconoció a los hinchas del MK Dons, quienes no fueron admitidos hasta que en 2006 crearon una réplica de la FA Cup de 1988 –que inexplicablemente exhiben en su vitrina- y se la enviaron al AFC Wimbledon.
Neal Ardley defendió al Wimbledon durante once años y ahora lidera al AFC Wimbledon desde el banquillo: “Este es el club más singular del mundo. Es una historia única que demuestra que se puede romper moldes. No hay un antecedentes de lo que han hecho estos aficionados”. Neal lleva en el cargo desde 2012 y ha conseguido que el club pase de pelear por la permanencia a ir a Wembley para enfrentarse al Plymouth con el ascenso en juego delante de 20.000 ‘wombles’ que no quieren dejar escapar la oportunidad de decirle al MK Dons que lo han conseguido, que han llegado a donde están ellos a base de corazón y esfuerzo, que nadie les ha dado nada.
Cómo seguirá la odisea
¿Y para el futuro? Los planes actuales pasan por crecer poco a poco. El próximo reto es conseguir el visto bueno del nuevo alcalde de Londres para la construcción del nuevo estadio de 11.000 asientos cerca de Plough Lane (donde se ubicaba el antiguo campo del Wimbledon) y vender su actual estadio al Chelsea para su equipo femenino y filiales. El técnico ‘womble’ se muestra optimista con el futuro: “Mira el camino que hemos tenido que recorrer sin nada estos doce años, este club puede ser lo que sus aficionados quieran, somos una familia unida y eso es nuestro valor”.
Si en algo coinciden todos los aficionados y el propio entrenador es que seguirán con la propiedad del club en manos de los aficionados. Matthew, directivo del club, lo tiene muy claro: “Hemos tenido varias ofertas para vender nuestras participaciones, algunas muy por encima del precio de mercado, pero no queremos eso”. Para Mario es fundamental no ceder: “Hemos aprendido la lección, ¿de qué sirve vender el club con promesas de inversión y crecimiento si luego pueden darnos la espalda otra vez? Nadie te asegura que no nos quieran hacer lo mismo de nuevo”.
Una afición que ha levantado a su club, le ha dado alas y ahora sueña con volar alto. El primer paso tendrá que ser ganar en Wembley, como ya hicieron en 1988 en la final de FA Cup, pero esta vez para ascender a tercera donde esperará el MK Dons. Imposible no pensar en ellos, en volver a verse las caras y decirles: “Lo hemos hecho y sin la ayuda de nadie”.
Matthew lo define a la perfección: “No es que seamos una afición distinta, es comprensible que cada persona considere que su club es lo más importante. No nos creemos más ni menos que nadie, era nuestro equipo y luchamos por él como habría hecho cualquiera”. Y es que, aunque intentemos marcar diferencias entre los sentimientos dependiendo del escudo, el fútbol es un fenómeno global porque es capaz de transmitir estas emociones, tu equipo siempre va a ser el más importante del mundo, la división en la que esté no interfiere en ese sentir.