Pocos hombres demuestran tener más fe ciega en sí mismos que Jose Mourinho. Aunque, tal vez, uno de ellos sea Juan Mata. El español olvidó este domingo los agravios y condenas a los que se ha visto sometido durante su etapa con el portugués como entrenador -tanto en Londres como en el mes que lleva en Manchester- y salió al rescate del United en el arranque de la 'era Mourinho'. Al final, la victoria por 1-3 ante el Bournemouth despeja las dudas de que este United aspira a todo esta temporada.
Corría el minuto 40 cuando Mata tiró un desmarque quimérico que, además, no interpretó del todo Ander Herrera. El centrocampista lazó un balón largo hacia su compatriota, pero su pase se escoró demasiado hacia la izquierda, donde el lateral Francis llegó con ventaja. Sin embargo, el zaguero erró en la cesión al portero, que tuvo que salir a despejar el pase. Mata aprovechó para meter la bota y obligar a Artur Boruc a tirarse al suelo para repeler, con tan mala suerte que el esférico rebotó de nuevo en Francis y cayó en los pies del español, que sólo tuvo que empujarla.
El doble error de Francis pesó como una losa en la defensa de Bournemouth, muy nerviosa por momentos. En cualquier caso, el descanso frenó de golpe al United, que se fue al vestuario con una tímida ventaja. De nuevo, los fantasmas del curso anterior se pasearon por la hinchada de los 'red devils' que acudió al Dean Court. Pero sólo fue un espejismo del derrotismo de antaño, pues la segunda mitad supuso una auténtica exhibición de los de Mourinho, capitaneados por un soberbio Anthony Martial.
La joven promesa, jugando más escorada que de costumbre por la presencia de Ibrahimovic en la punta de lanza, ejerció más de asistente que de rematador. Eso sí, su movilidad desde la izquierda -y la de Mata, arrancando desde la derecha- permitió al United generar más espacios ante un Bournemouth que empezaba a adelantar líneas en busca del empate. Brilló, pero con escaso éxito, hasta que al cuarto de hora de la segunda mitad el francés enganchó un centro desde la derecha para volear en semifallo. El chut, bastante mediocre, se convirtió en un excelente pase para que Rooney cabecease en el área pequeña a la derecha de Boruc, que se estiró en vano.
Sólo cinco minutos después, Martial asistió de nuevo involuntariamente en el tercer gol. La conducción del galo, que ganaba terreno por el centro, se encontró con Zlatan. El sueco, acostumbrado a bajar a recibir para que el ataque orbite a su alrededor desde el centro del campo, se hizo con el balón y ganó metros, hasta que se sacó un disparo raso desde 25 metros. Ibrahimovic soltó la pierna como quien lanza una bola de papel a una basura a diez metros. Y le entra. Su remate, suave, se coló de nuevo a la derecha de Boruc, que no certificaba su mal día.
Pero, sin duda, el gol de la tarde estaba por llegar. Con un Bournemouth cada vez más volcado sobre la portería de De Gea, el central Adam Smith se coló en el área y, tras un rechace, se sacó un latigazo con la zurda que se coló por la misma escuadra. Faltaban 20 minutos para el final y Mourinho, fiel a su obsesión con la disciplina defensiva, quitó del campo a Mata para dar entrada a Mkhitaryan. El mismo cambio que realizó en la Community Shield ante el Leicester. Una cuestión de centímetros, como argumentó tras aquel partido. Y, de nuevo, el portugués salió victorioso.
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